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Tres cuentos clásicos versión Argentina 2015

 

LOS TRES CHANCHITOS

Había una vez en un pueblito de Argentina, tres cerditos que eran hermanos, y que se estaban haciendo grandes. En aquel pueblo vivía un lobo que siempre andaba intentando comérselos. Entonces los cerditos para huir del lobo decidieron hacerse sus casas para poder refugiarse y seguir jugando y disfrutando de la vida, sin que el lobo los moleste.

El más pequeño, y más vagoneta, decidió comprarse un motorhome, es decir una casa rodante. Él no quería perder tanto tiempo en ahorrar dinero y trabajar mucho, sino que le gustaba mas andar por ahí jugando. Pero el lobo, un día tenía mucha hambre y decidió ir a buscar a los cerditos. Encontró a uno jugando en el bosque, pero este corrió muy rápido y se refugió en su casa rondate. Pero el lobo, muy astuto, consiguió un trabajó en tránsito y empezó a hacerle muchas multas, por distintos motivos, hasta que un día le pudo secuestrar el vehículo y entonces el cerdito tuvo que irse corriendo y asustado a la casa de su hermano.

El cerdito del medio, que había sido muy astuto, y más inteligente que su hermano menor, había estudiado en la universidad, y como tenía un muy buen sueldo, decidió pedir un préstamo hipotecario y construirse una casa hermosísima. Pero el lobo, que todavía tenía mucha hambre, fue en busca de estos dos hermanitos. Al darse cuenta, que estos cerditos dentro de la casa eran intocables decidió conseguir un trabajo en la AFIP. Entonces empezó a perseguir a este cerdito, y a cobrarle muchos impuestos, a pedirle muchas explicaciones de ingresos, y ponerle trabas a sus inversiones en moneda extranjera, entre otras. Entonces al cerdito le embargaron la casa, y él y su hermano tuvieron que salir corriendo para que el lobo no se los coma. Fueron a parar a la casa de su otro hermano, donde se refugiaron.

El hermano mayor, había sido muchísimo mas inteligente que los otros dos, había conseguido un trabajo en el Estado, y le habían asignado una casa del IPV. Allí se refugiaron los tres hermanitos. Pero el lobo, seguía con mucha hambre, e intentó soplar, y soplar, de todos los modos posibles para quitarles la casa, pero este cerdito estaba muy bien acomodado en el gremio de los camioneros. Entonces el lobo, al ver que ya no se los podía comer, hizo un trato con los cerditos, el cerdito mayor, le consiguió un subsidio del estado y el lobo nunca mas tuvo hambre, ni tuvo que trabajar. Y los cerditos vivieron del estado por muchos años. Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

CAPERUCITA ROJA

Había una vez, una niña muy bonita que trabajaba en el campo, sembraba granos, criaba vacas y demás. La niña siempre andaba con una capa roja y por eso todos la llamaban caperucita roja. Un buen día la madre le encomendó que le llevara a su abuelita un contenedorcito de todo lo que habían cosechado, y le encargó que en el camino, sea muy cuidadosa, que no hablara con nadie, ni que se distraiga. Caperucita salió muy contenta a casa de su abuelita, en el camino se encontró con un Lobo Feroz que le preguntó con una voz muy dulce

– ¿Dónde vas niña, con toda esa soja?

– A casa de mi abuelita, que vive en la frontera, ella se los vende a los pueblos vecinos.

– ¿Me regalas un poco niña?

– Si lobito, pero solo un poco.

Caperucita le convido al lobo y siguió su camino hacia lo de la abuelita. Pero el Lobo, se había quedado con hambre, y aunque ya tenía mucho para comer, fue más rápido que la niña a casa de la abuela. El lobo golpeó la puerta de la anciana y ella pensando que era caperucita le abrió, entonces fue cuando el lobo una vez a dentro se la comió.

Cuando caperucita llega a la casita de la frontera, con su contenedorcito, observó que todo estaba muy extraño, entonces le preguntó a su abuelita:

– Abuelita ¡que billetera tan grande tienes!

– Es porque estoy ganando mejor

– Abuelita ¡que expresión tan alegre tienes!

– Se llama ironía mi niña

– Abuelita ¡qué ley más rara tienes en tus manos!

– ¡Es para robarte mejor! Jajajajaj

Pero en ese momento, un cazador que había visto todo desde la ventana, y que era amigo del lobo, decidió entrar, y en el momento que el lobo empezaba a devorarse a caperucita, el cazador, que se llamaba Julito Cleto, le dijo al lobo:

– ¡Lobo, detente! De lo que estás haciendo mi voto no es positivo.

– Entonces como eran dos contra uno, el lobo tuvo que huir del bosque y no pudo llevarse el contenedorcito. Y caperucita aprendió la lección y prometió a su mamá y a su abuelita, que sería más cuidadosa con los frutos de su trabajo. Y colorín colorado este cuento se ha acabado.

EL FLAUTISTA DE HAMELÍN

Había una vez, un hermoso pueblo llamado Hamelín, tenía montañas, ríos, mar, hermosos prados, era un pueblo realmente hermoso y tranquilo, en el cual sus habitantes vivían felices. Pero un día sucedió algo muy extraño en el pueblo, todas las calles empezaron a verse invadidas por ratones que merodeaban por todas partes, arrasando con todos los bienes de la gente. Algunos de estos ratones trabajaban en el congreso, otros eran sindicalistas, habían formado agrupaciones militantes, etc, etc. Si bien era comprensible el motivo de la invasión, que eran la avaricia, codicia, poder, no podían entender como cada vez había mas y mas, entonces los gobernantes de Hamelín, que vieron peligrar sus riquezas, para dejar tranquilo al pueblo decidieron ofrecer cien monedas de oro a quien pudiera llevarse los ratones de Hamelín.

Pronto se presentó un joven flautista, a quien nadie había visto antes y les dijo

– La recompensa será mía, me llevaré todos los ratones de Hamelín.

Esa misma noche, el flautista empezó a pasear por todo el pueblo haciendo sonar una hermosa melodía que parecía encantar a los ratones, poco a poco, se empezó a llevar aquella plaga fuera del pueblo, la gente estaba feliz de que los ratones se estaban yendo lejos, este hombrecillo dejaría tranquilidad a sus habitantes. Pero sin darse cuenta, el flautista que se estaba llevando a los ratones, se enteró que el gobernante máximo y sus ayudantes, también eran ratones, y se los estaba llevando también. Él supuso que estaba haciendo lo correcto, pero aquellos que no querían ser descubiertos decidieron hacer desaparecer al flautista Nisman. Y así, ninguna persona del pueblo pudo enterarse que estaba siendo gobernado por ratones. El flautista se llevó consigo su pequeño secretito.

Y colorín colorado, ojala este cuento no se haya acabado.

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