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Los Fasolotudos

En esta era de modernidades cada vez más ahuevonadas, pareciera que cualquier cosa que anda dando vueltas por ahí es una buena tendencia para hacerse el raro, marcar una diferencia y por supuesto tratar de divertirse en el camino. Y así es que, como pasó con el alcohol y pasó con el cigarrillo, ahora la boludez de onda es clavarse un faso.

Hace algunos años, hablar de marihuana era hablar del under de la música, de Bob Marley y de Amsterdam. Incluso los primeros faseros eran condenados por la sociedad como drogadictos desalmados faltos de padres, de principios y de educación, con los ojos inyectados como si estuviesen poseídos por el demonio. Hoy realmente vemos que no era para tanto. El consumo en nuestro país comenzó a darse curiosamente en los extremos de las clases sociales, muy altas o muy bajas, quedando la clase media “a salvo” de estos curiosos personajes que denominaremos “fasolotudos”.

Con esta nota no quiero condenar ni estigmatizar a las personas que consumen cannabis sativa, en cualquiera de sus formatos. Lo que intento es concientizar al lector de ser menos pelotudo a la hora de ver un faso o de fumarse un churro, para no caer en esta “división Miami” de archi-mamertos fumados.

Primero y principal aclaremos una cosa. La marihuana es droga. La droga es mala. Su consumo afecta a quien la consume. Porque si hay algo que me rompe soberanamente las pelotas son esa horda de infelices pseudo-progres que se hacen los médicos infectólogos y determinan las consecuencias poco nocivas que tiene el consumo de marihuana. Generalmente comparándolo con otros vicios.

Segundo, que el faso sea mejor o peor que bajarse un atado de puchos o que ponerse media botella de Fernet encima, lo mismo me da. No es una competencia sobre qué hace peor, es como comparar martillarse un dedo, serruchárselo o prendérselo fuego. Todo es malo salames. Si bien clavarse un porro no es fumarse un chino, tampoco es como tomar vitina o desayunar con avena.

Otra cosa que me genera una risa incontrolable son los que le pegan una pitadita y automáticamente actúan como fumones. Yo estoy convencido del efecto placebo que tiene el tomar con dos dedos un pelpa armado con yerba y mal arrugado. Instantáneamente sienten que su cuerpo se relaja experimentan un hambre voraz y se ríen descontroladamente de cualquier chotera. Se predisponen a los efectos clásicos de dicho estupefaciente aunque estén fumando lechuga con orégano.

Los nuevos faseros son otra casta que da que hablar. Probaron macoña alguna que otra vez en una noche divertida y ya se sienten expertos en la materia. Hablan de flores y cogollos, intercambian consejos de agricultura cuando el único cultivo que hicieron fue la germinación del poroto en segundo grado. No saben ni siquiera armarse sus propios fasos. Esconden sus agujitas (fasitos finitos para principiantes) como si estuvieran en posesión de Plutonio-239 y tosen como mineros chilenos a la primera calada honda.

El paso que le sigue a este fasolotudo es el master en THC y psicoactivadores. A los gorreados no les alcanza con sentirse psiquiatras, ni tampoco con sentirse ingenieros agrónomos, los tipos tienen que pasar a un nivel superior de especialidad, necesitan ser “cannabicultores”, que sería una especie de físico nuclear de la NASA, pero con semillitas. Se cansan de fumar cagadas paraguayas que se las cobran como si fueran unas “Royal Madre” y comienzan a criar sus propias plantas. Se meten en todos los foros, compran las revistas boludas de marimba, y hasta piensan que meando la macetita las van a hacer crecer más rápido. Pffffffffff.

Por último tenemos a los fumones artísticos. Viven fumados todo el santo día. Por supuesto que cultivan, puesto que si tuviesen que comprar esas cantidades, se funden a la semana. Generalmente artistas, músicos, diseñadores, publicistas, humoristas y escritores entre otros, intentan suplir su falta de talento o buscan inspiración divina en los efectos del faso. Tienen bongs, pipas, arman tuqueras, prenden en una manzana y toda una sarta de huevadas para sentirse más exclusivos mientras se meten la mayor cantidad de hierba posible.

Una de las tendencias lamentables que va teniendo el tema de la marihuana es el efecto aglutinador que tiene entre sus seguidores. Esto tiene que ver tal vez con la condena social que se les propina a los fumanchines, quizás porque se sienten un poco fuera de la ley o porque simplemente se quieren hacer los raros, los fumones arman grupitos para drogarse, se andan escondiendo en rincones de bares, boliches y fiestas. Y lo que genera tristemente esa unión ahuevonada, es que invita a hacerse parte de este tipo de grupos, para generar ese estéril sentimiento de pertenencia, sobre todo en los más loosers.

Otro aspecto sumamente molesto del fasolotudo es la apología a la marimba. Está todo bien que te pinte el churro papá, pero no me lo quieras vender como té verde. De repente el faso tiene más aplicaciones medicinales que la penicilina. Relaja como el Lexotanil, te saca la ansiedad como el Valium y es antidepresivo como Rivotril. En cualquier momento va a servir para adelgazar también. Pareciera que tiene más propiedades que el aloe vera.

Conclusión: si quiere fumar mandanga, fume. Pero por el amor de Dior no hace falta montar un circo cada vez que se zampa una vela. Fumar yerba no es ningún logro y a nadie le interesa los efectos que tenga en cada uno. Ud. no ve a la gente que fuma tabaco gritando “No sabeee looocoo me clavé alto Marlboro Box y siento como me arden los pulmone’ chabóoonnn”. Boludeces no.

Así que si le pinta la mota, como diversión o para relajarse, haga lo que le venga en gana, pero hágase un favor y no caiga en las tentaciones de ser un gilastrún a la enésima potencia y actuar como un verdadero “Fasolotudo”.

Shhhhh paraaaaaaa están hablando del faaaaasoooo!!!

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