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Despedida de soltero

La columna de Mara en una noche que termina mal. Los detalles, la proveedora de escorts en Mendoza y las estrategias que utilizan los hombres para diagramar su última cena de solteros.

por Mara López Medea.

Años atrás las despedidas de solteros seguían una temática de broma pesada (le decían joda texana por aquel entonces), que alternaban en experiencias violentas desde un baúl abierto donde el novio era paseado desnudo por toda la ciudad hasta Soppelsa, encadenado frente a la casa de su novia o hasta en algún caso, enyesada alguna parte de su cuerpo para que fuera a la ceremonia de su casamiento en ese estado y todos se divirtieran a lo loco viéndolo. El novio aguantaba cualquier cosa con tal de ser más despiadado aún en la despedida que le seguiría en turno. Así de estúpidas y sadomasoquistas eran las cosas.

En cuanto al festejo de la noche en sí, era bastante obvio.  Creo que, según el tipo, una podía imaginar el grado de juegos que utilizarían para sentirse libres por última vez. La presencia de alguna chica no muy correcta era un clásico para algunos y una fantasía que para otros sólo terminaba en un asado con truco y fernet.

Los tiempos y los casamientos cambiaron. Las despedidas también. (Parece que se volvieron más sexistas todavía).

Hace poco en una de estas juntadas con ex compañeros de secundaria uno de ellos contó frente a todos haber ido a la mejor despedida de solteros de su vida. Así me enteré de ésta que les contaré. De su relato en general me llamó la atención la logística, el gasto y los personajes que asistieron al festejo (hombres en apariencia serios y maduros) pero en particular me intrigó el despecho que percibí en él, el delator.

Se organizó lejos, como la mayoría. Esta vez una finca en Vistalba haría de locación para la película que tenían todos en la cabeza. El soltero homenajeado, estaba dando sus primeros pasos en política, era grande y conocido por sus excesos. La despedida no podría ser así nomás.

El organizador fue, como siempre, el casado más reprimido del grupo (más de tres horas diarias de poringa, gemidos y área-vip). Sorprendió a todos con el presupuesto exorbitante destinado al  “placer”. Por supuesto, compartió su entusiasmo con los separados que ¡por fin! iban a tener una noche de aquellas como cuando eran jóvenes, todos juntos, y hasta convenció con argumentos racionales a los dos amargos de siempre que se oponían.

De acuerdo o no con el plan la asistencia fue rigurosa. (Código de varón).

A las esposas preguntonas se les dio poca información y se simuló poco interés, sólo un asado en la finca, comer y chupar a morir…, ya estaban grandes para otra cosa.

Reunión clave

En el café de un hotel céntrico se entrevistaron con ella, la señora por excelencia de las escorts en Mendoza. Por mucho tiempo conocida por ser la dueña de una de las agencias de promotoras más requeridas por las empresas. La Dama, hizo esperar un poco al ansioso contratante. Todos en el lobby se dieron vuelta para mirarla. Su aire a Catherine Zeta Jones es notorio sumado a que extrañamente busca llamar la atención cuando está en un lugar público. Su entrada estilo Red Carpet es inherente a ella como lo son sus lazos y pañuelos de seda que se mueven a su paso como si tuviera un ventilador de charme siempre de frente.

Saluda a cuanto empresario se encuentre por ahí y ellos le responden. Claro, ella personalmente los ha atendido en otros tiempos. Aún en las fiestas ellos la presentan a sus esposas. Nadie podría sospechar que tan encantadora mujer oficia de crosser en las “aburridas catas de vino de sus maridos”.

Una vez en la mesa, el contratante nervioso le ofrece champagne o vino tal vez, ella pide un té. No bebe alcohol.  Habla muy seriamente, incluso desde lejos podría decirse que la situación es inversa y pareciera que es él quien pretende venderle algo a ella. Se cierra el pacto. Dos chicas elegidas en una de estas tan conocidas punto com de Buenos Aires, altísimo fee para cada una, más pasajes en avión y estadía aparte.

Se elige un mix. Rubia estilo Luli Salazar y morocha tipo la Escudero. Una de ellas baila en un programa de televisión que actualmente va en el verano, y la otra aporta a su cv haber salido con un delantero muy conocido de San Lorenzo, dice La Dama.

Fascinados con la locura, los chicos (cuidándose de no incinerarse en el aeropuerto) mandarían a un remisero a recibirlas con un cartelito – Representantes Avon –. Ya en el centro, las cruzarían al auto que las llevaría hasta la finca.

Mientras tanto, la despedida empieza como todas, con asado y alcohol. Ellas llegarían más tarde traídas por uno de los solteros quien renunciaba a la previa con tal de oficiar de chofishio (chofer-cafishio) por una noche, poder charlar con las chicas y así saber algo de cada una primero que los demás y quizás conseguir algún beneficio extra. Ahh, nada como sentirse macho delante de los propios amigos ¿no?

Las chicas, vestidas hasta el momento como para ir al programa de Polino, bajaron del auto y pidieron un lugar para cambiarse. Preguntaron si habría un enchufe cerca ya que habían traído un regalito para el novio…

Los amigos serviles las pusieron cómodas, les sirvieron champagne y hasta las invitaron a sentarse a la mesa para comer (fantasía insuperable, si las hay, comer con ellas) Dijeron que no. (Obvio, venían a trabajar).

Ansiosos como adolescentes y emulando La Cena de los Tontos sólo hablaban de qué jugador habría estado saliendo con la morocha. Si habría sido el Ogro o el Pocho. ¿¡Cuál sería?! ¡¿Cuál sería?!

Estaban dispersos y nerviosos. Qué fueran de Capital los ponía en una situación de sumisión que no habían experimentado en otras despedidas con chicas locales.

El novio había sido macerado desde temprano en alguna mezcla química-etílica, por lo tanto, ya no sabía muy bien dónde estaba.

Aparecieron las chicas vestidas de enfermeras y arriba de ese atuendo las camisetas del equipo rival del novio. (¡Esas jodas me matan!) Todos estallaron en carcajadas y rodearon al novio, lo sentaron en una silla y lo desnudaron de inmediato.

Trabajando de a dos, las profesionales iniciaron un baile erótico sobre él. Los amigos impacientes tiraban manotazos queriendo hacer valer su gran colaboración monetaria cuánto antes.

El esfuerzo fue en vano. No había forma. Como siempre el novio no pudo, en cambio sí los amigos satisficieron su dosis de perversión contenida.

La rubia trajo el regalo y pidió ayuda, algunos amigos alcoholizados y algo asustados por el tamaño del aparato ayudaron a dar vuelta al novio. Todos al unísono coreaban – ¡trío!, ¡trío!, ¡trío! –  Y  luego de juegos fingidos sobre el juguete, las chicas pusieron play y lo usaron entre ellas, y ¡zas! en el novio.

Yo no sé si fue el cabezal mal enganchado, el desgaste lógico del dispositivo o la luz de la finca que se cortó, pero algo falló. Lo cierto es que este pobre hombre en estado casi inconsciente quedó con el tramo superior de semejante cosa introducida en su cuerpo, con sus amigos totalmente borrachos, inútiles y a oscuras, y con estas súper Barbies que de enfermería, parece, no sabían nada.

La electricidad volvió a los 40 minutos cuando lograron ubicar al capataz. La morocha reclamaba a gritos que les bonificaran el consolador en dólares. Los dos más santos del grupo habían metido a la rubia en una de las habitaciones, el novio bramaba de dolor en grado ya consciente y mi ex compañero, el buchón,  miraba como toda su plata y su esfuerzo por tener una noche gloriosa se esfumaban por haber permitido no empezar primero él.

El casamiento se hizo, claro. Y todos pudieron divertirse en la ceremonia. Ya no como antes por el yeso del novio sino más bien por el paso aplomado, más lento y cuidadoso que el de la mismísima novia.

El comentario social fue lo romántico que habían estado todos. Las amigas de la novia tirando pétalos de rosas y los amigos del novio tirando flores de manzanilla.

Fuente: www.mdzol.com

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