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Personajes típicos del gimnasio

Hace bastantes años que cuidarse con las comidas y hacer deporte ha dejado de ser algo exclusivo de algunos pocos terrestres o de deportistas profesionales para transformarse en una rutina diaria de casi toda la gente. Y entre tanta oficina, responsabilidades, horas extras, rutina y sociales no hay mejor lugar para saciar esa cuota diaria de deporte que el gym. Salimos de estar entre cuatro paredes carburando para meternos en otras cuatro paredes a sudar. Debido a lo popular que se han hecho los gimnasios, se han atiborrado de personajes de la más variada fauna, entremezclándose con los trabados y patovicas de antaño y dando como resultado la siguiente estandarización mendolotuda:

El vigoréxico
El mamerto se ama, como Narciso. Se está todo el tiempo miroleando al espejo entre descanso y descanso. Se pone a hacer ejercicios paradito frente al vidrio y se relojea cada vez que se contraen sus brazos, se ama el idiota. Se hace el boludo y se seca el chivo con la parte de abajo de la remera para mirarse de reojo si tiene o no marcado los abdominales. Se compara con otros tarambanas. Si los demás le sacan la ficha le da vergüenza y se hace el dolobu. Es tremendo pelotudo.

El fideo desgarabado
El fideo lleva dos días y ya se aparece con remeras ajustadas. Planea levantar el peso que sus compañeros llevan intentando levantar hace dos años. En su esfuerzo se tuerce y retuerce de dolor, pero quiere hacer lo mismo que los amigos. El fideo está desaliñado, camina y parece que bailara borracho, se le van las pesas para todos lados y su gracia para hacer ejercicios es igual a la de un pavo real bailando regetón. Insufrible el flaco.

El viejo inmutable
Llegas y está el viejo, te vas y sigue. Es como un mueble más del gimnasio. No sabes si está bien o mal lo que hace porque desde el principio de la humanidad el viejo está exactamente igual. Su peso varía según sus ejercicios, o sea nada. Hace la misma rutina, todos los días, sin parar. No habla a nadie, no es sociable, no sabes nada de su vida y pasa inadvertido de tan acostumbrado de verlo que estás.

La varonera 
La varonera llega en un auto restaurado o en una moto chopera. Tiene más bíceps que vos seguro. Está trabada, dura, potente y tiene la cara angulosa y rústica. A las minas ni las mira, pero se saluda con un beso y abrazo con todos los vagos del gimnasio. No es amiga de los piolas o bananas (a esos los mira mal) sino que es amiga de los grandotes fortachones, quienes le recomiendan los ejercicios más contundentes y le ayudan a cargar pesos que duplican los de una mujer normal. La varonera cae de calzas, pero con remera de Metallica, cae de bincha pero pulseras de tachas, cae con su toalla pero chupa gatorade del pico como un maratonista.

El Relaciones Públicas 
No sabes que mierda hace el flaco en el gimnasio. Bah, en realidad si sabes. El loco llega y saluda a todo el mundo, se saca la camperita fachera, se acomoda la remerita fachera y se va a las bicis con las minas. Ahí se queda pedaleando en el aire y parlando con todas, para después agarrar una mancuerna y charlarse todo con algún banana como él. Organiza las juntadas del gimnasio, queda con las minas los viernes a la noche, le cuenta a todos sus historias y entre que llega y saluda, charla y se va y saluda, su ejercicio físico posta se resume en siete minutos inservibles.

El fisgón morbosón
El fisgón es un tipo callado, huraño, raro, con cara de degenerado. Por lo general son medios regordetes, petisones y dolapes. Están todo el día con la mirada sospechosa, la que posan rápidamente en cuanto escote se logre aparecer, en cuanta raya del culo se asome por agacharse, en cuanto salto haga que las curvas de una nami se muevan sensualmente al ritmo de la música. Ahí está el fisgón sacando fichas, llevándose material para que al llegar a su casa se lustre poderosamente el bastón y queme más energías que la hora que se perdió palomeando en el gym.

El “hagamos una y una” 
Basta que te sientes en un aparato para que venga este denso y te pida hacer una serie cada uno. Lo peor es que el tipo jamás de los jamases va a hacer con el mismo peso que vos, así que tenes que esperar que saque o ponga peso, que arme o desarme tus pesas o que ponga o saque un accesorio del aparato. Lo pero de todo es que está haciendo la misma rutina que vos y te sigue durante toda tu estadía en el gimnasio haciendo que la misma (la cual ya es hartante) se duplique en horario.

La trolita 
La trolita es una mezcla del Relaciones Públicas y el Fisgón Morboson, ya que ella va solo a hablarle a los vagos pero no por el simple hecho de charlar, sino porque se los quiere empomar. El gimnasio es el lugar ideal para sacarle la ficha al físico de un vago y la trolita lo sabe bien, así que busca a los más dotados y se hace la mosquita muerta para que le ayuden a sacarle peso a una máquina o a cambiar una barra. La trolita mirolea y ataca, la mata callada, nadie sabe a cuantos del gym se volteo, pero ella tiene todos los bultos bien fichados.

El hiperactivo
El tipo llega enchufado a la 220 al gym. Desde el vamos el tipo llega y se va del gym trotando o en bici. Entre serie y serie clava abdominales, hace unos minutos de bici, otros de aeróbic, le mete muchísimas series, muchísimos abdominales y hace de a varios ejercicios a la vez. Lo ves dejar uno y sin siquiera descansar retomar otro, como loco, como exaltado. Sube y baja escaleras, chiva, toma agua, mea, habla, corre, vuela, salta, pega, tira, empuja, hace de todo en menos de una hora. Es sorprendente ver como su cantidad de ejercicios triplica la tuya en el mismo tiempo.

El gordo bufador
El gordo entra chivado al gimnasio. El trayecto desde la entrada hasta el primer aparato ya lo cansó. Se sube a la bici como resignado y a la tercer pedaleada ya lo tenés bufando como un toro viejo. El gordo va lento, no le gusta que el profe lo mande pero el médico lo ha obligado a hacer ejercicio físico. Se queja entre serie y serie y lo mira al profe con bronca cada vez que le indica el ejercicio, como si el pobre tipo tuviese la culpa de que él sea un vicioso de las hamburguesas y las frituras. Al gordo le chiva hasta el culo y mira con vena a los que disfrutan de algo tan espantoso como hacer gimnasia.

El fantasma
Lleva una semana en el gym y ya se aparece con musculosa, guantes sin dedos, pantalocito corto de los All Blacks y zapatillas con resortes. Lleva binchita para atarse el pelo y anda contando de lo mucho que le duelen los músculos, de lo muchísimo que está comiendo y se manda que se siente “más fuerte y vigoroso”, como si fuese verdad que esto se logra en dos semanas. Si es fachero la única que lo escucha es la trolita (porque se lo quiere fifar nomás), pero así y todo es el hazmerreír (junto con el vogoréxico) de todo el recinto deportivo.

La gordita rosada
La gordita rosada por lo general es rubia y blanca, como “ayankyzada”. Es muy linda de cara y tetona, es simpática y conversadora, por ahora le da bola a todos, pero se baja dos kilos y sabes que no te habla más en su vida. La gordita chiva como El Gordo Bufador, pero lleva un desodorante frutal en la cartera que no para de echarse cada vez que va al baño. La gordita se pone rosada al toque y tiene una sonrisa hermosa, le pone onda y luz al gimnasio y sobre todo: color.

El profe pajero 
En realidad el tipo de pedo terminó la secundaria, es estudiante de turismo y en el mejor de los casos está en primero o segundo año de educación física, por lo que más allá de lo que la revista “Mr. Músculo” dice, no sabe un huevo. No tiene ni idea de rutinas, ni enfermedades, ni ejercicios que si se pueden, ni ejercicios que no se pueden, pero igual opina, da y prueba con los clientes como si fuesen conejitos de indias. Al profe lo único que le interesa es ayudar a elongar a las minas, enseñarles como se hace esto o aquello, mientras las “corrige” escondiendo tras este acto el hermoso acto de palpar piel femenina. Al profe le chupa un huevo que vos o el flaco fideo se estén por romper los meniscos por hacer prensa o desgarrar la espalda por hacer dominadas, para lo único que levanta la mirada es para ver minas.

El bala 
No solamente es gay, sino que miron, toqueton, preguntón, coqueto y mariposa. Se acerca peligrosamente a pedir que le ayudes a levantar una pesa, no para de hablarte de la mancuerna. Está toda la clase haciendo cola, piernas y abdominales. No se pierde una clase de aerobic, ni step, ni yoga. Ahí lo tenes, de calzas entre todas las minas, como una señorita más, a los saltitos y repiqueteos entre risas traviesas y eses bien marcadas. Los termineitors y la varonera lo miran como el orto, pero el bala ni la hora les dá.

El Termineitor
El tipo es el típico coloso de antaño. Infaltable en todo gimnasio. Por lo general son pelados y solo el diámetro de su muñeca es igual a de tus cuádriceps. El termineitor no para de ponerle pesas a los aparatos, se pierde como 10 minutos por ejercicio armando los pesos. Le pone tanto que perdes la cuenta y ahí lo ves, se le inflan las venas como un zepelin y levanta así sin más. Desabastece por completo de discos a todo el gimnasio y todos se tienen que quedar esperando, mitad con vena, mitad con admiración, a que el termineitor termine de hacer. Lo más simpático es verlo hacer prensa con la máquina atestada de discos y dos o tres muñecos subidos arriba para hacer más peso. El termineitor se junta con otros Connan y con algunos Jol Jogan, por lo general son patovas o seguridad de algún cartucho importante. Sos tan miseria que su mirada pasa por arriba de tu cabeza.

La reservada
La mina parece pelotuda de tanta vergüenza que tiene. Llega al gimnasio vestida como monja y se ata a la cintura un buzo y una campera para que no le miren el orto. El fisgón morbosón la odia. La mina teme sentarse en todas y cada una de las máquinas. No le pide nada a nadie y elonga escondida en un rincón. No vaya a ser que la vean agachada ¡no! No se saca la manga larga ni el quince de enero, va de pantalones largos de vago y bien fea para que no la miren. Si te pones a hacer algo al lado de ella se pone incómoda y al toque se hace la boluda y parte para el otro win. Es una sometida de mierda y por ende, seguramente gorriada.

El músico 
Ver a este personaje dentro del gimnasio es raro. Más que para un gimnasio está para un recital de la vuelta de Aquelarre en el Pacífico. El pibe parece un jipi de antaño, se viste como tal, habla como tal y trae auriculares escuchando la música de aquella época. En sus oídos no paran de sonar Almendra, Los Gatos, Manal, Color Humano, Pescado Rabioso y Billy Bond. Pero lo que lo distingue como personaje es que en todo momento lleva el ritmo con su piecito de la música que escucha, aún cuando no trae el MP4 sigue el ritmo de la música ambiente. Camina con suspensión y hace solos de batería y guitarra en el aire en algún punteo de la música. Lleva el ritmo con las series y se cuelga con alguna buena canción, tarareando con los ojos cerrados del placer.

El estresado pajero
El tipo viene estresado del laburo y sigue estresado en el gimnasio. Lo ves cansado y pensativo, preocupado, aprovecha las camillas de las prebancas o piernas, para reposarse y colgarse largos minutos, pensando en lo que le faltó hacer de laburo, en lo que tiene que hacer mañana, en su jefe, en su empleado, en llegar a fin de mes. Está arruinado, viejo, molido, hace poco y piensa mucho. El stress lo tiene atrapado y ni con gimnasia logra olvidar sus obligaciones.

El “me das una ayudita” 
Este es más o menos parecido al “hagamos una y una” solo que te pide que lo ayudes o lo sigas en cada uno de los ejercicios que hace, como si vos fueses su empleado. Al flaco no le da el culo para levantar solo el peso que pretende, pero le encanta sentirse fortachón y héroe y como tiene que ir solo, no para de molestar a los demás. Lo seguís y te tenes que bancar su cara de esfuerzo infernal y un olor a chivo tremendo, porque al flaco definitivamente no le da ni el cuerpo ni la cabeza.

La calientapava 
Al contrario de la reservada, la calientapava parece que está en un desfile de modas en vez de un gimnasio. La mina se aparece de calzas súper ajustadas, de top que le marca las tetas, pintada, con el pelo suelto como una leona salvaje y con zapatillas altas como con taco. La calientapava la mata callada, no es como la trolita ni siquiera simpática como la gordita rosada. Ella sabe que todos mueren por ponersela y por eso no les dirige la palabra. Se pasea entre los aparatos de hombres como ignorando la cantidad de miradas que la desnudan y se agacha como si estuviese sola. Le pide a uno u otro (generalmente al flaco fideo) que le den una mano y los deja echando humo. La calientapava gime en los ejercicios, se moja con agua, esta siempre bronceada y dura como una piedra (así también están las entrepiernas de los vagos). Salvaje es poco.

El copión 
El copión es callado y tiene cara de garca y mala leche. Por alguna extraña razón no se anima a sociabilizar con otros en el gimnasio pero lo tenes espiando a diestra y (sobre todo) siniestra como se hacen los ejercicios para copiarlos al toque (con resultados espantosos por no preguntar). Vos hacés algo, percibís que te están mirando, esperas un rato, te das una vueltita, volves y ahí lo ves al copión haciendo lo mismo que vos pero como el orto. Si atinas a ayudarlo se pone colorado como culo de mono y no te mira por dos o tres semanas.

El pastillero
Es obvio que el tipo se mete pastela a más no poder. Está inflado como una pelota de básquet y levanta menos que el flaco fideo o que el gordo bufador. El loco viene exaltado, casi tan loco como el hiperactivo, pero con la diferencia que está violento, no entiende nada de lo que pasa, tiene una cara de velocidad tremenda y está como agitado y enfermizo. Esta haciendo ruidos con la nariz todo el tiempo, tiene ojeras y está duro y depre, duro y feliz, duro y puesto. Mandibulea cada dos por tres y hasta lo has visto con lentes de sol en el gimnasio… a las ocho de la noche en pleno invierno. Algo raro debe andar esnifando este muñeco.

El torpe inútil 
Por lo general son flacas y altas. La mina en su vida hizo deportes, siempre fue flaquita y nunca lo necesitó, hasta que el pasar de los años se empezó a notar, apareció esa pancita de embarazada, se comenzaron a caer los cachetitos y se traumó y ahora le quiere meter con todo. La flaca es re torpe. Se traga los aparatos, se le caen las pesas, se tropieza sola, se ríe de la nada, hace poco y se cansa. Parece Largirucho jugando al Pump, Fido Dido bailando Maiquel Yacson. Es un espantapájaros haciendo equilibrio en una soga entre el cerro Arco y el cerro de la Gloria. Un lujo para el humor deportivo.

¿Y vos? ¿Cuál sos Menduco?

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