Un día, de casualidad, charlando con una tía, me contó que ha tenido muchas experiencias “paranormales”, lo cual no me pareció raro viendo con el espécimen con el que se caso, pero bueno esto no viene al caso. Volviendo al tema, me comentó que allá por el año 1987, decidieron comprar una casa en calle Las Rosas y 25 de mayo, una casa antigua de dos plantas, fría, pero su primer casa al fin. La familia estaba constituida por ella, su esposo, y sus 3 hijas pequeñas.
Una noche, mientras estaba en la cocina sintió que algo la incomodaba, como que la estaban mirando, desde las sombras de la habitación continua. El silencio era ensordecedor. Se dio vuelta y vio que no había nadie, siguió sintiendo una presencia que le ponía la piel crespa y cuando volvió a voltearse vió una sombra bajo las escaleras, una sensación gélida le recorrió la espalda, de repente sintió abrirse la puerta de entrada y quedó perpleja, casi para el infarto vio que era su marido, quién al entrar se asustó al ver la cara de ella pálida y temblorosa. Alcanzó a decirle que pasaba algo raro, entonces cerraron la puerta y de pronto sintieron que alguien subía rápido las escaleras, haciendo crujir los escalones de madera. Prendieron la luz del pasillo y no había nada, las niñas dormían plácidamente. Pensaron que era sugestión, que los espíritus y fantasmas son cosas de la mente y se fueron a dormir. El corazón de Elena latía estrepitoso. Incluso al ducharse tuvo que hacerlo con la cortina corrida de par en par porque se sentía observada.
Esa misma noche sintió a una de las niñas cantar, era una especie de lamento, suave y melancólico, pero triste y nostálgico. Se levantó, fue hacia su habitación y encontró que la puerta esta cerrada con llave. El canto se hizo más desgarrador y tenebroso. Desesperada le preguntó a su hija si estaba bien y la niña respondió: – Si mamá, estamos jugando. La madre comprendió que estaba con alguien más y pidió que le abriera la puerta. Cuando la niña abrió, la madre vió que en la habitación no había nadie y los cantos que escuchaba venían de ahím de ninguna otra parte. Penso que era cosa de niños y la hizo dormir.
A la mañana siguiente todo volvió a la normalidad, nada de ruidos extraños, ni niños cantando. Pero como todo hecho paranormal, cuando menos lo esperas, se hace presente. Consultaron con los vecinos del barrio por la historia de la casa, muchos negaban saber su pasado, sin embargo la señora de en frente, la más vieja (típica de barrio), sabia muchas historias del pasado y de todos los que pasaban por “su barrio” como gustaba llamar. Elena, le comentó que estaban viviendo situaciones raras, pero que estaba segura que eran producto de su imaginación, cuando le contó sobre los cantos y lamentos la cara de la longeva señora se transformó en expresiones crudas, grises, de terror. Ahí comenzó a contarle que hacia 20 años atrás en esa casa vivía una mujer con sus dos hijos, uno con síndrome de down de 5 años y su hermanita, una niña de 7. Eran una familia rara, retraída, los niños jamás salían a la calle. Nadie los vio nunca, salvo ella que pasaba noches enteras cociendo y observando el vecindario.
La leyenda contaba que estos niños murieron cuando su madre los arrojó desde la terraza de la casa. Dicen que se escucharon gritos terroríficos, pero nadie se animo a llamar a la puerta. Hasta que meses después los vecinos llamaron a la policía por escuchar ruidos extraños y llantos provenientes de la propiedad. Al llegar al lugar, constataron que en el domicilio nadie respondía a la puerta y decidieron entrar por la fuerza, encontrándose con una escena terrorífica: la madre colgaba del marco de la puerta de la cocina y los niños yacían muertos en el patio, un olor nauseabundo inundaba toda la nefasta morada. El barrio por meses estuvo revolucionado y de noche decían escuchar cantos y gritos. Hasta que un día, después de años, no se escucho más nada, entonces apareció un pariente a poner en venta la casa. Se hizo un silencio escalofriante en el relato. Cuando Elena se percato que ella había sido quien compro la casa luego de la tragedia, asustada y sin decir nada se cruzó y le contó todo al marido, el cual no daba crédito a los relatos, y ponía paños fríos diciendo:
– Son cosas de viejos, es mentira, esas viejas siempre contando chismes para dar que hablar.
Elena quiso olvidar el tema y seguir ordenando la casa, ya que por la noche vendría de visita por unos días su hermano José.
José, sin estar al tanto de los hechos extraños que ocurrían en la casa, se acostó a dormir agotado. Entre dormido, soñó con cánticos siniestros que lo ahogaban, se inundaba entre vahos negros y risas lejanas. De repente despertó con una almohada en la cabeza sintiendo que algo lo asfixiaba, seguido de risas terroríficas. De la desesperación forcejeó y vio que no había nadie. Se levantó y observó que en la cocina se encontraba la familia desayunando, entonces le gritó al cuñado:
– ¡No seas boludo, esas jodas no se hacen!
– ¿Qué joda? – le preguntó atónito el cuñado.
– De taparme la cara con la almohada – se quejó José
– Jamás te tapé la cara – respondió perplejo.
Y ahí quedaron todos mudos. Se hizo un silencio frío. Se miraron y pusieron a José al tanto de los hechos. Él recomendó que se fueran cuanto antes de esa casa, que estas no eran tonteras.
Pasaron los días y las noches más largas que jamas imaginaron, temiendo cualquier hecho paranormal y durmiendo con las puertas de las habitaciones bajo llave. Entonces una noche oscura, sin luna, mientras un sórdido silencio acechaba la casa, escucharon a las nenas cantar en ronda y reír a gritos. Elena desesperada se levantó de la cama, salió de la habitación y observó que las niñas estaban subiendo las escaleras hipnotizadas mientras cantaban. Les gritó y nada, corrió hacia ellas a toda prisa y vió que las niñas no respondían, las zamarreo y ellas “despertaron”…
– ¿Donde iban? – preguntó entre llantos mientras las abrazaba temblorosa.
– Con los nenes a jugar a la terraza – contestaron al unísono aún perdidas.
– ¿Que nenes? – indagó Elena aún más nerviosa con un nudo en la garganta.
– Los nenes que vienen todas las noches a jugar con nosotras y quieren que vayamos a ver lo alto que esta la casa – respondieron sin vacilar.
Ese mismo día empacaron todas las cosas de casa y se fueron jurando nunca mas volver. Al tiempo vendieron la propiedad, pero todos sus dueños la abandonaron por las horrorosas apariciones que tienen.
Al día de hoy mi tía y mis primas juran lo que paso, añadiendo más relatos espantosos a la historia. Por mi parte, no hay manera que no vea los cuentos de terror con otros ojos…
Escrito por Jazz para la sección:
Excelente relato.
Muy bueno