/Pueblo y abismo | Parte 1

Pueblo y abismo | Parte 1

Se conocieron a través de unos amigos en común, Candela trabajaba como programadora para una empresa extranjera y Ramiro estaba terminado de rendir las últimas materias en la universidad para recibirse de ingeniero agrónomo.

El flechazo fue instantáneo y, a los meses de salir decidieron ser una pareja estable.

Ella 26 años, él 28.

-Soy de un pueblito muy chico de San Juan, cuando abrís las cortinas o salís al patio ves toda la montaña enfrente tuyo. Es precioso.- le había dicho él en varias ocasiones y, para Candela que siempre había vivido -en el centro- le fue muy interesante conocer otros aires, otras formas de vivir la vida tan diferentes a la suya, un ratón de ciudad.

Candela, al igual que Ramiro, vivía en un departamento en el centro, en un complejo de departamentos, tan de moda en el último tiempo. Sus padres estaban separados, su padre vivía en Buenos Aires, y su madre en Santa Fe, era hija única. Ella se quedó en Mendoza por gusto, sus padres al separarse consiguieron trabajo en otras provincias y ella se quedó a vivir en el departamento que habían comprado poco antes de la ruptura, a modo de inversión.

-Acompañame a mi pueblo por el finde largo- le dijo Ramiro un día. -De paso podes conocer a mi familia-, él tenía sus abuelos, padres y dos hermanos viviendo aún en el lugar, ya que era el primero de la familia en salir del pueblo parar estudiar en otra provincia.

-¿Estás seguro de que querés que vaya con vos?- Le dijo Candela. La realidad es que le asustaba un poco conocer a la familia de Ramiro, más aún cuando la suya propia estaba desperdigada en otras provincias. No sabía lo que era tener una familia grande viviendo en el mismo lugar.

-Obvio que estoy seguro, hay unos lugares re lindos cerca de mi casa, una vertiente con un arroyo que parece una postal de invierno. Te va a encantar, y mi familia, bueno, puede que sean un poco conserva pero son buena gente-.

Al ver el entusiasmo de Ramiro, y más sabiendo que hacían meses que él no iba para San Juan, sin demasiado entusiasmo le dijo que si, que irían, y empezaron a organizar todo para pasar cuatro días tranquilos en la vecina provincia.

-Nada puede salir mal- se dijo ella para sus adentros, no muy convencida de aquella frase que esperaba se cumpliese.

El viaje no era muy largo, en el auto de Ramiro hicieron en cuatro horas los trescientos cincuenta kilómetros que los separaban de su pueblo natal. En el camino charlaron de la vida, y planearon un viaje para las vacaciones de enero. -Llevá abrigo- le había dicho a Candela, siempre en medio de las montañas hace frío, y más aún si vas en invierno. Ella no lo dudó, cargó todo el arsenal invernal que pudo encontrar en el ropero, con mitones y escarpines de lana incluidos.

-Todo va a estar bien- se repetía para si misma. Si, todo estaría bien.

Doblaron al oeste en la ruta principal, se encontraron con un cartel de vialidad que indicaba la bienvenida al pueblo y de fondo, la cordillera se veia majestuosa y nevada.

-Es un paisaje soñado- dijo Candela, y Ramiro sonrió. Era verdad. Hacía mucho que no veía un paisaje así. -Esperá a que vayamos a la vertiente- le dijo él.

La casa de los padres de Ramiro estaba casi al final del pueblo, era una casa de dos pisos grande con el frente de piedra y techo a dos aguas. En el momento que estacinó el auto en la puerta de entrada, una señora con delntal de cocina y pelo entrecano salió a recibirlos a la puerta. -Es mi mamá- le dijo Ramiro, se bajó del auto y se fundió en un abrazo con su madre.

-Te extrañé mamá- le dijo él.

-Yo también hijo- le respondió la mujer.

La señora miró con cierta desconfianza a Candela. -Sos más fea que la novia anterior- le dijo ella sin ningún reparo. -Espero que esta no sea feminista- le dijo mirando a su hijo, que no sabía donde meterse. A Candela le dieron ganas de volver al auto y regresarse a Mendoza, pero trató de no darle importancia al comportamiento de su suegra y puso buena cara.

Al entrar a la casa encontraron al padre de Ramiro, Carlos, sentado en un sillón viendo televisión. -Hola hijo, ¿Qué tal la tierra del sol y del vino?- Le dijo, al pararse y saludarlo. -Todo bien papá, todo bien-, le respondió Ramiro. -Ella es Candela , mi novia- le dijo, mientras que ella se acercó para saludar el hombre que, la saludó con dos besos.

-Bienvenida a San Juan Candela- le dijo muy amablemente.

-Gracias- le respondió ella.

-Subimos arriba y nos acomodamos en mi pieza. ¿Nos llaman para almorzar?- Le preguntó a su madre, que venía entrando por la puerta de calle.

-Bueno hijo. Yo los llamo en un rato.

-¿Medio desubicada tu vieja, no te parece? – Le dijo Candela a Ramiro en el momento que entraron a la habitación de Ramiro, bien al fondo del primer piso. -Ni me imagino si le cuento que todos los años voy a la marcha del 8 de marzo.

-Si, no la voy a defender. Que comentario más choto. Y no, no sos más fea que mi ex, sos más linda- le dijo él en un tono conciliador, y le dio un beso suave en la boca.

-Sabés que tus besos así son mi perdición, ¿no? – Le dijo ella.

-¿Ah si? No me digas… Y si te muerdo los labios, ¿también es tu perdición?

-Puede ser- le respondió.

Y comenzó en ese momento el dulce trance de besos que los terminó acostando en la cama, dejando las maletas en el piso, y haciendo el amor.

El resto del día lo pasaron acomodando algo de ropa en el placard de la habitación, y dejaron las visitas a paisajes cercanos para los siguientes días.

La cena fue pollo al horno que había hecho la madre de Ramiro, charlaron temas intrascendentes hasta que su padre le contó que al otro día llegaría su hermano más chico de Buenos Aires, donde estudiaba y trabajaba.

-¿Sabés que ahora se llama Paula, no? Hermana, no hermano papá. – Le dijo medio molesto Ramiro.

-Si si, que ridiculez- respondió él.

-No. Es Paula, es tu hija, no tu hijo. Asumilo porque mañana va a venir vestida normal como mujer y ustedes van a hacer el mismo escándalo que hacen siempre. Seguro que por la única razón que vino fue porque le dijeron que venía yo, que soy la única persona que la aceptó como mujer desde el día uno- le dijo Ramiro en un tono molesto.

-¿Nos podés dejar de cagar a pedos hijo? ¡Ya entendimos! – Le dijo su madre medio molesta.

-Ojalá hubiesen entendido antes de que ella se fuera a Buenos Aires – Les retrucó Ramiro, y dicho esto se levantó molesto de la mesa y subió las escaleras.

-Buen provecho- dijo Candela y se fue detrás de Ramiro.

-¿Me podés decir que acaba de pasar?- Le preguntó incrédula Candela.

-Bueno, lo que te podrás imaginar con tan agradable charla. Mi hermana es una mujer trans, lo ha sido desde siempre, pero habrás notado una cierta cantidad de machismo en mis viejos, y después de muchas peleas, se fue a vivir a Buenos Aires como Paula a los 18 años. Allá empezó a estudiar diseño de indumentaria y trabaja de diseñadora en una marca de ropa de allá.

Yo la he aceptado desde el día uno. Me suele mandar algo de la ropa que diseña, y yo la he ido a visitar muchas veces. ¿Podés creer que diez años después aún no la aceptan al todo? ¡Es tan difícil!-

-Uff amor. Que complicado todo. Bueno, tranquilizate. Va a estar todo bien- le dijo ella en un tono apaciguador.

-Eso espero. Ahora acostémonos que mañana tengo ganas de ir a la montaña temprano- le dijo él.

-Dale- le respondió ella.

En medio de la noche algo hizo que Candela abriese los ojos. Ramiro dormía profundamente a su lado, toda la casa estaba en silencio.

Corrió la cortina y vio como hacía poco tiempo había empezado a nevar.

-Todo va a estar bien- se repitió a sí misma.

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