Pasada la medianoche hablaba con una amiga en mi trabajo y me decía que le había pegado el bajón, que se encontraba desanimada, desmotivada, sin ganas de nada, solo dormir y esperar que con el tiempo se apaguen las sensaciones de esta época de bajón.
Una o dos veces al año, me decía, me pasa esto de sentirme deprimida, por decirlo de una manera. Después de la charla, me puse a pensar y llegue a la conclusión de que estaba en lo cierto, me ha pasado muchísimas veces, y no necesariamente por alguna causa en particular, en ciertas etapas me he sentido mal y con ganas de invernar como los osos sin ningún motivo, o al menos yo no sabía o no encontraba la causa del mal sentimiento.
“Si, estoy en la oscuridad, pero cuando vuelva, lo sabrán” decía la gran Amy Winehouse en una de sus adictivas canciones. Es muy común que cuando uno se siente mal escuche esas canciones que fueron creadas a partir del dolor que tenían en el alma sus autores, esas que cuando uno va en el auto imagina estar viviendo en carne propia el video.
Es bastante contradictorio del tema de la música, porque uno escucha música triste precisamente porque se siente mal, pero esta genera una sensación de alivio, ¿escucho música triste y me hace sentir bien? Si, así es, la música genera un tipo de catarsis que nos hace aliviar esa sensación de angustia, también hay una diferencia entre lo que siento de la canción y lo que percibo, cuantas veces se han usado en películas o novelas canciones tristes en situaciones románticas que quizás nada tenía que ver lo que el cantante quería decir con lo que se muestra en el producto.
En uno de sus libros, Fernando Peña decía “no todo es tan malo”, y lo decía en un contexto que se lo permitía afirmarlo, habiendo superado el cáncer una vez, siendo HIV positivo, sostenía que todas las personas deberían tener una enfermedad terminal y por supuesto curarse. Relataba que la enfermedad le había hecho ver lo finito, que la vida podía llegar a su fin en muy poco tiempo, que no era inmortal y que todo se podía acabar, y no se refería a las cosas extrañas o extravagantes, si no a algo tan simple como despertarse, tomar agua, reírse con alguien, un beso o un abrazo.
Y cuánta razón hay en esa mínima reseña de ese escrito, le damos tanta importancia a cosas del trabajo, a los problemas, a los negocios y a una infinidad de cosas que nos llevan a sentirnos mal, angustiados, a tener sensación de depresión y a que la vida nos tira al suelo y nos agarra a patadas cuando lo importante está en las cosas simples que uno vive todos los días. En uno de los libros de Pilar Sordo, cuenta que le había pedido a un paciente, que era no vidente, que le escribiera las cosas que lo hacían feliz en su día a día. Pasados los días el paciente vuelve, había puesto cosas como acostarse a dormir en sabanas limpias, la temperatura del agua cuando se daba una ducha, la sensación de frescura que le daban las burbujas de la gaseosa antes de tomarla, y todas cosas simples que muchos no vemos, me incluyo, y que no sabemos disfrutarlas.
Llegue a la conclusión de que es sano sentirse mal de vez en cuando, y aferrarse a lo importante y a las personas importantes, que son las que aparecen es estos momentos de confusión, dolor, angustia y todos sus derivados, entendiendo esto lo feo seguro se acaba o se hace más liviano el caminar con ello y uno vuelve renovado, de vuelta la misma frase “No todo es tan malo”.