/Desvaríos sobre el amor, el rock y las arañas

Desvaríos sobre el amor, el rock y las arañas

El amor puede ser  caminar de la mano. La dependencia absoluta. La libertad total. Puede ser el saberse juntos, mientras se coge hasta el amanecer y se le miente a la luna. Regalarse osos de peluche e ir al shopping, Palmarés preferentemente.  También romperse la trompa a golpes, mientras la primavera escupe flores para arriba. Será coger con la prima, un domingo a la tarde. El amor se parece al cólera. Saber, sin saberlo , que el otro está bien, o mal. Es esperar horas en el Facebook que aparezca el visto en el mensaje del chat.  Para mí,  el amor es vivir o morir en el intento de hacerlo real, lo que viene después es gratis.

Mientras tanto, en una dimensión paralela, en el silencio sordo de la siesta se escucha un bloque de sonido, que despierta a un grillo, que muere del susto al ver el sol. Mis vecinos se pelean. Desde la vereda de enfrente se  escucha el ruido de una horda de descendientes de hunos y gurkas maniáticos  con hachas y sed de sangre, a pesar de que son solo dos. Intuyo que se aman, se deben amar.

Él alto y morocho, medio canoso y con la nariz en gancho; la cara con huecos. Flaco, muy flaco. Le vamos a decir el Flaco.  Solo esas son sus características, por lo demás es como si no existiese, quizás no exista. Ella, petisa, rubia taxi, gorda y tetona. Le vamos a decir la Gorda Tetona. Con la particularidad de tener una voz cavernosamente ronca de tanto pucho y poder gritar con el tono agudo y la potencia de un castrati. Todo un talento innecesario.

Siempre empieza igual. Las peleas, despacito, se arrastran por el piso. Oscuras, de ocho velludas  patitas.  Deliberadamente buscan los rincones sombríos. Se quedan un rato ahí, mirando, calculando. Van subiendo por las paredes, hasta el techo; lentas arañas peleonas. Los domingos, después de almorzar, el Flaco y La Petisa Tetona se quedan de sobremesa jugando a la escoba de quince,  mientras toman un vino tinto y un porrón y un fernet y hasta que no queda nada…pero hay licor de huevo. Comienzan  a llover arañas peleonas.

Basta una excusa, solo eso. Y entonces  del mundo pacífico de oros, copas, espadas y bastos, pasan a matarse. Se tiran cosas y gritan. Los  infinitos niños de la casa lloran como angelitos caídos con alas caídas. El volumen es ensordecedor. Millones de arañas cayendo y explotando en el piso.  Un vecino justiciero llama a la policía.

El móvil dobla la esquina con cara de siesta. Vienen dos agentes, con más cara de siesta. Se bajan y golpean  fuerte la puerta, para que se escuche entre tanto quilombo de gritos y llantos y arañas explotando. Escudriñan moretones, rasguños y puteadas clavadas en la pared, como un cuchillo. Se toman un poco de licor de huevo y le miran las tetas a la Petisa de reojo. Concilian, hacen prometer que nunca más y se van; sabiendo que van a volver para ver moretones y las tetas. Calma chicha. Una araña comienza a subir por la pared. El Flaco y la Gorda Tetona se aman, yo creo que se aman.

En el universo hay triquicientos trillones de trillardos a la enésima potencia de historias de amor. Por un lado están el Flaco y la Gorda Tetona, y después el resto. Y si hablamos del resto supongo que la tendencia no varía, sean lo que sean, provengan de donde provengan. Y entre tanto espectro de melosidad tomemos un rubro en donde se pueda desenvolver el amor. Por ejemplo el arte; y de las bellas, o feas, artes (la arquitectura, la escultura, la pintura, la literatura, la danza, la música y el cine) elijamos…Rueda el bolillero, con esta frase se marca lo viejo que soy, bueno, elijamos… Salió la bolilla de la música.  Acotemos el género al rock, solo por una cuestión de preferencias.

Sid y Nancy; Ike and Tina; Charly y Zoca; Luis Alberto y la chica de todas las hojas son del viento; la Pamela baywacht y el baterista dotado;  Kurt y Courtney; Lou y Laure; John y Yoko (millones de veces Yoko, gritándolo, como enajenado, por mi amado beatle) Ozzy  y la señora petisita; y el consabido etc.

Todos se amaban y se picaban las venas  y corrían entre las flores y tomaban cocaína en los costados de las piscinas y  se  escupían en los aviones privados y se besaban con lengua para después  morderlas y escupir los pedacitos a la gente que se tiraba al piso y se peleaban por ellas y se arañaban para tener aunque sea una gotita de sangre, entre flashes de fotógrafos y balizas rojas de ambulancia. Amores lastimosos de Stratocasters y alcohol en las gargantas. Amores de heroína, gurúes, groovies  y algún Hammond mirando escenas de sexo desde un rincón.

De todo ese mundillo  veamos a Sid y Nancy, que se amaban, yo creo que se amaban. Sid y Nancy en  la habitación 100 del Hotel Chelsea, los dos nadando dentro de una jeringa, entre peces químicos; mientras las arañas comenzaban a caer del techo. Nancy siguió buceando por siempre, Sid la zafó.

Me pregunto entonces: ¿Qué diferencia hay entre la Petisa y  el Flaco, y  Sid y Nancy? En este caso solo parafernalia, en otros casos los factores varían. Siempre hay  una serie de eventos que solo adornan. Que van mutando por los personajes,  por el escenario o por las situaciones; pero que bajo, o sobre, la piel es lo mismo. El tema es que el  amor se vale de las herramientas que le brindan. Ya sea licor de huevo y un siete de velos; o de una jeringa  con peces químicos y un Hammond voyeur. Siempre prevalece el amor sobre todas las cosas, siempre será lo mismo en cualquier historia de amor. El amor se vale de lo que le dan y se transforma, pero sigue siendo lo mismo.  En el Flaco y la Petisa Tetona bailando un vals, sin música;  mientras las arañas llueven del techo y explotan en el piso.

¿Cuál es  la conclusión?, en realidad ninguna. Son solo desvaríos sobre el amor, el rock, las arañas y la mar en coche; mientras se escuchan los gritos que no me dejan dormir la siesta.

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