–¿Un viajecito?, ¿a dónde? –Me contestó mientras nos escurríamos la llovizna mendocina, de este invierno que se hacía llamar otoño.
–¡Sí!, un viaje, el que sea… Unos días, los tres solos. ¿Qué te parece?
–Naa, Es un quilombo, Rubén. El negocio, la nena, las tareas…
–Cerrás un par de días y listo, Fiore. Es fin de mes y todo se para un poco, dale –le alcancé a decir, mientras se metía al baño del café–. ¿HACE CUÁNTO NO TE TOMAS UNOS DÍAS PARA DESCANSAR?
–¡No grites! Salgo y hablamos, ¿puede ser?
–Sí, puede ser… –se me venían varios lugares a la cabeza, me imaginaba a los tres paseando y disfrutando de acompañarnos–. ¿A vos donde te gustaría ir, Fiore?
Para disfrutar de nosotros no importaba donde fuera, sino que fuera.
¨¿Qué te parecen las Termas de Río Hondo?¨, le dije.
–Cuando te ponés así, es difícil con vos, ¿eh? –Balbuceó mientras salía–. Mirá, dejame pensarlo, lo único que te pido es que no le digas nada a Barbarita, ¡¿si?!
–Mami –preguntó tras la caja registradora, la nena–, ¿te dijo el abuelo Rubén que nos vamos de paseo?
La Fioreme incrustó en punzones sus pupilas, a lo que sonreí mirándola ala Barbi, y los dos de nuevo a ella.
–Escuchame una cosita –susurró acercándose, despacito, despacito–, cuando se trate de ¡MI! hija, consultás conmigo, ¿oíste…? Si mi vida –le dijo, colgándola en su cintura–, nos vamos de paseo con el abuelo Rubén.
En un par de horas recorrí las agencias más conocidas del centro, y volví con la novedad. ¨El jueves a la tarde salimos para San Luis.¨
Durante esos días, pensé cuanto detalle se me vino a la mente. Necesitábamos un momento así, lejos de la rutina. Necesitábamos ayudarnos. Porque para ayudar a la familia, no hace falta más que querer, porque la familia también somos nosotros, y en el reencuentro con ella, está el reencuentro con parte de lo que somos.
Llegamos al hotel de Potrero de los Funes el viernes por la mañana. ¡Qué lindo el viaje!, lugar ideal.
Cuando uno se aleja de sus hijos, por el motivo que sea, aleja también su conciencia de lo que, se supone, es ser padre. Y para mí, éste era un volver a empezar, agrandando el combo conla Barbi, por si hacían falta condimentos para el viejazo que venía a disfrutar.
Si saberse feliz al ser papá, era el estadío del amor en su pulpa, ser abuelo era comprar la fábrica para envasarla, pero todos los días de la vida.
La Fiorele decía ¨no¨, yo le decía ¨si¨. Ella decía ¨no comas dulces¨, yo le compraba un kiosquito. Nada tiene iguales, a dar mañas sin cargos de conciencia. Nada tiene iguales, a la sonrisa de un nieto golpeándonos el corazón, para salir a jugar. Nada.
Regresábamos de los juegos del hotel para cenar, y la vimos ala Fiorehablando con un señor, afuera, cerca de la pileta.
–¿Con quién está Mami?
–No seeee, Barbarita… No sé. Ahí viene y le preguntás.
Fiorella nos vió mirarla, adelantó el despido afectuoso, y como quien no quiere la cosa se nos acercó.
–¿Quién era ese señor, Mami?
–Ah…, no sabés –dijo, especialmente a mi–, me encontré con Claudio. ¿Te acordás de Claudio, el de la secundaria, el que me acompañaba a casa después del cole?
Me acordaba perfectamente de Claudito. Un pelotudo, marca Cañón, que se pensaba que acompañando a la nena a la casa, sumaba puntos. Habrase visto…je.
–No sé de quién me hablas, Fiorella.
–Bueno, un compañero, y nada…, empezamos a hablar de cosas, de su vida… ¿Sabías que se separó? –dijo, sentándonos a la mesa–. Tiene un nene, con el que estaba de la mano, se separó hace un año, y cuando puede lo trae a pasar el finde con su hermana y el cuñado, que son de acá. ¿No es un tierno?
–¿Tierno?, nosotros tamb…
–¡Y no sabés, Rubén!, se recibió, y se puso su propia empresa de autos.
–La del padre…
–Bueno, si, Rubén, la del padre. Después, Claudio abrió dos concesionarias más, y le está yendo increíble, ¡qué suerte!
–Ah, charlaron bastante con el Claudio. Y vos… ¿vos qué le dijiste, qué le contaste?
Barbarita izó al máximo sus párpados, acusando alerta, yla Fioresonrió, haciendo su cara de plastilina bobamente.
–Buenas noches, Don Rubén –se escuchó un vozarrón desde mi espalda.
–Yo…, yo lo invité a cenar con nosotros, Papi.
Cómo describir esa cena…
Entre que trajeron fría la comida, y el Fulano no paraba de contar súper anécdotas, comí poco y nada. Pedimos rápido el postre, café, y un helado parala Barbi. Noteníamos mucho tiempo, porque íbamos con los del contingente a ver un show en la plaza.
–Escuchame, Papi –me dice, apartándonos un poco-, te jode si me quedo en el hotel y van conla Bárbara, disfrutan del espectáculo, pasean. Claudio me invitó al casino del hotel, y me pare…
–No hay problema, nosotros nos arreglamos solos, Fiorella.
Le regalé mi mejor sonrisa, estrangulé la mano del agenciero cabeza de rodilla, agarré a la nena, y nos fuimos. Mucho no tenía para agregar.
¨Papi, Papi, Papi…¨, ¿desde cuándo me dice ¨Papi¨?
En el medio de la plaza estaba montado el showsito de artistas puntanos. ¨¡Qué mujer desubicada, quedarse sola en el hotel! ¡Qué ejemplo para su hija!¨
–¿Me hablás, Abu?
–Ehh…, no querida. ¿Querés que compremos unas manzanas con caramelo?
–Bueno… (…)…Sabés que Mami, dice que cuando te pones nervioso se te empañan los lentes, y ahora no se te ven los ojitos, Abuelo.
–Así que eso dice tu mamá… Mirá vos.
Era el cambio de clima que me dejaba ciego, ¡no veía un pomo!
–Abu… –me tiraba de la campera, mientras dibujaba su boca con caramelo–. ¿Cómo se dice ¨eso¨ que le pasa a alguien, cuando le molesta que otro no lo quiere más?
? ¨Aro, aro, aro…¨ ?, seguían los cantores, y por lo visto ala Barbi no le interesaba demasiado. A mi tampoco, a decir verdad, o no sé si era que no podía dejar de pensar en la actitud dela Fiorella. ¡Qué mocosa, che!
–A vos nadie te va a dejar de querer, Barbarita. El abuelo y la mamá siempre la van a querer… ¿Sabe, Barbarita?
–Ptch, ¡ya se eso, Abu! Me refiero a otra cosa. Por ejemplo, tengo una compañerita que jugamos en el recreo, y que cuando se va a jugar con otra nena, a mi me da ¨eso¨… ¿Me entendés? Como que quiero que juegue conmigo solamente.
No sé porqué, pero suponía por donde se venía el cuchillazo.
–¿Vos querés decir que te dan celos de tu compañerita?
–¡ESO!, eso… Sos un genio, Abu. ¡CELOS! Eso tenés vos…, tenés celos de Claudio –me dijo sin dudarlo, y se formó un cardumen de ángeles.
Nos quedamos mirando para adelante sin cortesías, negativas, ni mentiras. Sin nada.
–Pobresito, Él –interrumpió al silencio, sobándome el lomo–, que cree que no lo vamos a querer más. Siempre lo vamos a querer, ¿sabe, Abuelito?
Dice Eterno Atardecer: ¨…los celos, son El Intruso que se entromete en la calma de nuestros pensamientos. Tantas veces motivados por reales mentores, tantas otras por fabuleras ideas, que buscan hacerse dueñas de lo que catalogan como propio. No hay reprimenda peor para nuestros celos, para ese Intruso que de quedarse se vuelve peligroso, que ser descubiertos por nosotros mismos. Los celos no son peligrosos si endulzan el incentivo, cuentan; pero si el dulce es desmedido, empalaga los polos que alguna vez se atrajeron, para dar vida al calvario del rechazo, que no tiene retorno.¨
–¿Yo celoso, Barbarita? ¿Te parece?
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Eterno Atardecer: «La última cena»
El año pasado escribíamos:
¡Papá quiero ser presidente!
Pero qué justo que apareció ese Claudio che, de no creer. Y su nieta Barbi adorable y perceptiva.
¡Muy lindo capítulo! Un beso grande.
P.D.: Le cuento que cuando vi la foto de las tortugas, casi me muero. Por una extraña razón, que todavía no he podido descubrir, le tengo fobia a las tortugas. No es impresión, es fobia.
Una cosa de locos! Siempre aparece alguien para tirarle un pelo a la sopa, che. Lo de tu fobia creeme que no es tan grave como la mía a los cascarudos. De no creer, lo sé.
Sigamos avanzando.
Otro beso!