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Carta a mi chica que no lee

Chica que no lee. Tus movimientos me cautivaron esa noche de boliche que decidí salir para despejar mi cansancio producto de toda una semana de trabajo. Fuiste la satisfacción inmediata que necesitaba. Entre todos los compromisos y decisiones que tengo que tomar día a día en la vorágine de lo material, fue un alivio que algo no material no me costara nada, aunque se comportara como un objeto con vida. No me exigiste más que los tratos de rigor, un bailás muy bien, un sos hermosa y decirte dos o tres cosas para demostrarte mi buena posición monetaria o mi esfuerzo por mantener un atractivo físico, otra de las cosas a las que le dedico su tiempo valedero y necesario. El ambiente ayudó, por eso busco esos ambientes, frívolos, superficiales, nada muy elaborado, nada poco entendible para nuestras ya llenas cabezas de cosas que ni sé cuáles son. Un ambiente donde prima el desparpajo de lo bajo de nuestros instintos primarios no evolucionados.

Amo tu vocabulario poco elaborado, chabacano, tus pensamientos básicos, no tengo tiempo para dedicar mis valiosos pensamientos en alguien así, en casi nadie en realidad, y lo entendiste bien. Tu maltrato del lenguaje y del pensamiento me calentó, algo como vos necesitaba. Y eso me alivió, previo a llevarte a una habitación de mala muerte, digna de tu persona, para poder maltratar tu espíritu ya dejado de lado por vos hace tiempo. Amo lo automático. Abriste tus piernas como se debía hacer, te cogí y acabé, sin que mediara ninguna cosa innecesaria.

Alguien con más gramática y vocabulario no es feliz, y vos lo sos de sobremanera, tu sonrisa constante ante cada palabra soez y básica de mi parte me lo asegura y me tranquiliza. Quien tiene un mejor y más respetuoso uso del lenguaje, una de las características que la naturaleza nos dio para diferenciarnos de otras especies, no está nunca contento, y no me hace a mi contento. ¿Has visto que siempre tienen una cara poco feliz, más reflexiva, un poco más ausente, más crítica? He tenido la suerte de no cruzarme muy seguido con esas personas. Son personas extrañas, hablan de muchas cosas, y a veces al mismo tiempo. He llegado a sentir nervios ante cada novedad, ante cada curiosidad que han tenido. Y lo peor es lo irrespetuosas que suelen ser esas personas, porque si no te interesa lo que te están diciendo, ni se ofenden, no te obligan, sino que siguen su camino, dejándote solo, aunque sea por unos minutos y después vuelvan. Hasta he llegado a sentir la soledad estando ellas presentes. Siempre movedizas, siempre inquietas, sin saber muchas veces dónde están, aun con su presencia física delante de tus ojos. No sos así, lo sé, me tranquiliza.

Esas personas llegan a ser tan inentendibles como las discusiones en las que te podés ver involucrado. A veces veo desde afuera que discuten de cosas extrañas. Una vez escuché que opinaban de cómo cambia la percepción de belleza con los siglos. Eso es extraño, la belleza siempre ha sido igual. Vos sos bella, rubia, tetona y trola, bien trola, sé que la belleza siempre ha sido así. También nombran personajes extraños que seguro nunca existieron, nombraban a supuestas personas que ellos consideraban importantes, como Toltoi, Froyd, Jeninguey, nunca un Johnny Allon, un José María a lo sumo. Otra vez escuché algo así como algo relacionado con los idiomas y la historia de las personas, todo muy aburrido, para mi es solo hablar, juntar palabras como se nos vienen. Además discutían sin gritarse, ni siquiera llegaron a alguna amenaza física, no saben lo que es discutir. Y eso amo de vos, poder volvernos a encontrar después de muchos días, después de habernos tratado mal por no estar de acuerdo en cómo te miró alguien, o en el boliche al que cada uno quería ir, o por querer salir con tus amigas y no conmigo. Solo un ramo de rosas, o a lo sumo una pequeña caja de bombones, casi tan buenos como vos, mi bombón.

Personas como vos son tan necesarias, con no más de dos o tres cosas, nada complicado, nada de más, ya sabiendo dónde poder encontrarte siempre, lo que pensás siempre, con más facilidad de uso que una cafetera, más sabiendo lo avanzadas que vienen las cafeteras últimamente.

Te confieso que una vez estuve un tiempo con alguien así. La primera vez me invitó a ver algo extraño, que me dijo que me iba a divertir. Eran cinco personas diciendo varias cosas y con música entre medio, pero no instrumentos normales, eran extraños. Lo único que entendí de esas dos horas aburridas era que los hacían ellos.  No entendí por qué no los compraban hechos y tampoco entendí cómo se podía reír tanto sin que haya salido ninguna mujer desnuda a decir cosas que me gusta escuchar y me hacen reír.

Intenté salir una segunda vez, pero también fue aburrida y en un lugar tranquilo. Me hablaba de mundos que no existían. Recuerdo de algo que me dijo de personajes extraños, en un mundo extraño hace mucho tiempo atrás, que hacían un viaje para conseguir un anillo. Yo intenté mostrar interés y decirle que también me gustaba jugar a juegos así, como el Dios de la Guerra, que también había personajes y que también había que matar a los malos para ganar. Nunca más nos volvimos a ver. Tampoco la pude coger, se mostraba fría, apática, seguramente era virgen. Si no se hubiera dado cuenta de mi atractivo físico, tantas veces que hice alusión a él, tantas veces que me desabroché los primeros botones de la camisa. Mis palabras para seducirla no causaban ningún efecto en ella. Me di cuenta que al final no le servía de nada conocer de tantas cosas si no entendía las cosas simples que tenía para ofrecerle.

Nos entendemos demasiado bien, vos sos un objeto, yo busco un objeto. La vida ya demasiado complicada es de por sí como para tener que complicarla más con cosas como vos.

Chica de estrecho vocabulario, dos o tres palabras y ya sabés lo que tenés que hacer. Dos o tres palabras y cumplís con mis exigencias. Dos o tres, a lo sumo cuatro, y ya estás en mi dominio.

No recordé  tu nombre cuando te dejé la primera vez en tu casa, muchos nombres tenía en mi cabeza al igual que el día de hoy, y sabías que no sobresalías como para tener que recordarlo. Pero te dejé en tu casa, nunca pude dejar de ser un caballero.

 

También podés leer la contraparte: «Carta a mi chica que lee» (Clic acá para leerla) 

Esta nota estuvo inspirada en la genial nota titulada «Sal con una chica que no lee» de Charles Warnke (Clic acá para leerla), imperdible.

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