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Bienvenida… al camino de la muerte

Lucas siempre intentó dejar una marca en los demás. Hace varios años consiguió un trabajo estable en el Poder Judicial, alquiló un departamento en un barrio de clase media donde disfruta de libros clásicos, largas siestas y, además, lo considera su telo personal.

Tiene un rostro estándar, podría decirse que es fácil de olvidar. Sin embargo, también puedo agregar que su mirada tiene algo, un no sé qué. Una oscuridad profunda, sus ojos fríos te penetran y te dan ganas de no sonreír nunca más. A veces siento que lo veo en mil rostros: su barba prolija, su frente amplia, su sonrisa. Su hermosa sonrisa.

Tiene el ego bastante bajo y no se ve como alguien especial. Estoy convencido que tiene más defectos que virtudes, más rencores que valores, más dolores que alegrías. Sé que tiene algo por lo cual atrae a los demás, pero no sabría especificar qué es.

Detrás de esta sonrisa existe un hombre cruel. Un hombre sucio. Un morboso. Una persona a la que le gusta lastimar mientras promete el corazón sanar.

Como les decía, siempre intenta dejar una marca en los demás. Abandona a sus parejas y piensa que si él decide volver, la otra persona aceptará feliz. Promete viajes que nunca hará, un “vivir juntos” que nunca sucederá. Comenta sobre el futuro compartido, sobre tener hijos, sobre adoptar si es necesario. Miente, y mucho. Le gusta hacerlo. A veces dice verdades fingiendo mentir para que así interpreten verdades como mentiras, solo para que no puedan captarlo cuando realmente lo hace.

Yo soy un simple espectador. No me gusta prejuzgar pero disfruto analizar a las personas. Cómo caminan, cómo se expresan, sus gestos, la manera de vestir. Y ahora te hablo a vos. Vos que te enamoraste de Lucas, vos que le dedicaste tiempo, palabras, noches en su departamento. Vos que te animaste a dejarlo, que pudiste entender su oscuridad. Vos que pensás que le ganaste.

Lamento comunicarte que eso no va a poder ser posible. Siempre estará en vos.

Es que él ya dejó una marca en tu cuerpo y lo llevarás siempre dentro. No le gusta que lo abandonen, ya te mencioné que le gusta romper corazones y volver tristes a quienes hizo felices.

No daré más vueltas, no hay mucho tiempo.

Estoy convencido de que con él no te cuidaste, que te dijo que le molestaba tener un plástico al acostarse con vos, que el amor entre ustedes era para toda la vida.

Y me duele. Me duele que hayas caído en sus brazos, mentiras y seducciones. Ahora solo sos una más. Sos una más de tantas mujeres que después de mil cervezas se entregaron a una noche de sexo mediocre.

Mi nombre es Agustín. Soy su ex pareja. Me diagnosticaron SIDA hace cuatro años.

Lo lamento, pero bienvenida al oscuro caminito de la muerte.

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