/5 segundos antes de matarme | Parte 1

5 segundos antes de matarme | Parte 1

5 segundos antes de pasar a mejor vida, cuando vi la luz inevitable venir

hacia mí, me acorde de la noche en que te conocí.

¿Te acordás, Lorena?

Vos, como siempre, estabas andando en rollers ocupándote toda la calle, con esa mirada despreocupada y esos ojos que alumbraban los rincones más oscuros de esa concurrida calle del Parque San Martín.

Me acuerdo cuando te vi pasar y me quede atontado. No podía despegar mis ojos de una imagen tan bella y despreocupada como la tuya.

Te vi detenidamente cuando seguiste de largo y un sentimiento punzante se clavó en mi pecho, haciéndome pensar que nunca te iba a volver a ver.

Pero como una obra ambigua del destino, cuando tu silueta casi se había borrado por completo de mi campo de visión,  diste vuelta tu cabeza hacia un costado y me miraste con curiosidad, un poco antes de verte tropezar. Yo estaba sentado con el Chelo en el pasto y apenas vi que tambaleaste, solté mi cerveza, y me levanté como alguien que sabía que la vida le estaba proponiendo una oportunidad única e irrepetible.

Me acerqué y te ayudé a levantarte. Todavía recuerdo tu expresión de sorpresa y tu risa nerviosa. Cuando te recompusiste ninguno de los dos sabía bien que decir, así que en la extrañez de la situación lo único que atiné a mencionar fue un tímido “Perdón”.

“¿Perdón? ¡Si la torpe fui yo!” Me dijiste entre risas. Yo te devolví una gran sonrisa, quizá la más sincera que di en toda mi vida.

Te ayude a recoger las cosas que se te habían caído, entre las que encontré un brazalete roto con una pequeña figura que se asemejaba a la flor de una rosa. Se te había doblado casi completamente cuando impactaste.

Me pediste que lo tirara a la basura cuando pudiera, ya no servía.

No sé porque, pero siempre me acuerdo de ese brazalete. Siempre tuvo algo especial. Algo mágico.

De la conversación, no recuerdo mucho más.

Lo que sí me acuerdo fue que desde el momento que escuche tu voz, y le sonreí a tu cara, sentí algo adentro mío que no había sentido nunca. Como si de alguna manera, el alma que tanto tiempo inhibí, se hubiera sublevado y me hubiera gritado que ese instante era el único que importaba.

Estoy seguro que al despedirnos, los dos nos fuimos sabiendo que de alguna u otra forma, nuestras vidas habían cambiado para siempre.

4 segundos antes de que la luz impactara para siempre contra mí,

recordé nuestros días felices.

Me acorde de todas las tardes que pasábamos mateando en el Rosedal cerca de donde nos conocimos. Como con el Chelo y la Rita nos pasábamos tardes enteras fumando cigarros y charlando de todo.

Como disfrutaba estar con vos, poder compartir esa visión descarada y cínica del mundo, nuestro odio de lo mundano y la gente creída, nuestro amor por la originalidad y lo espontáneo.

Qué lindo era todo. No importaba qué problema tuviera o que tan hasta el cuello estuviera en el trabajo o en mi casa. Si estabas vos, todo valía la pena, siempre.

Y los viajes, como me podría olvidar. No importa adónde íbamos, siempre era una aventura. Me acuerdo esa vez que nos agarro el temblor en Potrerillos y tuvimos que salir corriendo porque la cabaña se venía abajo, o cuando nos alojamos con los quechuas en Perú después de que se largara el aluvión. Y los llantos que pegabas para todos lados cuando estabas asustada sin razón.

Siempre fuiste un poco exagerada para todo, siempre fuiste fatalista. Siempre pensabas en el peor escenario posible.

Me gustaba decirte que no importaba que tan mal estuviera la situación, si la abordabas con buena actitud, no había forma de salir perdiendo.

Sonreírle a la vida. Siempre fue mi mejor consejo.

Eso siempre te calmó.

La única vez que no te pude calmar de ninguna manera fue cuando te propuse matrimonio. Una tarde de Rosedal como cualquiera. Verte tan alegre y eufórica, creo que fue uno de los regalos más hermosos que me dio la vida.

Esos fueron los mejores años. Tuvimos todo, nuestra boda en la finca de la Rita, nuestra luna de miel en Cancún, nuestro primer lustro de casados, nuestra primera casa y primer auto…

Todo siempre iba a estar bien. Si estabas vos no importaba lo que pasara, todo siempre iba a ser feliz.

| Continuará…. 

ETIQUETAS: