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El despertar ll Final

Lo que comenzó como un sueño aislado parece que no quiere dejarme en paz:

Primer sueño – Jueves: La dirección equivocada
Segundo sueño – Domingo: Un atajo
Tercer sueño – Viernes: Un piano de fondo
Cuarto sueño – Martes: Sin aire
Quinto sueño – Miércoles: Un pasillo perdido en el tiempo
Sexto sueño – Lunes: Fuego azul

Los siguientes días, las noches continuaron, con sueños blancos y muchos negros. Me levantaba sin el mínimo recuerdo, con la duda de saber si habían estado y era mi subconsciente que jugaba conmigo y los reprimía en algún lugar, un recoveco perdido, de mis recuerdos descartados, pero la extraña sensación persistía, un halo de grisura que se negaba a esfumarse.

Se repetía una y otra vez, en la misma noche en distintas noches, se regeneraba y autocompletaba, como una película vieja que se echa a perder pero a la inversa. Así fue que de esos colores neutros con los días fueron tomando forma, o mejor dicho formas. En contraste, de blanco al negro, de gris a brillo lo que las primeras veces creí simples manchas difusas empezaban a tomar sentido, sueño a sueño.

Y fue así que una noche, por una noche se acercaron, eran personas, paradas en orden, grises sobre el blanco, rostros jóvenes, algunos más familiares que otros, caminaba entre ellos sólo me miraban, estáticos, inertes, no me atreví a hablarles, no lo creí correcto.

Caminé y caminé, por pequeños pasillos, entre las que parecían manzanas, todos ubicados como en cuadrículas, los miraba buscando lógica, una sombra pequeña me resultó familiar, me incliné para ver su rostro y des susto casi caí de bruces…era mi primo, uno que había partido de esta vida a unos tempranos ocho años por una enfermedad.

Un horrible presentimiento me inundó, creí saber aproximadamente donde estaba, caminé hacia la derecha crucé un pasillo grande, para llegar a uno más pequeño, todavía rodeado de sombras, y si, era lo que suponía, ahí estaban, mis abuelo y abuela, uno junto al otro, tomados de la mano, partieron hace 10 y 2 años respectivamente.

Me paré frente a ellos y sonreí, pero solo me miraban, estaban más allá, tal vez no debía estar ahí. Y en ese momento, el cielo, si se puede llamar así al blanco eterno e indefinido que nos cubría arriba, se iba cubriendo de un humo azul, a lo lejos vi una llama azul, ahora sabía porque estaba ahí.

Me despedí de mis abuelos, esperando que escucharan y feliz de verlos juntos corrí hacía el fuego azul. Pasillos y pasillos, algunos conocidos en el camino, a veces parecía alejarse y otras estar muy cerca, por momentos creí no poder alcanzarlo.

Entonces los vi, dentro de una intensa llama azul estaban Dante y Lucía, no pude evitar acercarme y terminar observándolos casi petrificada. Ahí estaban, de la mano, sonriendo, juntos en la eternidad, felices como en esta vida no pudieron estar ¿qué los separaba? Creo que nunca lo voy a saber, pero sí que al final del camino lo esperaba ella, desde hace mucho, ella que por algún motivo se había ido antes, mucho antes que él, lo esperaba para disfrutar juntos del destino, del destino final, amándose con pasión en su fuego azul por la eternidad.

En parte entendí eso que dicen, que cuando uno piensa mucho en algo o se duerme pensando en ello lo llama a sus sueños, y en parte no pero esta vez creo que los sueños ajenos me habían llamado, o tal vez, para ser honesta, yo me metí en alguno ajeno sin permiso.

Y desperté, por fin con una sensación de paz inconmensurable.

Créanlo o no, este fue mi sueño de un sábado y su despertar esa tarde.

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Me debatía entre dejar lo vivido en el otro plano o buscar el punto de conexión con este. Una tarde de esta semana fui decidida, camine paso por paso, pensé cuidadosamente cada parada, doblé y caminé por donde en sueños había corrido.

Hasta que llegué, el surrealismo de mis sueños hizo pie estrepitosamente en mi realidad, un hormigueo recorrió mi cuerpo y se transformó en presión sobre mi pecho, estaba ahí, estaban ahí.

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