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Dos personas desencontradas

La tarde comenzaba a dar paso a un crepúsculo diferente. El sol descendía por esa línea discontinua conformada por la Cordillera, ya no estaba en llanura, extrañaba este paisaje, su paisaje. Las nubes, teñidas de un rojo fuerte, dieron un lugar a un rosado que con el tiempo se fue transformando en un pálido naranja.

Era una despedida de tres buenos amigos, no entre si, sino de uno de ellos con los otros dos. Inevitable charla entre chicas, el hombre apartado en un silencio analizador, comentaba una de ellas, a su confidente que se marchaba, un pesar hacia tiempo cargaba. Pues no lo encontraba a él, esa persona buscada por mucho tiempo. Le contaba de anécdotas frustrantes con varios muchachos con lo que había tenido encuentros casuales, mas ninguno la confortaba, ninguno le interesaba y otros mal le hacían.

El muchacho, distraído con el paisaje añorado, mas no sin perder una sola palabra de la charla, se sentía triste, pues ella le gustaba. Hombre de poco coraje, o más bien de un coraje limitado, luego de varias conversaciones, algunas cibernéticas otras a la antigua en encuentros grupales, la invito a salir. Pero la pálida respuesta, teñida de un tono evasivo, de la muchacha lo hizo retroceder y no volver a hacerlo.

Ante la pena demostrada por ella, le fue inevitable sentir doble angustia. Una por ver mal a la persona que quería, sufriendo por el desencuentro amoroso. La otra por ser conciente de poseer todo aquello que ella quería, buscaba y no encontraba, pues siempre cultivo su persona para mayor agrado de sus pares; angustia esta proveniente de la impotencia de no poder demostrarlo, pues no le habían dado la oportunidad de hacerlo.

 (*Inspirada en una charla filosófica con Madame Barrilete).-

Fuente de la imagen:
gaston-e.artelista.com

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