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Delirios de un regreso

Me encontraba parado en una pasarela, rodeado de paisaje selvático y al fondo esos saltos de agua que enorgullecen a los argentinos. En medio de esa inmensidad, me percate de la sencillez de todo, de como lo complicamos, y que debemos aprender a dejar fluir las cosas y, como el agua en las Cataratas, simplemente dejarse llevar y cuando sea el momento, dar el salto. Aprender que el si es si, el no es no y el cuidar las apariencias no sirve mas que para desconcertar al otro.

Luego de una serie concatenada de reflexiones, intente plasmarlas en una simple frase, escogiendo la siguiente, de entre otras:

“La vida es una triste agonía, a menos que aprendamos a sonreír”

–          La vida.

Uno de los más grandes misterios a enfrentar. Nadie nos dice como se debe vivir, no hay un manual en el que se nos instruya sobre como debemos hacer o no hacer ciertas cosas; sí tenemos experiencias y normas de conductas pasadas de generación en generación. Pero muchas veces esos conocimientos no los comprendemos en plenitud, pues no son vivencias nuestras, son de otras personas, únicamente lo entenderíamos completamente, al momento de vivirlos. Debemos desarrollar nuestras propias experiencias, guiados por la máxima “el respeto”, debido a todo ser. Y cuando recién logramos entender y comprender que es “vivir”, irónicamente, ya esta llegando la hora de partir ¿Hacia donde partimos?, bueno ese es otro misterio.

–  Triste agonía.

Tal vez suena un poco fuerte la palabra agonía, la utilice en este caso para representar el cúmulo de sentimientos, negativos lógicamente, provenientes de actitudes tibias, débiles y cobardes. Estados de personas escondidas en justificaciones que rozan con lo absurdo. Estas personas fundamentan su desdicha en actos y dichos de otras personas,  cuyas actitudes tuvieron por único resultado provocar dolor, tristeza, desilusión. En ignorancia viven estos “pobres desdichados”, pues si, no son mas ellos mismos sus propios limites.

–          Aprender a sonreír.

Sonreír representaría la forma de vida a tomar, más allá de los condicionamientos presentes o a presentarse. Actitudes opuestas a las mencionadas arriba, teñidas de positivismo hacia los sucesos de la vida, aprender a ver, como lo dice el dicho popular, “la parte llena del vaso”. Ver en toda crisis, la oportunidad de reformularnos nuestra actual forma de vivir, como pensamos, como sentimos, que queremos de y para nosotros mismos, hacia donde queremos ir, quienes son nuestros pares, aquello que conozcan o no de nosotros; pues no siempre vamos a ser iguales con todos los demás.

En definitiva ser feliz, sabiendo que la felicidad no es un estado al cual llegamos, dependiendo del camino escogido. La felicidad es una actitud, no es el fin del camino, es el camino mismo.

Fuente imagen:
www.guia.rehoteles.com

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