/Eterno atardecer – Prologo: «Enriedos de un nonito»

Eterno atardecer – Prologo: «Enriedos de un nonito»

Soy un tipo mayor, un adulto mayor. Un nonito,…si.

Vivo solo. Por momentos con un gato que aparece cuando le parece y con Silvestre, que aún en su pedigrí experimental, roza el coeficiente intelectual de un ser común… Es un genio ese pichicho.

Como cada mañana, salgo de casa en busca de los mandados y del diario, mi ventana al mundo exterior. No me acostumbro a leer las noticias por la interné. Más bien me niego.

– ¡Buen Día! ¿Cómo anda? –nos decimos con los vecinos.

Los saludos al alba del día, son la chapa y pintura del auto que está a la venta, la entrada por los ojos como le dicen. Aunque por dentro usted se caiga a pedazos, salude.

La mañana regala el renovar de las esperanzas, sobre las apuestas fuertes de muchos insomnios. Algunos sacan la basura, otros baldean la vereda, o simplemente toman mates en la fresca matinal.

Mi vida transita bastante chata, predecible, repetitiva. La plaza y el ajedrez le ponen mínimamente un picante, pero los viejos venimos cada vez más lentos… Antes disfrutaba del tiempo consumiéndose alrededor de una cancha de bochas. Hoy lo padezco entre hormigas que me pican el trasero, motivándome a patear el tablero.

…Y este cuerpo que no para de marchitar, y esta mente que camina como un cangrejo hacia la juventud de su capullo.

¨Muchachos, ¡la vida sigue!¨, suelo decirles. No debemos postrarnos por haber pasado las ochenta primaveras. Quedan remedios por probar, mientras se inflen los pulmones al despertar.

– ¿Cómo anda Joaquín? –Joaquín es mi diariero de confianza– El de siempre por favor, y avíseme cuando le llegue ¨El Mendolotudo¨ –éste veterano ve una parva de gente a diario, maneja datos jugosos, y no es mezquino con el chisme. Es inevitable, de grande uno se vuelve igual o más chismoso que chinchudo.

La incomodidad no me afloja… ¿qué carajo me pasa? Estoy un poco mayor para andar macaneando con estas ideas en la cabeza. Las molestias que esconden la mugre bajo la alfombra son las peores. Encima esta carraspera…

Hace un par de días que amanezco con la misma sensación, es como un dolorcito en el pecho. Si, ¡sí!, he probado si son gases. Aunque por suerte con el ¨Teactivia¨ vengo regularizado con ese teminta. ¿Me estará por dar un bobazo?

Freno el tranco entusiasta contra una vidriera que brilla más que el sol y que me sirve de espejo. Me miro, me repaso y no puedo entenderlo. Estoy más lindo que nunca… Viejo, arrugado, sí; pero lindo.

No quiero creer lo que estoy pensando. He cambiado la línea al costado de mi peinado, por uno de gomina fresca para atrás sin recordar cuándo… no quiero creer lo que estoy pensando.

Desde adentro una mujer, la dueña supongo de esta… zapatería, me sonríe. Siento que un trazo comienza a dibujarme una similar, a lo que me niego de cajón. No se la devuelvo y rajo. No quiero creer lo que me pasa. Camino, ya sin rumbo. Si hubiese un mar en Rodeo del Medio haría la de Alfonsina.

Ojalá me pise un coche. Me cacho en die´, creo saber lo que me pasa… ya son mas certezas que dudas.

Quiero… quiero… ¿cómo lo digo? Bueno… eso…, eso que se siente cuando al enjambre de orugas instalados en nuestro estómago les llegó su hora, y han echado a volar sus alas.

Quiero… quiero volver a enamorarme. Ya está, ¡lo dije! Eso me pasa. ¿Eso me pasa? ¡Eso me pasa!, estoy gaga. Una joven me encañona de reojo en la verdulería porque hablo solo, mientras salpico lágrimas de nostalgia… ¿alegría tal vez? ¿Locura?

¿Por qué a los ochenta y largos, un señor de mi edad tiene que sentir ésto?

Ni siquiera recuerdo con quién sucedió la última vez. Solo percibo secuelas previas del camino de la desesperación voluntaria, y la vulnerabilidad masoquista en la que nos sumergimos, cuando nadamos en ese mar llamado Amor.

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