ANTIMATERIA – DIA 8 | 9/10/18
Lo que pasó anoche fue brutal… aún estoy desconcertado. Como una turba de salvajes venía por la avenida un grupo de unas diez personas, atacando a quien se cruzase por enfrente de ellos. Los divisé a cien metros de donde estaba mi familia, los gritos y las corridas venían de esa dirección. Corrimos hacia nuestro grupo. Me colgué de una rama y tiré hacia abajo con todas mis fuerzas, haciéndome de un buen garrote de mano. Félix hizo lo mismo con un palo que estaba en el piso.
María me sorprendió… tomó entre sus brazos una varilla enorme y se quedó protegiendo a Graciana que sostenía en brazos a Lucía. Le grité a Esteban que tomase un palo, él se miró sus manos para que yo viese, tenía una roca enorme en cada una, subestimé en el acto el poder de ese arma y le dije que agarrase una rama u otra cosa… pero ya teníamos la turba salvaje encima.
Venían sacados, golpeando a todo el mundo y quedándose con lo poco que cada uno había podido fabricar, habían algunos manchados de sangre. Eran jóvenes y violentos. Se arrimaron gritando, derecho hacia nosotros. Cuando escuché que uno gritó “agarra a la mina” perdí el control.
Eramos cuatro contra diez… Félix y yo repartíamos palazos a diestra y siniestra, María sacudía varillazos desde la retaguardia, impidiendo que tocasen a la nena. Pero fue Esteban el que marcó la diferencia…
Con las rocas que llevaba en las manos repartía golpes brutales a la velocidad de un rayo… cada golpe era un hueso que crujía, una cabeza que explotaba o una mandíbula que se desfiguraba por los aires. A Félix le sacaron el palo y lo lastimaron en la cabeza, yo hacía lo que podía, la desesperación me generaba adrenalina, no sentía los golpes. Esteban era un torbellino de violencia, en pocos segundos diezmó a la mitad de los violentos. Cesaron los gritos… Graciana corrió a acudir a Félix. Miré alrededor… estábamos en pié, ante una horda de salvajes moribundos. Un par huyeron, otros yacían inconscientes. Lucía lloraba a los gritos pero estaba bien.
Llegamos cansados y asustados a la Virgen, ahí hicimos noche y comimos algunas aceitunas. El hambre se siente. Ya es la madrugada… llevamos siete días de este infierno. Hoy comenzamos a caminar hacia el sur, en dirección a Potrerillos.
ANTIMATERIA – DIA 9 | 10/10/18
Sobre el acceso hay muchísima gente, parece una peregrinación. Algunos dicen que se van a Chile, para aprovechar la abundancia del mar, muchos vienen del sur en dirección norte, van hacia el calor. Hay gente que se toma con cierta simpatía la situación, aunque son los menos. A mi me tiene muy preocupado pensar que Lucía se puede enfermar, o agarrar algún virus o infección. Aún usaba pañales antes de “esto”, no sabía ir al baño, así que se hace pis y caca de una manera tragicómica. Abre sus piernas, llora, grita “atiticaca” y sale o pis o caca, sin saber qué sucede. Luego nos cuesta bastante encontrar dónde asearla. Maldita provincia seca.
La gente se mueve en grupos, como nosotros, hay una tendencia a armar tipo clanes, y cada parada parece un encuentro social. Sinceramente estamos a merced de la naturaleza. Tuvimos la suerte de cazar un par de palomas y comer eso… son un asco. Es un mito que se parecen al pollo. O un pollo asqueroso y desabrido tal vez.
Hoy vi cueros de perro secando al sol… ya se cuál fue el destino de su carne. Habiendo pasado 9 días de la desaparición de lo material y con un par de hojas cubriendo mis partes, no me parece una mala idea. Aunque ya no nos importa tanto que nos vean desnudos.
Me he cruzado algunos amigos de Villa Nueva, quien no está de paso le recomiendo que lo haga. En el gran Mendoza los recursos naturales son escasos… no me imagino el invierno que viene acá. Esto en un par de meses será un desierto. Tengo que llegar cuanto antes a un buen lugar, alejado y seguro, porque estimo que las montañas se van a superpoblar… es loco pensar que los mendocinos llevamos la montaña en la sangre, en la genética. Estamos casi todos migrando hacia allá.
La herida de Félix mejora, pero el viejo esta algo débil. Creo que lo estresa esta situación. Vuelvo a agradecer tener al salvaje de Esteban con nosotros, que parece disfrutar esta barbarie.
ANTIMATERIA – DIA 10 | 11/10/18
Seguimos caminando hacia Potrerillos. Se nos arrimó un cachorro, no se que raza será, pero Lucía lo acogotó en el acto al grito de “¡emio!, ¡emio!”… ahora es de ella, claramente. Pienso en que el instinto del perro nos puede ayudar a conseguir comida, además le va a venir bien un compañero a mi hija. Los gatos son mas astutos, no me he cruzado a ninguno. Nos detuvimos a descansar y María y Graciana utilizaron un hojas de caña para hacernos unas excelentes prendas. Se avecina una tormenta y sin dudas nos vamos a mojar, suerte que estamos en octubre y viene el calor.
Dos mujeres nos siguen el paso, creo que se sienten inseguras solas y quieren sumarse a nuestro equipo. A lo lejos diviso un hombre solitario que también se detiene cuando nosotros lo hacemos y sigue el paso cuando reanudamos. Si continúa siguiéndonos voy a encararlo, no puedo permitirme dejar suelto ningún cabo.
Hay mucha gente muerta en distintos lugares, sobre todo en la ruta y a los costados. Cadáveres destrozados… me imagino haber venido a unos 140 o 150 kilómetros en un auto y que el mismo desapareciese en el acto… que muerte espantosa. Vamos siguiendo una especie de canal paralelo al acceso que nos brinda agua. Se que pronto llegaremos al río Mendoza donde nos podremos saciar y asear tranquilamente.
En uno de nuestros descansos hablamos con un viejo medio loco, medio desnudo y todo desgarbado. El viejo hablaba del Apocalipsis, del fin del mundo, de un ataque de Dioses… yo no se que pensar, pero sin dudas esto es un evento inusitado que cambió el mundo tal como lo conocíamos.
A fin de año quería tener otro hijo… de solo pensar en un parto así, sin la tecnología a mano, me hiela la sangre. Creo que vamos a tener que postergar nuestros sueños.
La tormenta parece que viene fuerte… está empezando a correr viento. Debemos encontrar refugio.
ANTIMATERIA – DIA 11 | 12/10/18
Las nubes se fueron acumulando en un cielo gris oscuro, ese olor a lluvia característico que antaño me perfumaba la vida hoy me parecía el olor de la muerte. Entre los cinco nos pusimos a armar una especie de refugio para la tormenta que se avecinaba utilizando un ligustrino como muro y palos y hojas como techo, mientras Lucía correteaba al perro. Yo arengaba al grupo y Esteban trabajaba sin chistar. Era tal mi desesperación por terminar todo antes que comenzara a llover que ni siquiera me di cuenta que las dos chicas estaban trabajando codo a codo con nosotros.
Julia y Rosario eran pareja. Apenas se animaron a preguntar si se podían quedar con nosotros comenzaron a cortar ramas y a armar el techo. Me sorprendía ver gente sin hacer nada, sabiendo lo que una tormenta significa en Mendoza. Graciana y Félix cavaron un par de pozos en el suelo y los recubrieron de hojas. Tendríamos agua limpia para tomar. Pero no alcanzamos a terminar el refugio como hubiésemos querido cuando un trueno estalló en el suelo, iluminando el atardecer con una fuerza ensordecedora. En un instante comenzó un aguacero atroz. Junto a las primeras gotas empezó a caer granizo… pero no cualquier granizo. Cada piedra tenía el tamaño de una pelota de ping pong o de tenis, rebotaban en el suelo y golpeaban contra todo lo que estuviese a su paso. La gente pasaba corriendo frente a nosotros intentando cubrirse con algo, estábamos los ocho apretados dentro, muertos de frío y miedo. Félix, Esteban, María y yo sosteníamos el techo para que no colapse, las tres mujeres cubrían del viento a Lucía y su cachorro que lloraban desesperados. Entonces aquel viejo que nos seguía se paró frente a nosotros, cubríendose la cara de la piedra, a merced de la naturaleza. Había un mínimo espacio, al menos para taparse el rostro. Le grité y el viejo logró acomodarse entre nosotros.
En la desesperación otro tipo trató de ingresar también, era imposible… no cabía. Entonces quiso empujar a Félix, para sacarle el lugar. En un instante de furia y desconcierto Félix perdió el equilibrio, Rosario, que estaba cerca, le pegó una patada impresionante en el medio del pecho al intruso, este trastabilló y cayó a varios metros de nuestro maltrecho refugio. Entonces otro rayo explotó sobre nosotros y se duplicó la sacudida de granizo. Y lo que sucedió fue espantoso…
Varias piedras se colaron por el techo, golpeándonos a todos menos a la bebe, pero el tipo que estaba fuera se llevó la peor parte. Luego de dos o tres golpes en su cabeza, fue derribado por el granizo, quedó inconsciente en el piso… y ya nada logró cubrir su cuerpo de la devastadora piedra. Veíamos con horror cómo la naturaleza estaba moliendo a aquel hombre. Las mujeres gritaban de miedo, Rosario estaba desesperada, intentó salir en su ayuda, pero dos piedrazos en su cabeza la hicieron dudar. Julia la agarró del brazo y la tiró hacia adentro. Rosario gritaba, quería ir a ayudar al hombre que ya era un despojo a metros de nosotros. Julia le imploraba que se quedara dentro, que ya estaba, que no podía hacer nada, que era él o ellas…
Diez o quince minutos después terminó el infierno… en silencio enterramos al pobre tipo y a un par más de personas que quedaron destruidos cerca nuestro. Mucha gente lastimada y mal herida… esto es un horror, no se cómo vamos a sobrevivir.
ANTIMATERIA – DIA 12 | 13/10/18
Hicimos un fuego y seguimos en el refugio como para descansar un poco. Rosario está muy mal, se hecha la culpa de la muerte del tipo. Es taekwondista, sabe manejar la violencia, pero le cuesta entender que fue una cuestión de supervivencia de grupo. Si el hombre entraba, Félix quedaba afuera.
El viejo se llama Cristian, se parece a un vikingo. Tiene una barba larga y gris y el pelo revuelto. Vivía solo en Las Heras, en un barrio humilde. Ahí quienes no eran policías eran ladrones. Entonces al estar sin ninguna protección, las cosas se pusieron pesadas entre los bandos y decidió caminar en dirección hacia sur. Tiene algunos años más que Félix, pero está más curtido y duro. Tiene mucha más calle.
Lucía quiso bautizar como “Peíto” al cachorro. Yo decidí que se iba a llamar “Rufián”. Es negro y tiene patas gruesas, tal vez sea grande… “Peíto” es de caniche homosexual. Esteban por primera vez se rió de la situación.
Nos costó mucho hacer fuego, pero ya somos ocho… no se si me agrada la idea de ser tantos, pero sin dudas me siento mucho más seguro.
ANTIMATERIA – DIA 13 | 14/10/18
Hoy caminamos bastante. Llegamos a la intersección con lo que fue la ruta que iba hacia Chile y decidimos parar. En el camino encontramos un par de hombres a caballo… gran valor haber tenido uno de estos animales cerca. Nos cuenta un grupo de personas provenientes de la ciudad que sucedió algo terrible. Dicen que el gobernador Cornejo intentó tomar algo así como las riendas de la situación y las cosas se pusieron tensas. Habiendo perdido todo lo material… ¿qué elemento se tiene para generar poder? Siempre pensé que el poder estaba sobre lo material, pero sin lo material… ¿con qué motiva o asusta el poder?
En fin… nos cuentan que se armó una trifulca y la cosa se le fue de las manos a un grupo de opositores, que aprovecharon lo que estaba sucediendo para saciar su sed de venganza. Cuentan que se desató una batalla en pleno predio de la casa de gobierno y terminaron muchos heridos y varios muertos, entre ellos el propio gobernador.
El único liderazgo posible en esta situación está a cargo de la persona que pueda transmitir supervivencia al resto.
ANTIMATERIA – DIA 14 | 15/10/18
Subiendo por la ex Ruta 7, a la altura del parque industrial, vimos a lo lejos una liebre. Nos organizamos y separamos el equipo rodeando al animal… parecíamos lobos trabajando en manada. Fuimos cercándola. Sin dudas presentía el miedo… parándose en dos patas y observando de forma constante su entorno. Teníamos palos largos para que no se nos vaya a escapar. En un momento Félix le pegó un grito, sabiendo que estábamos nosotros detrás. El bicho corrió en dirección contraria y un certero palazo de Rosario, con la velocidad de un rayo, lo amedrentó en un instante.
Entre los festejos, de un hueco en la tierra, salió corriendo otra liebre a metros de mí. Arrojé mi palo a modo de lanza con toda mi fuerza, sin ánimos de nada… y tuve la suerte de impactar en su lomo. Luego de unos movimientos eléctricos, quedó si vida ante mis ojos.
María se quedó jugando con Rufián y Lucía para que no vea cómo despostábamos a las liebres. Llevábamos casi dos semanas sin comer carne, nuestros cuerpos lo estaban demostrando. Así que hicimos un gran fuego para comer la caza. No quedaron ni los huesos. Y ya tenemos una hermosa prenda de abrigo para mi hija.
Félix es ingeniero agrónomo, desde que salimos de Kilómetro 11 ha ido juntando semillas y plantas porque dice que va a construir una huerta.
Miro a la familia charlando. Julia tiene muy buena onda con todos, Rosario es más reservada e introvertida. Por primera vez en dos semanas me siento un poco en paz…
Continuará…