/10 Micro Relatos de Terror (tercera entrega)

10 Micro Relatos de Terror (tercera entrega)

Leer los “10 Micro Relatos de Terror (primera entrega)
Leer los “10 Micro Relatos de Terror (segunda entrega)

#21

“Jamás le prestamos atención a la extraña conducta de colocar todos sus juguetes de espaldas. Lo asociábamos a una actitud introvertida y una personalidad tímida, callada y esquiva. Cuando, aquella noche, vimos lo que aparecía en el espejo de su habitación, entendimos porqué Rosario tenía la manía de que nadie tuviese que soportar enfrentarse a aquel tormento.”

#22

La pareja duró escasos meses. Recuerdo que fue una anécdota esta foto. Una anécdota familiar que no dejé pasar por alto. Averigüé en la iglesia por casamientos realizados durante 2016 ahí… luego en el registro civil. Todos figuraban divorciados.

Malos augurios procuraban a quienes decidían enlazar su amor en aquel oscuro lugar. La foto lo decía todo… para mí jamás fue una «simple anécdota»

#23

– Caro… escuchame.

– ¿Qué te pasa? ¿Porqué hablas bajito?

– Callate y escuchame… venía manejando por la ruta y vi una luz enorme, a pocos metros del suelo. No era un avión.

– ¡Dale Marce dejá de joder!

– Escuchame la puta madre… seguí la luz varios kilómetros, se adentró en un campo y me metí por una calle de ripio.

– ¿Dónde estás Marcelo?

– No se… pará. La luz esta se detuvo hace un rato frente a mí.

– ¿Y qué haces ahí? ¡Andante!

– No puedo… se paró el motor y no arranca, no tiene electricidad el auto, no se qué pasó, pero tampoco quiero bajar. A ver… pará… se… pará que se está abriendo una… no me cortes. Una puerta.

– ¡Marcelo salí de ahí y corre! ¡Llamá a la policía!

– Viene… viene algo hacia acá.. Caro, no puedo… no me puedo mooovvr… no csstaaa habl

– ¿Marcelo? ¡Marce!

– ¡Ejjjj noo! noooooo

– ¡MARCELO!

#24

«Ding, dong, ding, dong» abro la cajita musical que me regaló esa señora. «Ding, dong, ding, dong» mi habitación se comienza a poner oscura. «Ding, dong, ding, dong» el aire se pone frío, se me pone la piel de gallina. «Ding, dong, ding, dong» aparecen esos nenes a mirar mi cajita… salen de abajo de la cama y del placard, desde lo oscuro. «Ding, dong, ding, dong» no les veo bien la cara… son como nenes borrosos… se ríen feo.

«Ding, dong, ding, dong» dicen que los acompañe a volar por la ventana. «Ding…»

#25

“Dos años… sólo dos años tenía mi niña, mi bebé… mi chiquita. Maldigo el día que permití decorar con aquellas estatuas mi hogar… eran tan hermosas, tan oscuras y hermosas. De haber escuchado a Amanda jamás habría pasado lo que le pasó a mi hija. ¿Quién iba a creer el cuento de la maldición umbanda? Y fue real… espantosamente real. Se llevaron toda mi felicidad, mi luz, mi razón de ser.

Pero no me resigno, yo no me resigno. Mi chiquita está aquí, conmigo. Por más que todos crean que estoy loca, por más que se hayan marchado, por más que esta maldita casa se venga abajo, yo se que ella va a volver…”

#26

“Al principio creíamos que aquella niña era especial, que el autismo declarado en su ficha médica era lo que generaba malestar y miedo en la gente que la rodeaba. Pensamos que tal vez ubicándola en un cuarto común, donde interactuara con las demás compañeras la iba a ayudar a sociabilizar y a contactar con el mundo. Las demás niñas del orfanato eran dulces y se abrieron rápidamente a su nueva compañera.

Pero había algo mucho más oscuro en esta niña que un simple autismo… un halo tenebroso cubrió el orfanato. Se presentía en el ambiente aquella sensación de incomodidad, de temor, de que algo pasaba.

Una madrugada nos levantamos todas las enfermeras por los gritos que se escucharon desde el cuarto de las niñas. Gritos horrorosos, de dolor, de terror, golpes, tumbos. Corrimos desesperadas hacia aquella habitación… antes de llegar reinó el silencio. Silencio espectral. Y dentro nos recibió el más macabro paisaje que jamás vimos.

Nunca más volvimos a trabajar, de la niña nada se supo… pero aún está viva. Hoy debe tener unos años más.”

#27

“El sueño es recurrente… una sala blanca muy iluminada, al punto que ciega mi visión y me hace hasta arder la retina. De pronto la vista se acostumbra al blanco y logro observar que no hay salidas, que no hay ventanas, solo aquel pasillo en el que me encuentro varado.

A los lejos veo oscuro, veo el fin. Voy caminando lentamente hacia allá, estimo que es la salida. Paso a paso el frío se hace más intenso, comienzo a temblar. Se oyen susurros de fondo que poco a poco se van convirtiendo en lamentos, luego en gritos… parece un aquelarre. Brujas… niños.

Entonces llego a escasos metros del lado oscuro… no logro divisar qué, pero hay algo ahí… algo me espera, algo me llama, algo malo, algo terrible.

Entonces despierto, agitado y enfundando en esta camisa que no me permite mover los brazos.”

#28

De día es una simple iglesia… pero a las 20 hs todos se van, incluso el sereno del lugar debe cerrar con candados su habitación.

Nada importa, no hay llanto de mujer, risa de niño, cadena arrastrándose o risa gutural que lo obliguen a salir del cuarto. Son varias horas que el mal reina sobre aquel lugar, desde las 3 hasta la «hora muerta», aquella entre la llegada de los trasnochados y la partida de los laburantes… ahí se escucha lo peor.

Pero pronto amaneces y un nuevo sol calla a los demonios dueños del lugar.

#29

Están ahí… nosotros les decimos «los invisibles», porque solo algunos pocos los podemos ver. No hacen nada, a veces. Viven furiosos, cargan sobre sus espaldas la miseria de ser eternamente errantes, de no salir jamás de ese limbo, del valle de la muerte. Son invisibles para la mayoría de la gente, quienes cuando por casualidad los ven o los escuchan, los tildan de «fantasmas», de «demonios» o «entidades paranormales». Pero no… no son más que simples personas que no supieron respetar la vida y que no entendieron que su cuerpo no era suyo.

Hoy vagan por el mundo, indignados, mal olientes y furiosos. Muy pocas veces interactúan con los humanos. Pero nosotros… los que los logramos ver, sabemos que estamos destinados a vivir entre ellos.

#30

Yo no jugué. Yo les dije que no lo hicieran… apenas llegaron a mi casa y se pusieron hablar del tema les pedí que se callaran. Luego comenzaron a armar el juego… les pedí que no, le dije a mi hermano que no. Pero él era más grande, eran sus amigos.

No quería ver, pero a la vez a hurtadillas los espiaba. Al principio no pasaba nada… hasta que comenzó a pasar. Yo no jugué… ni quería que lo hicieran.

Hoy todos lamentan la trágica muerte de Roberto. Dos de los chicos están internados en un psiquiátrico y varios han quedado «pegados» al juego, jugándolo a cualquier hora y lugar con ánimos de despegarse del espíritu que los acosa.

Yo no jugué… pero él está en casa y tiene a Roberto atrapado.

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