Romina despierta temprano para ir a la oficina. Es una contadora que recién empieza a sentir lo que ella cree es el “éxito”, y si bien hace poco tiempo que empezó a trabajar, nunca pasó necesidades.
Mientras corretea del dormitorio al baño, el teléfono celular le suena y alguien del otro lado grita.
-¡Pero yo ya presente el balance!- responde con viva voz y media dormida.
Del otro lado, cuelgan. Su ceño se frunce.
Aprovecha y chequea Facebook en su celular; y entre tantas publicaciones se encuentra con una típica imagen motivadora, una que reza: “Ojala el mundo sonriese más. Todo sería más fácil”. Ella no vacila y comparte la imagen en su muro, en tanto que en el comentario agrega un hashtag: #Sonríe.
Se marcha de su departamento de soltera -aquel que ha llenado con incontables muebles para no sentirse tan sola- con destino a su oficina. Camino a la cochera lee un mensaje que la hace entristecer. A su vez, algún desperfecto mecánico en su auto y la falta de taxis, la obligarán a tomarse el transporte público.
Romina espera en la parada. Empieza a sentirse abatida, igual que tantos días atrás, mientras que en el ciber espacio, la imagen viral que compartió, sigue acumulando likes. Detiene el colectivo y sube. Silenciosa y desanimada camina esquivando torpemente a la gente y se acomoda en algún asiento vacío. Está afligida y hace días que se siente así. No sonríe, no puede hacerlo y lo peor es que no entiende por qué.
En la otra punta de la calle, Carlos se toma el mismo colectivo. Él es un albañil por fuerza mayor que tiene la misma edad que Romina, pero una vida completamente diferente. Carlos vive con su mujer y su hija pequeña en un pequeño apartamento. Hoy se despertó más temprano que de costumbre… hace varios días que Carlos viene sintiendo una molestia en un hombro que no lo deja dormir, probablemente causado por el arduo trabajo. A su vez, también el ánimo viene bajo, puesto que el trabajo escasea y la familia parece que va a agrandarse.
Carlos le hace seña al colectivo para que se detenga y se sube medio dormido. Saluda cordialmente al colectivero y se desplaza por el pasillo esquivando gente. Se para frente a un muchacho que tiene la mirada hundida en su celular y a una mujer que sostiene un bebe. El bebé lo mira y le sonríe, Carlos empieza a hacerle muecas y ambos estallan en una carcajada. El joven hundido en su celular, levanta la mirada y no contiene la sonrisa, contagiando a la madre del niño y algún que otro pasajero curioso que ha advertido lo sucedido.
Tres asientos más atrás, Romina lo ha notado, pero observa con un poco de recelo y desapego la escena. Su boca esta recta, no sonríe.
La foto compartida en su Facebook lleva ahora 38 likes.
Que pena que el contacto humano-humano sea cada vez menos frecuente. Es lindo ser cordial, aunque la vida nos cague a palos.
Muy buena nota amigo mío.
Y todos nosotros cuando ponemos un «jajajajaj» en un chat y en realidad tenemos cara de orto….
Grande hermano no dejes de escribir nunca… Muy sabias tus letras