Ansiosa preparé la mudanza para mi nuevo departamento. Estaba feliz, tenía mi familia y amigos cerca y estaba encantada con lo que sería mi lugar de relajación. Donde podía andar en bolas y hacer lo que se me cante. Después de todo el lío y estrés que causa mudarse, caí rendida la primera noche como una bolsa de papas.
Todo era hermoso, tranquilo.. Hasta que hechos extraños comenzaron a suceder.
Como siempre yo hacía de cuenta que nada pasaba. Pero era inevitable ignorar tales cosas.
Una noche recostada en la cama me puse a revisar mi celular. De reojo vi una sombra que se asomaba a la puerta de la habitación. No esta de mas aclarar que me mude sola.
Sin espantarme lo dejé como algo sin importancia.
Días después llegué del trabajo y noté todas las puertas de los muebles abiertas. “Que extraño”, pensé, yo deje todo en orden.
Los muebles comenzaron a crujir. Hacían ruidos como si fueran los muebles mas viejos del mundo. Mis muebles nuevos, los cuales se estaban estrenando.
Una tarde noche, llegando de trabajar, me puse a hacer mis informes del día.
De pronto empecé a escuchar un llanto. Como podía ser, un llanto dentro del departamento. Revisé todo y sin encontrar absolutamente nada comencé a hacerme a la idea de que algo andaba mal. Aún así continué con mis cosas, me fui a cenar y a recostarme a la cama, estaba agotada.
Entre dormida y despierta noté ruidos en la casa, vi como se abría la puerta del placard. Me cubrí con mis sabanas, como si eso me fuera a proteger de algo. No señores, las sabanas no espantan a los demonios.
Sentí como alguien se sentaba a los pies de mi cama. Les repito que no había absolutamente nadie en el departamento mas que yo y yo.
Solo cerré mis ojos y me concentré en que me debía olvidar el tema… Algo imposible de hacer en una situación así.
Al otro día le conté todo esto al esposo de quien alquilaba. Me dijo que en mi departamento había vivido el ultimo tiempo, quien fue su suegra. Que paso sus últimos días y falleció ahí.
La señora vivía llorando todo el tiempo y lamentándose por todo. Pero que había sido una buena mujer.
“Bueno” dije “El espíritu de una señora, no creo que quiera hacerme daño”. Pero no era todo como yo creía.
En el complejo habían varios departamentos y mucho verde, era lo que me había encantado del lugar. Plantas, un lindo limonero y la higuera que estaba justo atrás de donde vivía.
Era una de esas noches de verano, donde el calor era insoportable. Yo dormía con la ventana de mi habitación abierta, entraba un hermoso aire desde el patio.
Quería terminar mi libro. Pero fue lo menos que llegue hacer en ese maldito lugar.
Algo apareció en la ventana. Algo que bajó de ese árbol. No, no era un ladrón. No era una persona.
Simulando que no veía nada, traté de meterme en lo que leía. Pero “eso” cada vez se acercaba mas y mas.
Era una sensación horrible y nunca supe que era “eso”, pero era absolutamente oscuro, flotando con un rostro espectral y se me estaba acercando. Pero cuando intentaba focalizar desaparecía. “¿Que mierda hacia?”, quedé congelada. Y solo quise dormir para que desapareciera como si fuese un mal sueño. No podía volver a mi casa, asustar a mi familia o gritar y alarmar a los vecinos. Sobre todo porque no se veía nada cuando yo quería, sino solo cuando “eso” quería mostrarse.
Desperté al otro día más tranquila, pero esa imagen en mi cabeza no se había ido. Estaba pensando seriamente en mudarme.
La noche siguiente, fue la noche mas aterradora de mi vida. Muerta de calor me costaba conciliar el sueño.
Esos ruidos molestos otra vez… solo se me ocurrió decir en voz alta “la puta que los parió déjenme descansar”… pésima gran idea.
Sentí algo en mi cuello, no podía moverme. El aire comenzó a faltarme. Sentía como esas manos me presionaban, me asfixiaban. Otra vez “eso” flotando en el ambiente, como testigo de lo que me estaba pasando, poco a poco perdía el conocimiento, no podía hacer nada… algo me estaba matando lentamente por el cuello, las luces se comenzaron a tornar pálidas y de pronto todo oscureció… lo último que alcancé a ver fueron varias sombras a mi alrededor. No podía gritar, creía que estaba muriendo. Y todo terminó ahí, con mi inconsciencia…
Desperté al otro día, confundida… al mirarme en el espejo vi que tenía el cuello lastimado, morado y con cicatrices… salí corriendo y nunca mas volví.