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Memorias de un patovica: «Maldito enano cojo»

Hace ya algunos años atrás, hacíamos “puerta” en el boliche de moda. Todo dentro de lo normal, vos si, vos no, tenés reservas y lo de siempre… hasta que, los hados del destino, decidieron poner a prueba mi proverbial paciencia.

Situación: cruzando la calle venia rengueando una persona de no más de 1.50 mts, 30 años aproximadamente, pelado y con barba tipo chivita, obviamente, además de corto de estatura, tenía una pierna más corta, ya que ostentaba en la derecha un sueco de unos 15 centímetros. Eso sí, el mencionado, venía de la “manito” de una señorita, bastante agraciada. Los comentarios, obviamente no se hicieron esperar, fluían cosas tales como “Demasiado aceite para tan poco huevo”, la famosa “ley del embudo”, “el enano la debe tener atada a la rodilla” y todas frases por el estilo.

Finalmente llegan a la puerta, presentan documentos (si, se los pedimos igual, así fuese obvio que tenía más de la edad requerida)y preguntan por la taquilla. Se les indica y pasan. ¿No es nada del otro mundo no?  Pero es necesaria la introducción. Ya comenzada la noche de bailongo, yo ocupaba mi puesto, dentro del local (para ser más específico sobre un escenario).

La cuestión es que, el petizo y la bonita, bailaban ahí, justo debajo de mis ojos. Tema va, tema viene, 55º grados de calor y pintó la sed. El petizo (como puede) otea el horizonte y arranca decidido a buscar un trago a una de las barras. Mucha gente, piernas cortas y bármanes con guantes de box, hicieron que el susodicho se demorara más de la cuenta.

La bonita, mientras tanto, ni bien partió su cita hacia la barra, ya se había miroteado con 2 o 3 contertulios, y a los 15 minutos, ya se estaba tranzando a uno y a los 18 minutos a otro… todo esto, bajo mi atenta supervisión. El tema es que la bonita, nunca vio que su “parejita chiquitita” ya estaba de vuelta con un vinito y 2 energizantes… ¿El increíble Hulk? Bueno, lo mismo nada más que en sachets y morocho.

Se puso loco, tiro todo a la mierda y le plantó un empujón a la bonita, que producto del orsai, había quedado tildada. Trastabilla, se va de orto contra un sillón y el mini hulk endiablado se le va encima. Obviamente a esas alturas, yo ya había bajado del escenario y antes de que la ñapi le llegara a la bonita, barajé al enano por las axilas… así como lo tenía, lo levanté en vilo y puse rumbo a la salida.

El chiquitín pataleaba y puteaba (supongo porque en el quilombo de la pista no escuchaba) mientras la gente miraba atónita la situación. Claro, los que vieron desde el principio, me daban la razón, ahora los que no, hacían causa común con el mini y a mi paso, me tiraban un poco de su trago encima, me miraban con torva faz y me hacían sentir como el más maldito hereje que ha dado la cristiandad. Fueron 2 minutos intensos, hasta que llegué a la salida y mientras lo depositaba suavemente en el suelo (no sea que se me rompa y lo tenga que pagar por bueno y nuevo) me percato que me dolía la gamba ¡claro el sueco me molió la rótula! Y como si esto fuera poco logro escuchar la puteada que me profería el enano:

“¡Higjo de pugta!, ¡Higjo de pugta!, ¡Pogqué no la sagcás a esa culiagda!”

Lo miro a los ojos, me doy vuelta para volver a mi puesto y me digo a mi mismo… Encima es gangoso…

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