/¡¿Dónde?!

¡¿Dónde?!

Hoy te siento. Hoy te tengo. Hacía tiempo no nos veíamos. Necesitaba hablarte, necesitaba sentirte.

Querida mía. Te he echado de menos.

Te vi pasar hace unos días. Ibas con mi sobrina y se acompañaban con tanto placer…me sonreíste y sin darme cuenta devolví lo mismo. No tuve el coraje de decir «Te necesito» en ese instante.

Pero aquí me ves, buscándote, intentando encontrarte de mil maneras, con cualquier forma y perfume. Revolviendo cada rincón para lograr recordar cuándo y cómo dejé que te marcharas.

Mucho descubrí en esa incesante búsqueda.

Salí de mi cuerpo y repasé cada oscuridad que alguien pudiera ver. Conociéndome, sabía que aquellas marcas dolían, pero no me había dado cuenta que se notaban tanto.

Destellos de tristeza, frustración, ahogo…fue gran parte de lo que vi.

Cómo encontrarte mi querida si me he encargado sutilmente de echarte de mi ser.

Textos de autoayuda, psicólogos, brujerías…. nada vale servir.

Pero te encontré. En un momento en el que, lo menos que esperaba hallar era tu esencia, te encontré. En sus ojos, en el calor de su mano, en la efectividad de su abrazo, en la sanación de su beso… en el sonido de su voz. «Tranquila, todo va a estar bien» – dijo. El convencimiento de sus palabras, la sensación de su cercanía, el galopar de mi corazón sintieron tu presencia.

Hoy te encuentro en mi reflejo, lugar de donde nunca deberías haberte ido.

Hoy te vi en sus ojos, te escuché jugar con mis niñas, te sentí queriendo ser parte de mí, otra vez.

Muchos te llaman esperanza. En mi vida, ocupás más que ese eslabón.

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