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Los veinte ojos dominantes

Un lector nos deja una serie de reflexiones sobre los tiempos actuales que estamos transitando, ¿qué es lo realmente fundamental y cuánto invertimos en ello?

¿Sintieron alguna vez esa sensación de la pertenencia obligada, o simplemente no encajar en lo establecido? Preguntarse siquiera el porqué debemos aceptar las reglas. ¿Con qué sentido marchar hacia el abismo de la repetición, «la rutina de la hormiga», el hacer por años lo mismo, completar los proyectos sociales precocidos?

Acepto y entiendo las bases del sistema. Quedarse en lo que determina la civilización, pero acaso ¿no podemos pretender ser más nosotros, más genuinos, más reales, escupir a la coherencia social y políticamente correcta?

Llegando a mis cuarenta años, observo las múltiples realidades de las personas y hay algo que no funciona. Definitivamente siento erróneo el proceder del ser humano, más preocupado en ser el auto importado y no la mancha de aceite que deja el mismo en la carretera.

Muchos corren de atrás la vida, ¡esclavos modernos o marionetas perfectas! Malgastan su tiempo en demostrar sus progresos materiales como si eso valiera la pena para alguien, como si eso fuera perdurable en el tiempo, como si esperaran un balón de oro por ganar tan solo dinero. Contribuyen con sus acciones a perpetuar que se centre el poder en los mismos conocidos de siempre. Esos veinte ojos que manejan los hilos del planeta.

Comprendo la vida encadenada a otra persona, aunque convivir por años con alguien que puede transformarse en una dependencia nociva, es un riesgo carnívoro. Pero qué va, si fuimos educados para formar familias y la mayoría afirmo no está preparado para esa responsabilidad. No obstante hay que procrear, seguir alimentando “el establishment”. Es la mejor manera de conseguir fieles, que se convertirán en una figurita más de un álbum que tarde o temprano deberá cambiar.

Es muy violenta la desigualdad social, tanto regional como continental, dependemos de la suerte. Si naces en África o en la India muy probable el hambre y las enfermedades te derroquen. ¡Igual no desesperes!, tenés la chance de rezarle al Dios nacional para que te salve de lo que tendría que ser legítimo, por el hecho único de pertenecer a esta humanidad.

Es increíble que, por haber nacido en Sudamérica vivamos en “el espiral del sinsentido”, pueblos saqueados por corporaciones una y otra vez, continuamente en complicidad con los políticos de turno.

Los primeros mundos  y sus obscenidades capitalistas, «el gran progreso americano» y la Europa con sus dos guerras mundiales y ahora… Coronavirus para todos. Colmos de la inacción, después de tantas muertes en vano, deberíamos respirar en un mundo más justo. Sin embargo todo sigue igual, dominados por los líderes políticos, o en crudo, títeres gana votos para los veinte ojos que dominan el esculpido modelo.

Fuimos, somos y seremos domesticados. Me pregunto ¿hasta cuándo aguantaremos dicha domesticación? Vemos que se están derribando muros de influencia, la iglesia perdió credibilidad, los pueblos y gobiernos latinoamericanos comenzaron la guerra, maquillados bajo el nombre de golpes de estado o revoluciones sociales.

La tecnología avanza dejando tremendo desempleo, los recursos naturales escasean, las corporaciones y sus mega industrias han destrozado el medio ambiente, el mundo está dañado, herido de muerte.

El fin justifica los medios para “los 20 ojos dominantes”. ¡Nada los conmueve!, saben que no hay un Dios y esa es su ventaja. Lo crearon para tener todo el poder manso y dominado… resguardado ante la quietud de las masas.

Sin Dioses no hay dominados.
Sin Drogas no hay consumidores.
Sin delitos no hay abogados.
Sin automotrices no hay tragedias.
Sin enfermedades no hay negocios.
Sin petróleo no hay monopolios.
Sin cultura y educación hay ignorantes electorales.
Sin hambre no hay clientelismo.
Sin terrorismo no hay excusas.
Sin enseñanza hay abortos.
Sin corrupción no hay líderes.
Sin esperanza no hay milagros.
Sin expectativas no hay decepciones.
Sin propaganda no hay populismo.
Sin burocracia no hay gasto público.
Sin esclavos no hay capitalismo.
Sin guerras no hay imperios.
Sin terceros mundos no hay primeros mundos.

Escrito por Alfredo N. Avila para la sección:

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