«Una vez, tonto de ti. Dos veces, tonta de mí»
Tenía treinta y siete años y una vida tranquila. Trabajaba en una farmacia del centro de Mendoza y tenía su cabeza en orden… o eso creía. A veces, sintiéndose un poco sola, Leonor iba a refugios de animales a adoptar alguno o dar tránsito a perros y gatos. Una vida solitaria pero nunca sola, pues tenía mala suerte en el amor. Su primer y único marido había fallecido en un accidente automovilístico, su ex pareja murió camino a un viaje a España y su último novio se había suicidado en el trabajo.
Después de una larga jornada laboral las amigas la habían invitado a tomar algo en la Arístides. Un barcito donde no iban «tantos pibitos», como ellas decían. Aceptando y preparándose sacó su falda negra y la remera roja con una gran abertura en la espalda. Los zapatos rojos hacían juego con el labial. Llegaron al lugar, era un ambiente muy cálido; luces tenues con una barra menos iluminada. Se ubicaron en una de las mesas y pidieron algo suave para empezar, pero Leonor no quería andar a las vueltas. Fue a la barra a pedir un Black Russian bien merecido. Al llegar, cruzó la mirada con otro cliente… ojos color miel, pelo muy negro. Sonaba «Your know I’m not good», la versión de Peaky Blinder. Automáticamente hubo chispas de una conexión, se sentía una especie fuego entre los dos.
—¿Te invito un trago? —preguntó él.
—No gracias.
—¿Algo fuerte? —acotó.
—¿Qué otra cosa si no? —sentenció ella y una sonrisa de costado fue el sí.
Leonor se lo llevó a su departamento esa noche. Luis era un tipo muy bueno, aunque mujeriego, pero eso ella no lo sabía. Salieron unos seis meses, se los veía enamorados y felices. Él la quiso convencer para irse a vivir juntos, pero era demasiado rápido aún. A ella no le gustaba que Luis no le presentara a su familia y no le permitiera subir fotos juntos o decir que estaban en pareja. Pasaron sus cumpleaños y vacaciones juntos y después de más de un año y medio se fueron a vivir a unos departamentos nuevos en plena ciudad frente a una plaza. Ella tenía un trabajo lindo pero exigente y Luis era socio en una empresa de construcción de casas, viajaba bastante, así que Leonor podía disponer de su tiempo libre como antojara.
Todo iba bien en la relación, hasta que Leonor perdió un embarazo no deseado, con el cual se había hecho algunas ilusiones. Requería atención y eso era algo difícil para Luis, dado su trabajo. Encontraron la manera de seguir adelante e intentar dar lo mejor de ambos. Pero, al cabo de un tiempo, Luis se empezó a poner frío y distante.
Una mañana, en la farmacia, le dieron franco a Leonor sin avisarle. Ella volvió a su casa sin avisarle a Luis. Compró el desayuno para llevar y al llegar al departamento vio en la plaza de en frente a Luis. Hablaba con una preciosura de chica, de unos veinticinco años. Leonor se calmó, pues ella controlaba bien esas situaciones. Fue hasta el departamento imaginando que sólo era una amiga o simplemente una chica que pedía la dirección de algún lugar.
Dejó las cosas en la cocina y se dirigió a la ducha de invitados a refrescarse. Ahí calmaba su ansiedad, se tomó su medicación psiquiátrica. Mientras se miraba en el espejo recordó a su marido y a sus otras dos parejas. Necesitaba estar bien así que tomó dos pastillas más. Y se metió en la bañera. Se relajó tanto que se quedó dormida y al despertar se acordó del desayuno y de la sorpresa. Se puso la bata, mientras secaba su pelo, y se dirigió al dormitorio.
Abrió la puerta y quedó petrificada. Luis estaba en la cama con la chica de la plaza… era la hija de una de las amigas de Leonor. Ambos cuerpos cortaron en el acto y se taparon. Luis comenzó con un loop infinito de «no es nada, te juro que no es nada, no va a volver a pasar» y la chiquilina lloraba mientras se vestía y pedía perdón, al mismo tiempo que salía. Leonor observaba la escena estupefacta. Se sentó en la cama y escuchó a Luis, serena y calmada, pues el efecto de las pastillas aún seguía.
Terminó por entender a Luis… ella no estaba bien después de la pérdida del bebé, y no habían tenido sexo en cuatro meses, tampoco salían ni se divertían como antes.
—Está bien… te perdonó. Pero va a ser la última vez.
—Sí, te juro que va a ser la última. Te amo Leonor, me quiero casar con vos, esto fue sólo un error.
Después de dos meses Leonor preparaba todo para su aniversario con Luis. Una hermosa cena en el departamento, con ánimos de pasar una noche de pasión bien fogosa. Él llegó, una hora tarde pero llegó y se encontró con todo eso y a Leonor con una diminuta lencería en tono negro y bordó. Se besaron apasionadamente. Ella lo invitó a que se sentara.
Sirvió y propuso un brindis. Luis tomó todo el vino. Ella se levantó y trajo la computadora portátil.
—Te hice una sorpresa amor —le dijo susurrando.
—A ver preciosa… nada es tan sorprendente como vos.
—Pienso lo mismo bebé.
Al darle play al video, eran fotos de ellos juntos, pero al cabo de unos segundos apareció la imagen de una lágrima. Entonces comenzó una sucesión de todos los chats de whatsapp entre Luis y la hija de la amiga de Leonor… y no sólo ella. La recepcionista del edificio también. Luis empezó a transpirar de los nervios, no sabía que hacer.
—Mi amor, mi vida, yo te juro que no es nada, no son nada para mí.
—Yo tampoco soy nada para vos, claramente.
—Mi amor… yo te amo preciosa, te juro que no va a volver a pasar.
—Te tengo otra sorpresa.
Volvió a darle play a otro video, donde mostraba los cadáveres de su ex marido y sus ex parejas…
—Cuando mi ex marido me engañó por primera vez, aguanté un año a que fuera la «última vez». Pero fue la última vez que los frenos de su auto funcionaron. Luego, mi segunda pareja, no se sentía mal al cagarme con la empleada de la casa de sus padres, pero si se sintió mal con el veneno que le puse en el agua que se había tomado antes de subirse al avión. Y, mi último novio, se quiso hacer el vivo con otras minas… Tanto lo atormenté que lo obligué a ahorcarse, yo no me iba a ensuciar las manos como él.
—Leonor te pido por favor, no me hagas daño —le dijo él con terror en los ojos.
—Ésta es sólo una advertencia —susurró ella.
—Te prometo que nunca más te voy a hacer daño.
—Vení mi amor… —lo apuró Leonor.
Se lo llevo a la pieza y empezaron a tener sexo, de una forma tan pasional que los latidos del corazón de Luis comenzaron a explotar. Él entendió que algo no andaba bien y se paró en seco. Tenía el miembro súper duro, pero su corazón estaba por estallar. Leonor comenzó a reír y a vestirse. Le pateó la caja de viagra que había puesto molida en el vaso de vino. Luis quedó impactado, al mismo tiempo que comenzó a sentir el infarto mientras ella le decía «sí… la última vez, gil». Se puso una cartera y comenzó a cantar «… ¿Who truly stuck the knife in first? I cheated myself… like I knew I would. I told ya I was trouble…you know that I’m no good»
Buenas