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Amistades peligrosas: Hannah, mi amiga visible

Para la psicología un amigo invisible en la niñez es un fruto inocuo de la imaginación y la creatividad infantil. Estar a cargo de las dos partes de la comunicación facilita el desarrollo de habilidades comunicativas, amplía el vocabulario de los niños, les ayuda a descentrarse y comprender la realidad desde la perspectiva del otro, logrando mayor desarrollo en su esfera cognitiva. Los amigos imaginarios ayudan a los niños a expresar sus sentimientos y en ocasiones actúan de forma catártica porque disminuye comportamientos agresivos o violentos. Ahora entiendo porqué salí tan falladita.

Yo no lo tuve amigo invisible porque me la re bancaba con mi psiquis en proceso de crecimiento atrofiado, a cambio de eso tuve una amiga de carne y hueso. Inseparables como Coca y fernet, como Gabriela Michetti y su silla de ruedas, como la plaza Independencia y los hippies.

Hola Hannah, si estás leyendo esto es porque el agua hirviendo que te tire en los ojos por no dejarme jugar anoche al Fifa 13 no estaba en su punto de ebullición exacto.

Más rápido que una bala, más rápido que una locomotora… ¿Es un pájaro?. ¿Es un avión?. ¡No, es Superman!. – Bueno, escuchame una cosita “Superhéroe” leete esto:

Hannah es más negra que Wanda Taddei después de que el batero le hiciera “la jodita”.

Mas caprichosa que el hemisferio cerebral izquierdo de Gustavo Cerati.

Menos equilibrada que Horacio Guaraní dando vueltas como La Giovani.

Menos simpática que una encefalopatía espongiforme bovina.

Y no se debilita con la kriptonita anulándole los poderes.

Tantos años compartiendo juntas que ya nos hicimos carne, a veces perdemos la cadena de frio, pero seguimos siendo carne al fin.

La vi por primera vez a los 4 años andando en un triciclo, yo la miraba como miraría Freddie Mercury a Mauri Macri cantando  We will rock you; parece que le di un poco de pena; me lo prestó. Hemos llegado a recorrer el mundo en ese triciclo.

Cada mañana me venía a buscar y desayunábamos juntas: leche con galletitas Lincol, hasta el día de hoy seguimos desayunando leche, pero en diferentes contextos.

En las tardes con tan solo poca edad hacíamos debates en el patio de mi casa mientras llenábamos bombitas de agua y tratábamos de embocarlas a un balde, menos puntería que Palermo errando los 3 penales contra Colombia en el 2006 teníamos.

Mirábamos revistas de Disney he intentábamos llamar a un numero que salía en ella (Número de “Estados Unidos”) para ver si nos podíamos comunicar con Minnie porque queríamos saber si Mickey tenía pito.

Una tarde a raíz de un accidente doméstico me apreté la mano con la puerta de mi auto, la uña del dedo pulgar de la mano izquierda se me empezó como a pudrir y a las semanas se me cayó, mi vieja me dijo que si a una persona se le caía una uña pasaba lo mismo que con los dientes: venia el ratón Fernando Pérez a dejarte MISERIAS. Vino el ratón, todo muy lindo, todo muy bello, bastante adinerado por cierto y le conté  a mi amiga sobre esta situación. Estuvimos como 3 meses cortándonos las uñas y poniéndolas debajo de la almohada, ya llegó un momento en que me levantaba y parecía que había dormido con  Freddy Krueger. El ratón hijo de una mierda nunca vino, mi mamá se excusó diciéndonos que solo venía cuando se nos caía una uña entera. ¿Ah, sí? Con un martillo neumático rompepavimentos agarré la mano de Hannah, tres dedos morados, me re contra re cagaron a palos, pero yo necesitaba la plata para comprarme los chupetes de colores colgantes que venían en esa época. Se le salieron las tres uñas, se llenó de guita la hija de puta, tenía hasta un chupete color nácar granate la flaca.

 
No soportaba que tuviera más cosas que yo, yo quería que fuéramos exactamente iguales por ende tener las mismas cosas que ella, quería hacerla llorar de alguna manera, un día llegué a su casa y noté sus ojos muy hinchados, como si hubiera estado llorando toda la noche, yo la miraba con mis manos escondidas detrás de la espalda, en la mano derecha tenía un aerosol, en la izquierda un encendedor. Vi su cara y me movilizó tanto que antes de prenderle fuego su carita le pregunté que le había pasado y me contó que había tenido la siguiente conversación con su mamá (hablábamos en inglés cuando éramos chicas, porque éramos muy capas)

Tuvimos la suerte de ir a la primaria juntas, ella abanderada, yo escolta, porque era más pobre. Nos sentábamos juntas, éramos como las reinas de la clase, sino salía reina de la primavera ella, salía yo (imaginen el cúmulo de amorfos que habían en ese grado, el chaboncito más bonito se podría haber parecido a un hijo de Juan Leyrado y Narciso Ibánez Menta) Me sentía como pez en el agua con ella, raro de explicar porque no sé como puta se debe sentir un pez en su habitad, supongo que bien.

En la secundaria seguimos sin separarnos, ya éramos como siamesas. En esta etapa nuestros comportamientos cambiaron, pasamos a ser Eugenia de Chikoff a ser Steve O de Jackass. Es como que las hormonas borbotearon y siempre nos poníamos del lado de los varones, no para tener aventuras amorosas, porque a esa edad éramos tan incogibles las dos que lo más excitante que hacíamos era ver documentales de las pirámides de Teotihuacan. Tuvimos lo nuestro por supuesto, así como éramos imponibles, también nos enamoramos, ya no nos veíamos todos los días, su relación fue bastante tóxica y eso no me permitía verla como antes, como siempre.

En el curso de la secundaria le mandaba cartelitos quemados en los bordes, así se parecían a los del siglo XVI, muy a lo Galileo Galilei, muy cool, con algunas de estas frases:

– Estoy más tensa que Facundo Arana tratando de hacer la mala acción del día. Te extraño.

– Sabes que soy una multiprocesadora en cuanto a demostrar sentimientos. Hacete valorar y volvamos a ser las de antes.

– Extraño ir a comprar ropa linda con vos y decirte que pareces una ballena austral con encaje negro. Abrí los ojos, te están haciendo mal.

– ¿Te acordás cuando íbamos a un spa para relajarnos, que entrabamos como Pampita y salíamos como Nahuel Mutti? Necesito que vuelvas a respirar por mí.

– ¿Y cuando tu hermano se te hizo el picudo, prendí la motosierra y lo miré fijo por diez segundos sin decir nada para defenderte? Siento que te están consumiendo la vida.

Tuvimos alguna que otra juntada como cuando éramos chicas, queríamos saber si uno se podía morir por exceso de pan tostado con manteca y azúcar o íbamos a inaugurar esa muerte.

En la etapa universitaria increíblemente seguíamos juntas pero separadas, decidimos estudiar psicología, como a los 13 años era nuestro sueño poder tener a un paciente al lado y decirle cosas como:

– Che flaco, la verdad es que dibujás para el ojete, que mierda es este intento proeza arquitectónica, una  casa o un barrilete?

– Mirá flaca, sos fea, dejá de llorar por tu ex y madurá un poco.

– Señora, lo que su hijo necesita es una buena paliza.

– Señor sinceramente no sé porque poronga a soñado con eso, yo anoche soñé que le depilaba los bigotes a Madonna y no estoy haciendo un escándalo por eso, son $150 hombre horrible.

Desde que se puso de novia una luz se apagó en ella, ya no me acompañaba, no era la misma, llegó hasta enfermarse, luchó tanto, la acompañé cada día. Los milagros existen, abrió los ojos, me escuchó, dejó su relación y de a poco, pero muy de a poco empezó a recuperar todo lo que había perdido.

Ahora es mía por segunda vez, ya es mi carne de nuevo y para siempre.

Fue triste, solitaria y final como el libro de Osvaldo Soriano, pero ahora se relaciona más con La Paz Interior de Jacques Philippe.

La existencia es una rara mezcla de finales y principios, es posible volar sin tener alas, cierren sus ojos y vuelen, a donde sus mentes los lleve sin porqués, sin cómos, sin dóndes.

Mi mejor amiga, mi alma gemela… ESA SOY YO.

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