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El adiós a mi musa

La mañana, presurosa, llegó antes de lo pensado. Pocas horas de sueño, un siete en el corazón y la mirada perdida en el horizonte. Afuera estaba nublado y sospecho que adentro también. El sabor amargo del adiós inesperado, un mar de dudas donde descansan los recuerdos y esa canción que seguiría sonando una vez más.

Esperando solo en la estación,

Sostengo firme mi equipaje,

Siento los acordes de tu canción,

Con la mirada perdida en el paisaje.

Tantos momentos pasaban por mi mente y detrás de cada uno se escondía una lágrima por lo que se va  y una sonrisa por lo que fue.

Los recuerdos seguían frescos,

Las caricias todavía dolían.

El aroma de tu ausencia en mis recuerdos

Aseveraban que aun eras mía.

Cuando una musa se va, también se va una parte nuestra. En mi caso se fue una parte excepcional y que sin dudas ya estoy empezando a extrañar. Miro hacia atrás una vez más y veo mil historias, mil caricias, miradas eternas, noches interminables, sonrisas cómplices, abrazos de fuego… De esas cosas que no se encuentra sustituto, de esos momentos inolvidables, de esas personas que se guardan en el alma.

Solo quedan en mi memoria,

Todos los momentos compartidos.

Volvería a escribir esta historia,

Volvería a sobornar a Cupido.

Sabíamos que este momento llegaría, pero sospecho que ninguno quiso, ni pudo prepararse o anticiparse. Era algo que ocupaba un vago lugar en el inconsciente, pero que evitábamos cotejar habitualmente. Siempre es mejor la ignorancia o la estupidez en esos casos. El camino a la infelicidad está lleno de conocimientos y sabidurías. Éramos peregrinos sin rumbo definido, ni días predeterminados, pero caminábamos juntos y eso era lo que importaba.

Aquí estoy escribiendo en el ático,

Como verás sigues siendo mi musa.

Nunca habrá nada más romántico,

Que una historia de amor inconclusa.

Hoy el cielo se tiñe de gris y los jilgueros se escapan ante mi presencia. La luna me dio la espalda y la noche me dejó a mis expensas. Las flores que antes me regalaban su aroma, hoy se declararon en huelga y las sonrisas de los transeúntes, se convirtieron en indiferencia. Miro en el espejo esa mirada cansina, tristes ojos, adusta expresión y el reflejo de un doloroso adios. Doy vuelta a la esquina y la vida me devuelve el cachetazo.

El tiempo siguió su camino,

Como lo hacen las olas y el mar.

Tus ojos y un poco de vino,

Crearon mil historias de bar.  

Adios Princesa, mereciste todo y mucho más. De sobra sabes que eres la primera, y antes que siga con el estribillo, recuerdo lo que decían los chicos de “Las Pastillas”: por fin se equivocó Joaquín. Cien canciones me recuerdan constantemente que ya no estás y que no estarás. Siempre me gustaste así, con las cosas buenas y las que para otros eran “no tan buenas”. Me completabas siendo así. Tal como eres.

Para las despedidas nunca fui bueno

No soy gustoso del olvido.

Me voy con el corazón lleno,

De todos los recuerdos compartidos.

Se me acaban los momentos, al tiempo que terminan estas líneas. Es difícil soltar la pluma y apagar esa canción. No quiero levantarme de esta silla, porque sé que será el fin. Los fantasmas de las dudas y los miedos vuelven por mí. La incertidumbre siembra inquietudes en mi interior mientras siento esa puntada en el pecho,  rueda una lágrima por la mejilla y cierro el libro de nuestra historia: Un lunes eterno.

Dudas nos quedarán siempre,

También sé que habrá certezas.

Muchas gracias y hasta luego,

Y perdón por la tristeza…

Fuente de la imagen:
lagrilleraliteraria.blogspot.com.ar 

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