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El tóxico chat grupal

Todos estamos en algún grupo de amigos, de género, de gym, de política, de familia, de trabajo, de colegio, de ex compañeros, de confesión religiosa o lo que ataña a los diversos intereses de cada uno. Al menos en principio.

La intención inicial siempre es buena: mantenernos en contacto. El tema es que ese concepto de “contacto” atiende a la necesidad individual, y también a lo que los demás miembros entiendan al respecto.

Es una red social, por lo que eso de hacer un chat con sólo tres participantes en realidad no es mantenerse en contacto sino: no tengo tiempo para que nos juntemos a charlar, así que les hablo acá para que sepan que sigo vivo. Esto cambiaría si los tres participantes están en diferentes latitudes de un mismo mapa, se entiende que uno no puede estar tomándose un avión o la ruta solamente para juntarse a tomar algo. Si se tratara de la previa a un Ménage à Trois, la cosa cambia, hay fotos compartidas a la distancia, audios interesantes y alguna que otra experiencia fuera de lo habitual. Válido, aunque tiene fecha de caducidad. Una vez completado el trámite, adiós al grupo. Sin nostalgias ni reclamos. No hay toxicidad, la cual puede aparecer si se suma un cuarto integrante o se mantiene el grupo que vira a otros temas.

Es cuanto a los chats de colegio no voy a hacer mayor referencia, es una catarsis contra las maestras. Si se entiende así, cada uno se sale o se queda de acuerdo a lo que le venga bien. Si los que se quedan son tóxicos, el que se queda para criticar dicha toxicidad, lo es todavía más. Autocrítica, por favor.

El de los compañeros de trabajo funciona hasta que alguien postea algo con contenido político. En realidad, esto suele complicar las cosas en todos los grupos pero, en los de trabajo, se nota más. Si el jefe está incluido aunque no escriba nunca, las cosas suelen mantenerse en una tensa calma y alguien arma un grupo paralelo en donde el jefe no está y ahí funciona con la dinámica de un falso grupo de amigos. También está el jefe tóxico, no lo voy a negar. El hecho de permanecer en absoluto silencio pero chequear todos los mensajes marca una presencia amenazante.

El de ex compañeros está bueno si hace mucho no se veían. Si es mixto la cosa se pudre cuando alguien saca un tema feminista o machista. Si es de un solo género, en el de varones los temas son: mujeres en bolas, memes de los Simpson, fotos de asados y gastadas por partidos de fútbol. El de mujeres es puterío, fin (crédito a la marca registrada de Rodo Mendolotudo). Toxicidad variable, dependiendo de la de cada uno.

En el chat familiar hay de todo: cadenas de oración, desahogos de vecinos molestos o de la tía tóxica que vino a la última reunión familiar, fotos de los cumpleaños, videos de las monadas infantiles. Se pudre en época de elecciones. La relación virtual es piramidal, manda el más viejo y nadie lo cuestiona. Al que no le gusta, mejor salirse que discutir. Hay una toxicidad media, conforme a la de los vínculos reales, que responden a cuestiones generacionales más que personales.

En el chat de amigos es donde se ve la grieta. Todas ellas, incluso las mentales. Aparece el líder de la manada y también su antagonista. La cosa termina con la salida del chat de uno de los dos, los dos o la eliminación del grupo después de interminables discusiones y la salida de varios miembros para evitar el roce. Riesgo de alta toxicidad en caso de permanencia.

El grupo para organizar una fiesta o reunión es peronista, porque ya lo decía el General (en realidad lo dijo Napoleón que se lo robó a Juana de Arco -nunca lo sabremos-): “para que algo no funcione, nada mejor que crear una comisión”. Como la relación es básicamente horizontal, es lo mismo que decir que todos mandan. O sea, todos proponen, nadie dispone y mucho menos define. Peligro de golpe de Estado al que se le ocurra erigirse como líder de la comisión sin someter la decisión a voluntad popular rosqueda por “afuera del grupo”, naturalmente. Suelen quedar los de pensamiento afín y los demás se salen en bloque en lo álgido de una discusión o de a uno, a altas horas de la noche. Toxicidad alta sobre todo para los no peronistas, derechosos y/o de alta formación intelectual.

El grupo ideológico es el más tenso porque, aunque haya divergencias, hay que mantener las formas. Es el que más se parece a las relaciones cara a cara. Toxicidad baja si se entiende quien manda.

El punto en común a todos los grupos de toxicidad media o alta (en caso de permanecer en él), es que, tal como sostiene Richard Bomur, “de frente todos somos más buenos”. Lo cual es en sí una cuestión un poco patológica. Deberíamos todos ser tal cuál somos, en grupos de redes sociales o cara a cara. Pero detrás de la pantalla todos somos leones y panteras y, cara a cara nos parecemos más al Gato con Botas  rogando piedad.

Es fácil escudarse tras una pantalla, armar frentes, mostrar una imagen irreal. Lo difícil es sostenerlo en la vida real, hacerle frente a los leones que se nos vienen encima, tener un contenido propio que nos alimente y haga felices, más allá de las marionetas aplaudidoras o detractoras que también se escudan tras una pantalla.

Tres cosas para detectar la toxicidad de un grupo: 1) abierto las veinticuatro horas, 2) se habla de alguien que no está en el grupo (pudiendo estar, no me refiero a Donald Trump o Luciano Castro); y 3) todo está permitido, hasta el destrato y la falta de respeto. Permanecer o salirse es el mejor indicio de tu propia toxicidad ante el ambiente que se presenta. Como en las relaciones reales, como en la vida.

No vale silenciar un año, mejor salite, es obvio que no te interesa o que te interesa cuando te conviene. Los demás nos damos cuenta de que nos tenés silenciados.

Todos tenemos afinidades con alguien y divergencias con alguien. Los problemas se arreglan cara a cara, no montando un show. Y si no, al menos, una llamada punto a punto. No seas tóxico.