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Sarasa Vendimia

Nos encanta, hay que decir la verdad. Pero no sabemos nada de cómo se gesta la que ha pasado a ser en ochenta años, la quinta fiesta a cielo abierto más grande del mundo. Antes, están el Carnaval de Venecia (Italia), el Carnaval de Río de Janeiro (Brasil), la Fiesta de San Fermín (España) y la Fiesta del Dragón (China). Humildemente, luego, la Fiesta Nacional de la Vendimia en Mendoza, Argentina.

Uno como mendocino sabe que no es para tanto, considerando el real estado de la vitivinicultura local, la penuria de los bodegueros, los finqueros que ni a palos pueden comprar en una vinería de la Arístides y los “autores de vinos”, una raza que viene escalando puestos hace más o menos una década. Sabemos, sobradamente, que la plata que entra a Mendoza, es por el turismo y por el petróleo. Podrán decir que el turismo viene para la fiesta. No, la verdad es que el turismo que deja divisas aquí es el que va a Las Leñas. Bueno, pero… ¿y el vino? Créanme que a los mejores ejemplares de estas viñas, no les conocemos ni el nombre, porque salen derechito de la bodega al exterior (si es que acaso no lo envasan en Chile).

Pero vamos a la fiesta. La rosca empieza en abril. Cuando todavía estamos criticando la fiesta nacional, en los departamentos ya aparecen los tire y afloje de los directores de cultura locales para ver quién hace la próxima fiesta. En esa entran todos aquellos que creen que por dirigir un coro o un ballet, ya están en condiciones de montar un escenario con luces, sonidos y megaescenografía. En pocos departamentos la fiesta se concursa, por lo cuál, pasa a ser un billete de intercambio de favores, de contratos y de desvío de dinero municipal. Algunos intendentes le ponen onda. Podría citar a Tunuyán y Rivadavia, que en el marco de sus ya cotizados festivales, meten la vendimia como un vuelto, comparado con lo que les sale traer a Abel Pintos, Los Huayra, Soledad o el Chaqueño Palavecino. ¡Ojo! Tampoco es que innovan demasiado con los artistas (ese es un circuito aparte que lo cierran los productores con la intendencia). Lavalle y Las Heras han tenido sus buenos momentos, Luján viene queriendo y San Rafael hasta tiene su pequeño Teatro Griego.

La semana pasada, se inauguró un “Espacio Vendimia”, sobre la calle España. Ahí funcionarán las oficinas de Producción Cultural y Vendimia de la Secretaría de Cultura provincial. Con bombos y platillos salen a estrenar oficina, pretendiendo pasar página de los momentos protagonizados por las grúas que caen y los escenarios que vuelan, en la misma época en la que los museos se incendian y los espacios culturales se convierten en natatorios de patio para los culillos. Para que nadie les critique la oficina, que obviamente ha sido refaccionada con fondos que han dejado de ir a los artistas y a las producciones culturales, aprovechan y hacen un reconocimiento al que le han dado el nombre de “Abelardo Vázquez”, a los Directores de las fiestas nacionales. Ellos merecen el cuadrito, pero merecen más que cuando les toca hacer la fiesta, los respeten, les den lo que necesitan, les hagan las licitaciones como es debido, les paguen en tiempo y forma, no les cambien el guión y cuiden a los artistas bajo la dirección general. Ellos saben que la fiesta se ha transformado en un evento en el que los políticos rosquean con la Co.Vi.Ar en el Hyatt, atajan melones en el palco del Carrusel y terminan con cóctel de camarones en el Golf. Pero igual ponen su talento al servicio de la cultura en Mendoza. Los funcionarios van y vienen, los artistas siguen siendo el motor de la fiesta.

De ahí para abajo, en los departamentos las cosas no mejoran. Más aún, abundan directores que por dos mangos hacen una vendimia que se la pagan en diez cuotas y, aunque sea pésima, le siguen dando la changa porque el tipo no hace quilombo a la hora de cobrar.

¿Eso es Vendimia? ¿En eso han transformado el nombre que pone a Mendoza en el podio internacional? ¿La que debería ser la industria cultural por excelencia se ha transformado en una rosca de bambalinas? Efectivamente, ¡perdónalos Abelardo, no saben lo que hacen!

No sólo pasa con los directores, sino con las chicas que aspiran al trono. Hace un par de semanas, Guaymallén presentó un proyecto para que las candidatas a reinas distritales (sí ¡distritales!), reciban entrenamiento especial en historia y geografía de… ¡Mendoza! (¡Como si vivieran en la sierra de Comechingones!). Parece que las chicas salen del secundario sin saber que los Huarpes no eran Incas, que los Guaraníes no vivieron por acá, cuánto mide el Aconcagua, qué es el Qapac Ñan y mucho menos quién fue Abelardo Vázquez.  Y es que desde que a la “reina” la vota el público, ahora tienen asesores de vestuario y marketing y maestros particulares de protocolo, idiomas, oratoria y cultura general.

Oigan, ya se les fue la mano, sabemos que no son reinas de verdad, que no tienen más alcurnia que haber nacido en Mendoza y que la que llega, además de ser linda, seguro recibió un empujoncito del intendente que quiere la foto en la primera plana con su candidata.

El año que viene la cosa va a estar ardida y se pasearán por los palcos todos, todos, todos los candidatos que pretendan entrar en las listas de las próximas elecciones. Las chicas se las van a tener que ingeniar para tener más protagonismo que los políticos. Y los directores van a tener que lidiar con la falta de fondos porque la plata va a las campañas. Con suerte, el afiche estará listo en febrero, junto con las entradas. Mientras tanto, la próxima vendimia compite en calendario internacional con el Carnaval de Río, en donde ya están disponibles las entradas on line por el módico precio de U$S 38 ($1.500), mientras que acá, si las Chardonay a $500, temen una pueblada.

Seamos sinceros, entran 18 mil personas, la mayoría de esas entradas las compran las empresas de turismo y los municipios. La fiesta sale 100 millones de pesos (en el mejor de los casos). La industria vitivinícola está en el suelo y le seguimos dando a la vendimia con dos mangos. Los verdaderos hacedores de la fiesta van a paritarias por menos de 20 mil pesos las tres noches, los directores lloran sangre para montar el escenario, y a los políticos sólo les importa el circo. Pónganse las pilas, tamaña puesta en escena no merece ser pagada a menos de dos mil pesos y San Juan nos viene pisando los talones con la Fiesta del Sol.

Ahora que la Vendimia tiene espacio administrativo propio y, según las propias palabras del Secretario de Cultura, van a poder trabajar en la fiesta los 365 días del año, sería bueno que empiecen a producir con anticipación y precisión, que les paguen a los artistas como corresponde, y que respeten a la Fiesta nacional de la Vendimia como la madre de nuestras industrias culturales, antes de que se muera alguien o la fiesta agonice bajo el manto de la inoperancia. Ya no nos conformamos con el malambo final a aplauso cerrado.

De mi parte, sólo espero que la nueva oficina no se les incendie.

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