/Testimonio real sobre el típico abuso laboral

Testimonio real sobre el típico abuso laboral

Hace unos diez años encontré trabajo en una conocida casa del centro de Mendoza. Mi experiencia en ese rubro hizo que me tomaran de inmediato. Puedo rescatar que en ese lugar, a las palizas, aprendí mucho, me formé y hoy soy lo que soy a pesar de todo lo que viví ahí. Trabajé un año, en el cual el dueño para las fiestas decidió cerrar, todos los empleados del lugar tenían más de 5 años de antigüedad, lo cual significaba 3 semanas de vacaciones para ellos, menos yo, que me correspondía solo una semana porque por días no alcanzaba el año. Se miraron entre todos y el dueño me dijo:

– Anda pibe, después vemos que hacemos con vos – me sobo la espalda con una sonrisa.

– ¿Pero qué hago? ¿Vengo a limpiar? aunque sea después de mi semana – Lo dije tímido.

– No, yo me voy de vacaciones, nos vemos el 23 de enero.

Llego el día, todos nos despedimos. Pase las fiestas descansado. El 6 de enero, día que yo debía recibir mi paga, en el negocio no había nadie ya que todos estaban de vacaciones. Recién el 23 volvimos a trabajar, regresamos a la rutina y a atender clientes. Hasta que el 6 de febrero, día de paga, me sientan en el escritorio con una calculadora, calculan mi sueldo: $4560 en ese entonces.

– Bueno señor LaCara usted se tomó 3 semanas de vacaciones, le correspondía una, por ende nos debe dos semanas de trabajo, dividido la mitad es $2150, ¿En cuanto quiere que se lo descontemos? ¿En 2 o 3 veces?

– Pero Roberto ¿Cómo me vas a descontar esa plata? Tengo que pagar el alquiler, el colectivo y la comida.

– Pero usted se tomó las dos semanas.

– Pero vos me dijiste que ya lo íbamos a arreglar, descontalo en más cuotas, o sino mira, ya sé, las vacaciones de este año no me las tomo, ¿te parece?

– Creo que no nos estamos entendiendo, yo te di laburo, y yo necesito irme de vacaciones, por ende esa plata de alguna forma te la tengo que descontar, vos ya te la gastaste, ahora me la tenes que devolver.

– Pero vos me dijiste que no viniera a trabajar, yo quería venir a limpiar aunque sea.

– ¿Y qué? ¿Yo no me tengo que ir de vacaciones por eso?

– No lo sé, pero me estas sacando la mitad del sueldo, yo así no puedo llegar a fin de mes.

– Mira estoy ocupado decime en cuantas cuotas y cerramos este tema.

– Roberto discúlpame pero voy a tener que renunciar, no puedo dejar que me descuentes eso. Te aprecio mucho pero me voy a tener que buscar otro trabajo.

– Me parece perfecto y acepto tu decisión. Gerardo acompaña al nene al correo que va a renunciar.

En el correo haciendo la fila me sentía mal, estaba en un momento de depresión total, me iba de mi empresa y encima le quedaba debiendo guita. Miré el telegrama y fue en ese momento que caí y pensé

– Espera… si yo no estoy haciendo nada malo.

Lo miré a mi compañero y le dije:

– Gerardo, anda tranquilo. De acá me las arreglo yo.

– Pero Roberto me dijo que te acompañara hasta que renuncies.

– No voy a renunciar, pero voy a ir al centro de empleados de comercio. Si me queres acompañar vení.

Asustado volvió a la empresa y yo partí para el centro, cuando llegué saqué turno y me atendió uno de los muchachos. Realmente no recuerdo su nombre ni su aspecto, pero me explico todo con detalles y como yo debía reaccionar ante mi empleador, el cual él estaba en falla.

Volví a mi trabajo y fui hacia su oficina, al entrar me dice en tono violento:

– ¿Porque fuiste al CEC?

– Porque me parece Roberto que lo que estás haciendo no está bien.

– ¿Y quien sos vos para decirme lo que está bien o lo que está mal?

– ¿Yo? Nadie, pero si los del CEC. Vos no me podes descontar esa plata, si queres informarte anda y te van a dar toda la información necesaria.

Exploto en rabia y me grito:

– ¡Tomatelas!

– ¿Me estas echando?

– ¡Tomatelas! ¿Qué sos sordo acaso? – esta vez gritando y violento.

Me retiré y fui a al CEC donde comenté todo lo que había pasado, ahí me recomendaron que me vaya a mi casa y mande una carta estableciendo que me habían echado verbalmente y que solicitaba el despido escrito, una vez en mi casa preparando la carta me tocan el timbre, era otro de mis compañeros diciéndome que vuelva al trabajo, que el dueño quería hablar conmigo.

– ¿Que pasó Roberto?

– Mira hable con mi socio y solo por él vas a seguir laburando acá, pero te quiero aclarar que te quiero a las 7:30 todos los días y te vas a ir solo cuando toda la gente se vaya. ¿Me entendiste?

A esta altura yo ya estaba fresco, en el CEC me dieron todas las herramientas para defenderme, y era obvio que ahí no iba a seguir laburando tranquilo.

– Roberto, vos me pagas solo por ocho horas, así que yo vengo a las 8:30, me voy a las 12:30 y vuelvo a las 16:30 hasta 20:30, ni un minuto más ni uno menos. Aparte yo no puedo seguirte vendiendo más porque mi bono de sueldo dice auxiliar de deposito, si necesitas que venda auméntame el sueldo y la categoría.

En ese momento casi estalla, yo hablaba calmo, pero por dentro me moría de miedo. Dejo las hojas y me dijo enojado.

– Anda a trapear el depósito.

Jamás trapeamos el depósito, pero él me asigno una tarea y se la cumplí muy bien. Luego me hizo limpiar infinidades de cosas para que yo me canse, pero se las hacia bien y quedaban relucientes y a tiempo, parecía una carrera donde él quería que yo me cansara pero era un incentivo para realizar las cosas bien. Pasó una semana donde todos los días me hacían baldear el negocio de punta a punta a mí solo, me mandaban a limpiar todo en el deposito solo. Fue una mañana, bajo la contadora y me miró mientras limpiaba.

– ¿Qué queres?

– No entiendo – le respondí.

– Eso, ¿qué queres?

– Nada, yo solo quiero trabajar

– Vos lo que queres es hacerte el vivo ¿porque no te pones a trabajar sin hacer problemas?

– Eso estoy haciendo.

– ¿Porque no te vas abajo a ayudar con las ventas que están saturadísimos de gente?

– Porque mi bono de sueldo dice auxiliar de depósito, cuando me aumente la categoría vuelvo a atender a la gente como corresponde.

– ¿Vos sabias que te puedo poner la mitad del día y reducirte el sueldo a la mitad? ¿Queres que lo haga?

– Mira si me queres poner medio día genial. Pero al sueldo no me lo podes tocar, al fin de cuentas quien me reduce la hora laboral sos vos, no yo.

– A vos te llenaron la cabeza en ese lugar.

– No, claro que no. A mí realmente la plata y esas cosas burocráticas no me interesan, yo solo quiero trabajar. ¿O pensas que no sabía que me hacían venir una hora antes de lo establecido todos los días desde que trabajo acá gratis? ¿O los sábados cuando no cerraban las puertas y teníamos que atender hasta las 14:00hs? ¿O los feriados que trabajábamos todo el día sin paga y a puertas cerradas? Eso yo lo veía, conmigo jamás tuvieron un reclamo o problema, no me importaban todas esas cosas porque acá estaba cómodo, me gustaba decir que laburaba acá, era un orgullo para mí, aparte aprendo miles de cosas. Pero el dueño me quiso retener 2500 pesos de mi sueldo. ¿De qué le sirve a él? A mí me está cortando las piernas.

– Pero si no te lo descuenta ¿qué van a pensar los demás?

– Los demás no tenían por qué enterarse, ustedes saben lo que yo vendo y como lo vendo, saben de las personas que me vienen a buscar, acá tenían un empleado para muchos años. Pero ¿ahora? ¿Que tienen? Un dueño enojado y un empleado sin ganas, que solo va a cumplir sus horas e irse.

– Déjame que hable con el dueño para ver qué podemos hacer – Dijo y se retiró.

Pasaron dos días donde baldee ambos turnos, mis compañeros me usaban de cachiche para pasarles todo, pero absolutamente todo del depósito, ya que mi bono de sueldo era de auxiliar de depósito los escuchaba decir. Lo hice sin problemas y muy bien. Hasta que la contadora me llevó a su oficina.

– Mira el dueño quiere pedirte perdón y que todo vuelva a hacer como antes.

– ¿Y porque no está él acá?

– Porque está ocupado.

– Sabes que no quiero.

– ¿Y que queres entonces? Sos un pesado flaco

– Quiero que me despidan, como se debe, y que me paguen todo lo que se establece, quiero mi hoja y mi reputación limpias porque yo no cometí ningún error. De lo contrario yo voy a seguir trabajando solo las 8 horas reloj y me voy a mi casa, si quieren que venga un feriado me lo pagan doble, si quieren que me quede más horas el sábado me las pagan. Y de mi sueldo no tocan un centavo.

– Está bien. Quedas despedido. Pero así las cosas en la vida no se hacen. Vas a terminar mal. Y si seguís con esa actitud en la vida jamás te va a ir bien.

Me despidieron sin motivo y me pagaron todo lo que correspondía, la semana que me quedó para trabajar me hicieron hacer de todo. Pero lo hice al pie de la letra. Mi último día, un sábado, llegó la hora de irme para siempre, las 12:30 marcó el reloj, el negocio estaba llenísimo, desbordaba de gente. Levanté mi cabeza y caminé por todo el lugar mientras mis compañeros me veían, me pedían cosas para buscar, no les respondí y me dirigí a la puerta, salí en silencio, con el cuerpo relajado porque a partir de ese momento yo ya no pertenecía a esa empresa.

A pesar de lo que me dijo la contadora, de su intento de lavarme la cabeza, hoy digo que fue lo mejor que hice al renunciar y no dejar que me pisaran la cabeza.

El comerciante elige perder la amistad, la familia, su vida, pero no la plata… acá perdió mucha más plata de lo que intentó rescatar, si hoy lo viera no diría nada, pasaría de largo porque ya no forma parte de mi circulo. Pero pensaría muy en mis adentros con una sonrisa.

– Gracias por enseñarme tanto, por darme el coraje de enfrentarte y saber que por más guita que tengas sos un tipo débil, avariento. Como cualquier rata que se pasea en su Mercedes.

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