/El momento del que todos saben pero nadie quiere

El momento del que todos saben pero nadie quiere

Muchas veces nos llega ese momento en el que arrancamos el día sabiendo que vamos a despedir a alguien. Otras veces no, ese momento llega sin avisar y se mete en tu departamento como chancho por su casa.

Un par de ocasiones no tuve más remedio que recibirlo y hasta invitarlo que pasara y se tomara un café mientras me contaba más o menos el porqué de ese plan.

– Y, es que a veces “el plan” no es “tu plan” – me respondió.

Otras veces ese momento me avisaba que iba a venir, entonces estaba más preparado y por lo menos algunas facturas había comprado.

– Ojo que estoy por ir, no me pongas cara de póker ¿ok?

Y por más que me hiciera el boludo y me fuera del lugar acordado, siempre se da la mañana de encontrarme cruzándome donde sea.

– ¿No ibas a estar en tu depa? Dale salamón, tragá y vamos a charlar, que algo ya te olìas.

Es llamativo como un mismo momento toma distinta forma para cada uno de nosotros. El mensaje es para todos el mismo, pero sin embargo todos lo recordamos de manera distinta. Incluso cuando nos visita más de una vez.

– Si para vos es difícil, imaginate para mí que no hago otra cosa que ser el momento más cagado de todos – me comentaba mientras veía que no quedaba edulcorante.

– ¿Azúcar está bien?

– Si – me dijo.

Tengo que contarles que ese momento supo aparecer a lo largo de mis contadas primaveras irrumpiendo varias veces. Para decirle adiós a hermanos, padres, amigos. Y para decirle a Dios que me joden mucho esas cosas pero que estaba todo bien, porque hay cosas que no podemos elegir, y éstas, las mas grosas, es una de ellas.

– Menos mal que ahora me avisaste que venías – le dije.

Sin responderme tomó medio sorbo de café y me pidió el cuchillo para cortar media factura.

Ese momento es bastante particular. No existe libro en donde diga cómo debemos reaccionar y entenderlo, pero si hay infinidades que te dicen que es inevitable. Sin embargo, por más preparados que estemos de alguna forma u otra nos deja mal parados, con distintas reacciones y propiedades en cada receptor que lo vive.

Justamente, vivir el momento en el que viene para decirte precisamente lo contrario: que alguien dejó de hacerlo.

– Perdón loco, ni siquiera puedo decirte “es mi trabajo” porque no me pagan por hacerlo, pero si es mi labor y acá uno no puede renunciar – me dijo.

Nos abrazamos un rato. Nos volvimos a sentar, preparé más café y nos pusimos a charlar del partido del domingo.

ETIQUETAS: