Yo también… ¡Sí! Yo tengo – ¿Por qué no confesarlo? – un pequeño fantasma, un duende de familia.
Preludio
¿Qué es un fantasma? Quizás sea algo terrible, condenado a repetirse una y otra vez; un instante de dolor; quizá algo muerto que parece vivo, suspendido en el tiempo como una fotografía borrosa, como un insecto atrapado en ámbar.
Esto no es una leyenda urbana, ni pretende asustar; sólo tiene la misión de hacer catarsis y de generar un relevamiento de los hechos que acaecen.
Mi hogar es una casa de barrio común de una zona normal, tiene cuarenta años de antigüedad; no es un caserón amenazante con una historia truculenta de asesinatos o rituales satánicos. Cuatro habitaciones, cocina y comedor, sólo eso; vivimos únicamente dos personas.
He optado por contar algunas cosas puntuales, el resto de los hechos ocurridos me los reservo. Tengo recuerdos de pequeño sobre eventos extraños que se desarrollaron, y que lo siguen haciendo en estos días, nada ha cambiado, sólo la percepción nuestra sobre ellos.
Sobre la música y las voces o allegro andante
Uno de los casos ocurre generalmente durante las noches: en horas de la madrugada se suele escuchar en la casa una música hecha con alguna especie de órgano. Con una melodía desconocida suavemente traspasa la puerta cerrada de mi habitación y se deja escuchar sin ninguna pista de su procedencia, a pesar de mis investigaciones. Nunca sube de volumen, pero tiene la peculiaridad de llenar el ambiente con sus notas afinadas; en cierta manera es esquiva, se deja escuchar si uno está prestando total atención, por eso en la antesala del sueño es normal que aparezca. En varias ocasiones busqué en la oscuridad su origen, caminé sigiloso por la casa pero fue infructuoso. Esos acordes de un clavicordio han sido escuchados desde que tengo recuerdos.
Con las voces que se escuchan es diferente, para eso no hay horario; desde tan cerca como lo puede ser al oído o desde la distancia. Es una suave voz femenina que sólo dice el nombre del aludido. En cualquier situación en la que uno este es sorprendido por el susurro; hecho que hace que se le crispe la piel a uno. Más de una vez he dado un respingo al sentir mi nombre pronunciado desde el final del pasillo estando yo en la cocina o en mi oído cuando me estoy distraído. Sólo una vez interactuó conmigo. Una noche de insomnio me atormentaban mis pensamientos existenciales, hasta que en un momento determinado dije en un murmullo: de nada sirve rezar. De manera inmediata escuché que me contestaban al oído: a veces viene bien rezar. Era la misma voz femenina que tiene por costumbre llamarnos por nuestros nombres.
En cuanto a presencias extrañas o adagio non troppo
No todo se basa en sonidos, las figuras misteriosas están a la orden del día. Estas últimas se manifiestan de formas variadas; cómo una sombra clandestina, humo, un movimiento de algo indefinido visto por el rabillo del ojo o al pasar frente a un espejo. Casi de manera invariable son una forma pasajera que pasa de una habitación a la otra en un segundo electrizante, cómo si estuviera buscando una cosa. Pero a veces se manifiestan de otra manera.
Mi padre era gran fumador, y por ende tenía una tos crónica; una noche él estaba acostado -leyendo su libro de turno de los tantos que leyó en su vida- cuando tuvo un acceso de tos; entonces en la puerta de su habitación se materializó una figura que le dijo: mejor que dejes de fumar. Esto fue escuchado, en forma clara, por las personas que estábamos por la casa; mi padre describió al visitante cómo una persona de pelo crespo con barba, un desconocido.
En otra ocasión estaba utilizando la video llamada de Skype y mantenía una charla con otra persona. En un momento determinado mi interlocutora, dejó escapar un grito y se paró de su silla. Extrañado le pregunté qué le ocurría, luego de que se repusiera me contestó que detrás mio, en la puerta, había una figura vaporosa flotando, y que siguió su camino por el pasillo cuando ella gritó (luego hicimos varias pruebas para recrear y refutar lo que vio, pero no pudimos)
Eventos inexplicables o allegro con brio
También ocurren otros portentos, a los cuales les busqué explicación, y en la mayoría de los casos no la tienen. Las cosas que se pierden y aparecen en otra parte no son una novedad, sólo una pequeña parte. Cosas que se caen o se desplazan de su sitio sin aparente intervención de nada o de nadie; puertas que se abren solas, sin viento u otra intervención. La continua sensación de ser observado o estar acompañado en la más absoluta soledad.La guitarra que sonaba sola, siempre en la misma nota, hubiese gente o no; o el volumen de la radio que se sube o baja en forma abrupta..
Hace años en casa había una máquina de escribir, grande, robusta, contundente; de marca Remington y de uso cotidiano, para que la letra marcara el papel hacia falta una fuerza de dedos de cierta consideración; esa máquina tenía la costumbre de funcionar, en apariencia sola, las teclas golpeaban con algarabía al rodillo vacío, porque cuando se le ponía una hoja en blanco, para una supuesta comunicación, el fenómeno no ocurría.
Tuve la posibilidad de documentar de alguna manera estos sucesos, sólo en una ocasión azarosa.
Tengo el oficio de fotógrafo y andaba por el patio probando una lente 300 mm. macro, que me permite grandes acercamientos a las cosas, en esos momentos era una nueva adquisición. La estaba probando en el patio y saqué la siguiente foto.
Cuando estaba viendo en el monitor de la pc los resultados de las pruebas pude observar una cosa que me llamó la atención, en el lado izquierdo del papelito que está centrado se puede observar una cara. Me sorprendió porque estoy seguro que en el momento que tomé la imagen no había nada ahí. Puede ser un caso de pareidolia (un fenómeno psicológico por el cual identificamos figuras o formas familiares a partir de un estímulo que no necesariamente debe ser muy intenso, sino que puede darse de manera vaga y aleatoria) Descarto cualquier mal desempeño de la cámara o de la lente, porque funcionan a la perfección.
Conclusión o gran final con bombos, platillos, empanadas y vino
Los del otro lado nos visitan, se dan una vuelta por acá y se divierten, nos miran, nos ayudan, nos hacen bromas. Tendrán nostalgia o aburrimiento o quizás les den franco en el cielo para darse una vueltita. Capaz que están perdidos o no saben o no entienden por qué nadie les responde sus preguntas o por qué atraviesan las paredes o por qué vuelan.
De su existencia no tengo dudas y al dejar de ser un enigma se pierde la mística y entonces el acostumbramiento toma el lugar del espanto, y ya no llama la atención y pasa a ser cotidiano.
Los del otro lado están ahí.
Sé que en cualquier momento una voz femenina me va a llamar por mi nombre. A pesar de todo, no puedo evitar que se me ericen los pelos del brazo.
Uhhh! Me hace acordar cuando vivía en la casona de los Arena, Boulogne Sur Mer esquina Emilio Civit, también nos visitaban!
muy bueno Adrian