Leer primer capítulo.
Leer segundo capítulo.
Leer tercer capítulo.
Leer cuarto capítulo.
De entre sus manos saco un viejo pero cuidado libro, tenía la portada de un niño posando sobre un pequeño planeta, sobre ese mundo se encontraba una rosa y un muchacho con un traje azul. El viejo le dijo al joven padre: – Mire, creo que esto le va a servir, está un poco gastado pero sus páginas están intactas, le puedo asegurar que le puede ayudar con su problema, este es “El principito” – le dijo con una voz que denotaba un poco de nostalgia, recuerdos y mucha alegría al mencionar el nombre.
Ítalo algo dubitativo lo sostuvo, hacía mucho que no veía una obra impresa en hojas de papel, lo físico había quedado en el pasado y estaba acostumbrado a leer en su propio celular o Tablet, su mirada no transmitía confianza sobre la sugerencia que le dio Mesina, hasta sentía en un punto que era una pequeña broma. En eso le dijo:
– ¿Esta seguro que esto me puede ayudar? – Con un tono dudoso e inseguro.
– Por supuesto, no tengo ninguna duda.- con una sonrisa de oreja a oreja mostrando una confianza ciega en sus palabras.
Tomó el libro con cierta desconfianza pero sabía que si el viejo pudo resolver esa relación entre la madre y la hija en aquella plaza entonces podría servir lo que le recomendó. Terminó su café y se dispuso a partir, prometiendo volver al finalizar su lectura, Genaro le dijo que no había problemas que lo iba a estar esperando en el bar.
***
Pasaron varios días, Ítalo le dedico el poco tiempo que tenía entre el trabajo y sus responsabilidades, aprovechó cada momento, mientras esperaba la comida, en sus ratos al terminar de cenar se quedaba en el living leyendo hoja por hoja, prestando atención a cada página, a cada texto, se hizo una pequeña rutina para leerlo diariamente.
***
Una semana después…
Los nervios y la ansiedad empezaron a hacer estragos en la salud de Ítalo, había dedicado los pocos minutos de su tiempo para leer “El principito” y no relacionaba la historia del personaje con sus problemas, empezó a mostrar cierta ira y enfado con Mesina, quedaban pocas páginas y aun sentía que no había solucionado nada con su hijo menor Benicio, incluso sentía que había perdido valioso tiempo de su vida en leer una obra para niños, tal era el enfado que antes de terminar de leer su libro fue hasta el bar para reclamarle una respuesta por el mal consejo que le había dado según su criterio. Al salir de su trabajo se dirigió hacia donde se iba encontrar Mesina, que para su suerte allí estaba, sentado en el mismo lugar, con su diario y su taza.
Entro de un portazo, su entrada algo brusca preocupó al dueño del bar. Se dispuso a sentarse junto al viejo, lo que Mesina dejó el diario a un costado y le dijo:
– Buenas Tardes, Ítalo. ¿Cómo le va?
– Mal, Mesina, me va muy mal.- respondió cortante y seco.
– ¿Por qué? ¿Le pasó algo malo?
– Pasó que estuve perdiendo valioso tiempo de mi vida en un texto para niños que supuestamente me iba ayudar, pero lo único que siento es que todo sigue igual o peor, no veo que tiene que ver la historia del personaje con lo que estoy atravesando, vivo un momento muy delicado y frágil y usted me tomo el pelo con este libro, este libro inservible…
– Tranquilícese buen hombre, ¿Por qué cree eso?
– Porque siento que todo seguirá igual aunque lo termine de leer, me quedan unas hojas pero creo que es desperdiciar el tiempo en algo totalmente absurdo.
– No es ninguna pérdida de tiempo, se lo puedo asegurar.
– Por favor Mesina, no me tome el pelo. –su voz tensa y sus gestos de enfado eran evidentes.
– No le haría perder el tiempo, ni le tomaría el pelo, sigo creyendo que debería terminar de leer el texto y volver una vez que haya leído hasta la última página.
Una catarata de palabras, insultos e improperios para Mesina pasaban por la mente de Ítalo pero se anudaban en la garganta.
Luego de un momento dijo con una voz angustiante y triste:
– Mi hijo no me quiere, siento que es más importante su celular que yo, y eso me duele mucho. Siento que no me ve como un padre, como un ser querido, como un mentor o un ejemplo a seguir aunque me esfuerce día a día para arreglar nuestra relación.
– Confié en mí, Ítalo. Cuando termine de leerlo sabrá porque…
Con el alma partida al medio se fue de lugar si mediar más palabras.
***
3 días después…
Eran las 22hs, Ítalo estaba sentado en su living leyendo las últimas hojas y no podía evitar haber creído ciegamente en las palabras del viejo, aun más desconcertado que hace unos días. Terminó la última hoja, un nudo en la garganta lo abrumaba, creer que le hizo caso y todo seguía igual, en ese mismo momento agarró las llaves del auto, el libro y se dispuso a volver a ver a Mesina. El bar estaba abierto sin clientes, pero estaba él, Genaro Mesina hablaba con los dueños.
Su entrada sorprendió a los encargados, no era habitual que los clientes fueran a altas horas. Al momento de entrar uno de los mozos le fue a preguntar si deseaba tomar algo a lo que contesto:
– Solo vengo a ver a Mesina, ¿me lo podría llamar?
– Si claro, por supuesto. Espere un momento – Al cabo de unos minutos se acercó el viejo, también sorprendido de la inesperada visita. Le pidió que se sentaran para charlar cómodos.
– Bueno Ítalo, veo que trae el libro de vuelta, ¿terminó de leerlo?
– Sí, lo acabo de terminar. ¿Ahora me dirá porque me hizo leerlo si no me iba a ayudar en lo que necesitaba?
– Por supuesto, ahora sí. Todo tiene un porque, pero ahora necesito que haga algo más…
Continuara.