/Había algo maligno en mi celular…

Había algo maligno en mi celular…

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Aquella tarde llegué a mi casa luego de una jornada laboral extenuante. Me puse cómodo y como la rutina me indicaba me senté en el sillón del comedor a mirar el celular. En el trabajo no podía estar pendiente del teléfono y al llegar a casa me ponía a contestar mensajes, revisar fotos, videos y leer emails. Entré a la carpeta de imágenes y empecé a pasar las fotos recibidas, chistes, pornografía, fotos de mis amigos en Europa, fotos del bebé de la familia… hasta que encontré algo que me llamó la atención.

Primero miré sorprendido, e instantáneamente un escalofrío recorrió mi cuerpo… habían tres fotos tomadas en la madrugada, desde mi teléfono. Las tres eran mías, durmiendo. Incluso una había sido sacada con flash. Sentí una sensación rara. Yo vivía solo.

Lo primero que hice fue recorrer mi casa, en búsqueda de algo que me demuestre que alguien había entrado anoche, primero pensé en ladrones, pero todo estaba en su lugar. Luego pensé en una broma pesada de algún vecino o amigo, pero era imposible, todo estaba cerrado, además era inimaginable que alguien entrase a mi casa a esas horas a hacer un chiste. Esa noche busque cualquier excusa para no dormir en casa, terminé en lo de mis viejos. A la mañana siguiente lo primero que hice fue revisar el celular… todo estaba en orden.

El trabajo de ese día me hizo olvidar de lo ocurrido. Llegue cansado a casa y me fui a dormir temprano. Me costó bastante conciliar el sueño. Por las dudas dejé el celular cargando en la cocina, lejos de mi habitación.

Me desperté antes que sonara la alarma, cosa que jamás pasaba. Había dormido poco y mal. Sin vestirme fui hasta la cocina y entré a la carpetas de fotos de mi celular… ahí estaban, ahí estaba yo. Esta vez no era solamente fotos mías durmiendo, sino que había fotos de la casa, tomas macabras, oscuras, como el inodoro, la lavandería, el comedor de noche.

Intenté pensar racionalmente, debía ser algún virus en el teléfono o alguien que remotamente lo controlaba. Ese mismo día me compré otro celular.

Por la noche dejé el celular en mi mesa de luz, esta vez envuelto en una remera. El temor a volver a encontrar fotos mías me tenía tenso. Pero esa noche había algo más… sentía esa sensación de estar siendo observado. Primero desde el placard de mi pieza. Entonces cerré bien sus puertas. Luego desde el pasillo. Decidí ponerle llave a la puerta de mi habitación. Encerrado intente dormir. Tenía un miedo infantil, pero estaba solo y no sabía qué hacer. Encendí la luz del velador y pude dormir.

Levanté de madrugada… a oscuras. La luz no se había cortado porque estaba el aire encendido… alguien había apagado el velador. Rápidamente tomé el celular que seguía envuelto en la remera. Abrí la maldita carpeta… y nuevamente el horror.

Habían fotos mías, varias. En algunas salía destapado… fui pasando una a una hasta que llegue a una imagen que me espantó. Una especie de sombra hacía juegos con la toma y me cubría la boca. Temblaba entero, pero seguí pasando fotos. Aparecieron tomas de otras parte de mi casa. Me paré urgente, la puerta de mi habitación seguía con llave… esto era demasiado. Seguí mirando. El patio, la vereda, la calle… alguien había tomado fotos hasta de la puerta de la casa de mi vecino Raúl. Tipo imbécil, ¿porque no le pasaban estas cosas a él? Seguí pasando… entonces vi fotos de la casa de Raúl… de los dos hijos de Raúl y de su esposa… todos durmiendo, y esa nefasta sombra sobre sus caras, como jugando. Terminé la sesión temblando, sentí un ruido en la lavandería. Me vestí rápido y salí de casa.

Conduje por caminos herrados hasta que salió el sol. Aturdido y espantado de lo que me estaba pasando. Volví a pensar racionalmente. No podía ser. Me fui a cambiar el celular, reclamando fallas inventadas.  Me dieron uno nuevo.

Ese día fue imposible hacer nada, temía hablarlo con alguien y que me pasen por loco, no creía en los curas como para contar semejante historia. Estaba aterrado. Me descompuse en el trabajo y me mandaron a casa. Sinceramente no quería llegar. No sabía que hacer, estaba desorientado.

Al llegar ni siquiera saqué el celular de la caja. De a poco comenzó a oscurecer y el miedo y la ansiedad comenzaron a atormentarme. No pude siquiera cenar, deseaba con toda mi alma que acabase aquella pesadilla. Había buscado por internet casos similares pero nada, tenía que hablar con alguien, pero no sabía a quién recurrir. A la casa de mis viejos no podía volver sin que sospechasen algo. Supe que esa noche no iba a poder dormir, así que me tomé unas pastillas fuertes para conciliar el sueño. Cuando ya no daba más y el cansancio me ganaba decidí acostarme, pasada la media noche.

De pronto abrí los ojos… nuevamente la madrugada. Estaba completamente despierto. Sentí gritos en la calle. Busque rápido mi teléfono, lo saque de la caja y lo encendí. Abrí la carpeta… otra vez. Fotos mías, pero esta vez no estaba solamente durmiendo. Esta vez vi fotos mías despertando, con los ojos blanquecinos, caminando como un sonámbulo mientras me tomaban una aterradora sesión de fotos. Yo… a oscuras. El miedo me desbordó… yo en la cocina. No podía creer lo que estaba viendo. Me temblaban las manos. Yo agarrando un cuchillo enorme… no lo podía creer. Me habían estado tomando fotos sonámbulo. El corazón me explotaba.

Más fotos de la casa, ahora de la vereda, luego de la escalera de Raúl, de su puerta, de la habitación de sus hijos… y el espanto. Una a una vi sus fotos, sus dos niños, su esposa y Raúl… sangre, cuchilladas, mi mano, sus cuerpos plagados de cortes, gritos, dolor… encendí la luz de mi habitación y mire atónito al rededor.

Estaba bañado en sangre, mis manos, mis sábanas, mi cuerpo. Al lado mío el cuchillo de las fotos. Entonces escuché más gritos, sirenas y un estallido impresionante. Habían entrado a mi casa, era la policía. No alcancé a ponerme de pié que una bota abrió de un solo golpe la puerta de mi habitación, aparecieron tres uniformados apuntándome. Levanté las manos, bañadas en sangre y me arrodillé en el piso, sumido en un llanto imparable. Me esposaron… me gritaron cosas y me subieron al móvil, mientras vecinos en camisón, gritos e insultos teñían la espantosa escena.

Hoy cumplo la condena por un crimen que no he cometido de manera consciente. Algo me llevó a hacerlo… esa sombra. Esa maldita sombra que se me aparece cada noche, en cada silencio, en cada rincón de esta fría celda, mirándome desde la oscuridad, acechándome, hostigándome…

 

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