/Ser realmente pobre en Mendoza y porque los odio

Ser realmente pobre en Mendoza y porque los odio

A raíz de una nota que publicó hoy uno de nuestros miembros del Staff (click acá para leerla) es que hago esta otra nota, en parte como respuesta a él y en parte porque, más allá que esto es humor, mucha gente en Mendoza tiene este tipo de pensamientos. Una cosa es reírse o enojarse con una nota de humor ácido, negro y otra cosa es festejar una ideología.

Como bien dice la nota, hay muchas formas de ser pobre. Uno puede ser económicamente pobre, por muchas cuestiones, tanto personales, como sociales, culturales y por culpa del destino. Ser pobre de dinero o bienes es un embole, una lástima, una tristeza y una deuda que muchos personajes tienen, pero no es la peor pobreza que podemos encontrar. Este tipo de pobreza me genera muchas cosas, pero lo que más me genera es odio, bronca y rabia, entre otros calificativos despectivos y violentos, hacia otro tipo de pobreza, una pobreza mucho más profunda, más incurable, una pobreza realmente desagradable y lamentable… la pobreza intelectual, de corazón y acción.

Nos quejamos de esos “pobre limpiavidrios, negros drogadictos de mierda”, pero también nos quejamos del lavadero de autos que te cobra 100 mangos porque tiene a los empleados en blanco, pagando 20 miserables pesos a otro “negro que cuida los autos”, lógicamente sin ningún tipo de comprobante o factura.

Nos da asco sentarnos en una “bar de negros”, pero no nos da el culo de dejar una propina digna.

Nos quejamos de los “negros que escuchan cumbia de mierda”, pero hace siglos que no compramos un disco original, y bajamos toneladas de música desde la computadora.

Nos da “asco” ir a un persa y la gente que compra ahí nos parece “grasa”, pero gastamos fortunas en comprarle a esa vecina “top” de Dorrego ropa que trae de la Salada y Once, como así también explotamos las tiendas cuando están de remate. Incluso son los lugares más visitados por los “top” menducos cuando van a “baires”.

Nos quejamos de cómo hablan “esos negros ignorantes”, pero reímos al son de un farandulero que habla distendido o que no tiene la más remota idea de la pronunciación, claro… ese es “top”.

Nos parece “grasa” la gente que va al parque de noche porque “esos negros sucios” lo dejan lleno de botellas y mugre, pero no tenemos el más mínimo remordimiento al momento de ir manejando y tirar toda clase de porquerías, como colillas, pañuelos, botellas, etc, por la ventanilla del auto.

Nos quejamos de esos “negros de mierda” que andan en autos hechos teta por la calle, sin luces y destartalados, pero buscamos desesperadamente ese contacto que nos patenta nuestra 4×4 en el Chaco y nos hace pagar muchísimo menos impuesto automotor.

Nos da repugnancia el “planero” que vive de asignaciones y planes sociales, pero siempre que podemos negramos a la empleada doméstica y al trabajador. Porque no puedo ganar diez lucas menos y resignar un poco de lujo por bienestar mental y felicidad de los demás.

Nos da vergüenza ver a “esos negritos pidiendo comida”, seguramente “tienen un padre falopero esperándolos en la esquina”, pero lógicamente preferimos ignorar al niño y repudiar al padre, quejándonos de porqué dejan entrar a pedirle a la gente en este paquete restó, antes de hacer algo.

Nos da asco el “olor a mugre” que tienen “esos negros villeros”, pero vamos al mercado negro a comprar perfumes importados o nos los acobachamos en los bolsos para que no nos cobre el impuesto los de aduana.

Nos ponemos locos de ira al escuchar esa “música de mierda” que escuchan los “negros cumbieros”, pero gastamos fortunas en ir a ver a un Indio Solari o un Andrés Calamaro que hacen apología permanente a la falopa más dura y nociva.

Mataríamos a todos los “negros chorros” cuando nos roban un celular o la billetera, pero idolatramos a un carismático ladrón e incluso minimizamos y toleramos a los más grandes estafadores y ladrones de la Argentina. Es muy top tenerlos en nuestras fiestas, ni hablar de que nos inviten a sus lujosas mansiones a esos pseudo eventos solidarios donde lavamos nuestro dinero haciéndonos los caritativos.

Nuestros maquillados ojos no pueden ver a “ese negrito que aspira poxirán”, pero esos mismos ojos no ven a nuestros adolescentes fumar marihuana y tomar merca a mansalva en las esquinas de los barrios más top de Mendoza. Incluso da asco ese “negro drogón”, pero fumarse un porrito semanalmente es re top y relajante, ¿no? Ni hablar de una delgada línea bolichera para estar más a tope, eso es cool.

Nos da miedo y asco las villas miserias, pero cuando construimos nuestras hermosas casas en barrios privados contratamos a ellos para que las hagan, porque les pagamos mucho menos y en negro, “¿Las constructoras hacen casas? Nooooo… esas hacen obras civiles, a mí déjame los bolivianos que cobran poco y laburan todo el día… como negros”.

Fomentamos cruzadas contra el narcotráfico y “esos negros inmundos que venden droga en las villas”, pero tenemos un show montado sobre la industria vitivinícola, esquivando el ojo a otra droga nociva y por la cual muere muchísimas gente como el vino. Claro… esa es una “droga social” y como la consume la gente “inn” está todo ok.

Nos da asco como se visten “esas negras tumberas”, ahora… sale una mina en Tinelli media en bolas y el rating explota.

Nos escandalizamos con una nota sobre la pobreza, pero la vida de los más necesitados nos sigue chupando un soberano huevo, ¿qué hiciste por ellos en el último día, mes, año, o en tu vida?

Esta pobreza mendocina (y Argentina) es la que odio, esta pobreza me da asco, vergüenza, pena, bronca, esta pobreza es la que habría que erradicar de raíz con la más letal de las armas. Esta pobreza es la que nos hace pobres como provincia, como nación, como personas. No tener para comer es triste, no tener corazón es humillante. Robar para comer es un delito, robarle al pueblo para llenar las arcas es imperdonable. No tener casa digna es una pena, no hacer nada por los demás es lamentable. Y no es únicamente problema de nuestros políticos, dale a cualquier argentino poder y vas a ver cómo negrea, se pone ambicioso y se olvida de los demás.

Quejarnos es fácil, es cómodo, es simple, es egoísta. Pensar en nosotros es básico y elemental, simplón y urgente, invertir un segundo de nuestras vidas, un centavo de nuestros sueldos, un gramo de esfuerzo en los demás es una tarea titánica, digna de pocos, humana y gratificante, que ya ni siquiera las lacras que nos gobiernan intentan siquiera pensar.

Odio profundamente a estos pobres.

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