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Todo lo que no te dije: ella

Establecer una relación bonita, sana y que dure para siempre no es tan sencillo como reflejan las películas más taquilleras o los libros con las historias más leídas. Se trata de lograr que algunas personas puedan anhelar tener algo parecido a lo excelso que les permiten sus obras imaginar.

A nosotros nos pasó algo parecido, fuimos el “avant premier” de lo que nunca sucedió. La culpa no fue tuya y tampoco la mía, simplemente nos dejamos morir y digo “dejamos” porque alguna vez fuimos uno ¿te acordás? Las largas despedidas fueron desapareciendo junto a los “te amo” que dejamos de sentir, el cariño iba a ser eterno y eso estuvo claro desde el principio pero no era suficiente para quienes siempre tuvimos tanto para dar.

Como mujer me hicieron falta miles de abrazos que rompieran mi falsa calma para tranquilizarme por un instante y que pudieras prometerme que todo iba a estar bien, que seríamos felices juntos para siempre y todas esas cosas con las que sueñan los niños cuando aún no conocen lo malo de amar tanto y no sentir lo mismo de la otra persona.

Voy a hablarles un poco de él: siempre fue alguien ocupado, no contaba con demasiado tiempo para hacerme sentir viva y enamorada pero yo entendía cada momento en el que se ausentaba o las salidas a las que no asistíamos por su falta de ganas, juro que lo hacía. Pero el amor tiene sus límites, y en eso pensaba cada vez que miraba a decenas de parejas ser felices tiradas jugando en el pasto seco mientras yo patinaba procurando no tropezar con ningún hueco de aquella mal asfaltada pista en el parque; sola un domingo por la mañana.

Es una historia real, la viví y dejé morir, soy completamente responsable de ese deceso y aún sin quererlo, sin haberlo deseado nunca. Pero no podía postergar mi felicidad por la de él, el egoísmo no es un buen consejero pero a veces necesitamos pensar en nosotros; yo necesitaba pensar un poco más en mí. Y así fue que te dejé, mi amor. Y podría reclamarte mil cosas pero eso no tendría sentido pues ya está todo terminado. Tus súplicas no lograron conmover a este corazón que lograste endurecer aunque me hubiese encantado nunca haberme convertido en lo que soy ahora; no era feliz con vos y probablemente no lo sea con nadie. Tal vez lo merezca o solo esté delirando, pero si no logré ser feliz a tu lado no creo que logre serlo nunca.

No me fallaste a mí, tampoco te fallé a vos; le fallamos a las promesas que nos hicimos en cada lugar que recorríamos, a los hijos que nunca tuvimos y a los invitados de nuestro casamiento que jamás va a realizarse.

Confieso que cuando llega la noche extraño lo que tanto odiaba, que te dieras vuelta al instante en que te acostabas y no acariciaras mi pelo. Perdón por no entender que ya no estabas para eso, pero a veces no se trata solo de lo que uno quiere sino de lo que el otro necesita.

Te publico mis sentimientos acá porque te lo comuniqué y al no responder estimo que estabas de acuerdo. Hace un mes terminamos y no hemos vuelto a hablar, supongo que te sucedieron mil cosas en este tiempo y a mí me hizo falta oírlas. A veces me encuentro leyendo mensajes que todavía no logro borrar, mirar tus fotos son brisa fresca para cada noche de sofoco sin tu compañía. El sonido de tu voz guardada en mi mente es mi escolta en cada desvelo y no logro comprender por qué me haces tanta falta si pensaba que no me dabas nada. Espero sientas lo mismo que yo, me encantaría volverte a ver. Hasta el jueves, mi amor.

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