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Que no nos corten las alas

Que no nos corten las alas por favor, que este mundo ya ha cortado muchas. Todos los días me encuentro al caminar pisando y esquivando esas plumas invisibles que va perdiendo la gente. Ya no pueden volar. Son alas que se vuelven viejas mas rápido de lo que uno piensa, porque nos olvidamos de usarlas. Ignoramos ese poder con el cual hemos nacido. Preferimos ser seres terrestres, pero más bien dirían los sabios terrenales, a los que no les gusta pisar el barro, saltar los charcos, usar zapatillas calurosas, pero sin embargo lo hacemos. No dejemos que nos corten las alas, y no las cortemos nosotros mismos. Me han contado de algunos casos que se resistieron de ello. Un tal “Esteban Trabajo” que lo expulsaron de la universidad, porque no guardaba sus alas, porque las quería usar, no podían permitir que uno de sus alumnos volara mientras a los otros hacían esconder sus alas. Era un incomprendido, un irrespetuoso, solo porque quería ir más allá. Pero cuando a este loco lo vieron volar, pensaron que era un virtuoso, pero yo creo que el cuidó sus alas, las fortaleció. Este loco, es Steve Jobs.

También le quisieron cortar las alas a un judío petizo, con lentes grandes, y que siempre andaba ridículo, un profesor de su universidad le dijo,-flaco, vos no servís para la universidad, dedicate a otra cosa-, gracias a Dios, Woody Allen los oyó.

No nos dejemos cortar las alas, es un don que nos han regalado. Que no hayan venido con un manual, o que no tengamos que estudiar para saber usarlas, no significa que no podamos, que no se desgasten, que no las critiquen, que no las denigren. Otro caso fue el de aquel niño mestizo que para salvarse de la pobreza y poder ayudar a su familia, se dedicó a la música, su guitarra se convirtió en un fusil, sin embargo el nunca disparó, convirtió las balas en flores, y las guerras en paz, pienso que el no quería volar, pero sus alas siempre lo hicieron, Bob Marley le dio un nuevo significado a la paz.

No corten nuestras alas por favor. El mundo se empecina en apagarnos, en mal utilizarnos, en esclavizarnos. Nos hacen creer que solo algunos pueden volar, pero no es así, somos pájaros encerrados. No anhelemos las alas de otros, nosotros tenemos las nuestras. No dejemos que nos corten las alas por favor, hagamos como aquel joven médico que no podía dormir por un ideal, equivocado o no, sus alas revoloteaban solas, y lo llevaron a empuñar su corazón, a defenderse con el alma, y a dar la vida por su verdad, el prefirió morir de pie, antes que vivir arrodillado, prefirió usar sus alas, aunque quisieran arrancarlas, y se hizo comandante, el comandante Che Guevara. No corten nuestras alas por favor, y no dejemos de usarlas.

Nuestras alas son lo único que tenemos, aunque no tengamos fuerzas, las podemos usar, podemos volar, podemos ir más allá que con nuestros pies. Caminando estamos destinados a seguir los pasos y las huellas de otros, atrasarnos por el lento caminar de los demás. Usemos nuestras alas, aunque no tengamos para comer, como aquel indio Ghandi, y la monjita de Calcula, que dedicaron su vida a cuidar otras alas. Y les enseñaron a miles de personas a usarlas.

No corten nuestras alas por favor, no dejemos que lo hagan. Porque una vez hecho, ya no vuelven a crecer. Las estructuras son jaulas, que nos mantienen quietos, encerrados, aburridos. Debemos de entender que la desilusión es pasado, la ilusión es presente, el poder es ahora. Que no nos corten las alas por favor, no dejemos que esto suceda. Como hizo aquel Argentino, al cual muchas cosas le rompieron el corazón, pero el sabía que podía usar sus alas, entonces se encargó de curar corazones ajenos, para que aquellas personas también pudieran volar, aquel argentino es René Favaloro, que voló hasta el ultimo momento.

Nuestros ideales, nuestros sueños, nuestras virtudes, nuestras alas, son lo mas poderoso que tenemos, que no nos las corten, no dejemos que suceda. Y lo más curioso de todo esto, es que en gran parte somos nosotros mismos quienes boicoteamos nuestro poder de volar. No nos cortemos las alas, empecemos a volar.

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