Sobre la barra leo un ejercicio del libro, que propone definir con una palabra los párrafos de este capítulo, con el fin de simplificar situaciones para analizar problemas. Un ejercicio mental que nos permite separar los asuntos y visualizar las soluciones. En eso estoy…
¨La vida se invierte en un pestañeo, y disfrutarla es lo mínimo que podemos hacer durante su búsqueda. La búsqueda, es la utopía que dura lo que la vorágine de la diaria nos permite sobre el presente; porque cuando los barrancos propios de la ley de la vida aparecen, intentar compensar lo que no se sintió, es cosa del pasado.¨ Actuar.
¨El ejercicio de nuestra libertad, conlleva, si o si, esperar lo máximo de lo que tenemos con lo que podemos. Vivir a pleno, vivir hoy.¨ Esperanza.
¨Nunca estamos preparados para sufrir, nunca sabemos cómo darle calma al alma cuando llega la tormenta de la pérdida.¨ Morir.
Morir…, morir. Esa palabra siempre me va a llevar a ella. Por más que hayan sido dos años desde aquella tarde inesperada, el paladar de mis recuerdos no olvida el sabor del adiós.
Las Sierras de Córdoba eran por entonces el destino de nuestras ilusiones, para encontrar los puntos que nos habían hecho el uno para el otro, para resistirnos a una realidad desgastante que se empecinaba en caminar al abismo, sin retorno.
Separarse había sido la opción temporal, aunque resistiéramos, y cuando eso sucede, la distancia, más que una salida sana es una condena para los pecados ineludibles, una condena que se siente adentro. En los proyectos, en las esperanzas que creemos interminables, en los ojos de la familia que soñamos y construimos desde el km 0.
Creímos que el continuar ¨unidos¨ ayudaba a la familia, invadidos por la culpa que nos cegaba, sin permitir equivocarnos. Uno busca en la familia su bienestar, la felicidad, y ella quiere lo mismo para nosotros, juntos o separados.
El viaje, su mano en mi pierna, la persecución de la lluvia, el cansancio, la supuesta banquina, los mates dulces, las charlas, su cabeza en mi hombro, saber que es un ESTRUENDO…, el comienzo del silencio. La oscuridad de la noche que nos impide encontrarnos, acallando mis súplicas que ya no tienen destino. Solo luces y sirenas de una pesadilla que recién arrancaba.
El Fin. Nunca más ¨nosotros¨.
Cuando sabemos que es la última vez de algo, el disfrutar, es la manera de caretearla de la nostalgia, que siempre es realista, y sabe cuando algo no volverá a suceder.
El Fin. Nunca más ¨nosotros¨, ni nada.
Pasaron las tardes de dos años…, que fueron miles de tardes, hasta la fiesta del sábado. Miles de tardes y una noche para volver a vivir.
Aunque nada podamos hacer por las cicatrices, la sensación es que las heridas se logran soldar. Ese es el reencuentro con lo que fuimos, al perdonar la realidad y seguir adelante. Enamorarse supone tener tantas veces ¨con quién¨ que, por lo general, olvidamos hacerlo de nosotros mismos, para sentirlo con el otro, para entregar el sentimiento propio y recibir el ajeno.
Dice Eterno Atardecer, en el capítulo 6: ¨Cuando uno separa lo fundamental de lo importante, vuelve a la senda del orden, por más que el presente sea un caos¨, Y para mí, Fiorella siempre debió ser lo fundamental, no solo lo importante…
Para que ella creyera en mi, era yo el que debía creer en mí. El volver a enamorarme de la vida era la apelación correcta para reclamar su amor… Y acá estoy, esta tarde de lunes nublada sentado en el café, para empezar de cero, con las dos, conmigo, juntos, como lo charlamos ayer, para dar certeza a los sonidos de la palabra ¨familia¨. Hay conversaciones que vamos a tener más adelante, pero me di cuenta de que muchas veces cuando es importante hablar, es esencial actuar.
Las aceleradas de un pequeño de unos seis años que recorre el establecimiento con un vehículo importado en sus manos, sacuden los recuerdos y me traen al hoy. Abre sus puertitas sobre el mostrador de facturas, sale escarbando por la barra, y viaja a exceso de velocidad por el salón, poniendo en peligro al contenido frágil que sostienen las bandejas. Las puteadas silenciosas de los mozos, buscan a la mentora del culillo, que sin el menor movimiento capilar, toma un submarino mientras lee.
De este lado, cerca de la caja, Barbarita, mi nieta, hace las tareas del colegio. Remarca los títulos con lapiceras de colores, saca punta y escribe sobre el cuaderno de Lengua, mientras le saca punta a su lengua contándome de la vida, como si fuera una mujer hecha y derecha.
Agustín, nombre con el que la señora de la 3 llama al Loco del Volante, le pasa a centímetros con el paragolpes del importado a la Barbarita, ignorándola por completo. Aunque ella lo tiene calado, sigue en la suya, se acomoda las pulseritas que brillan en la oscuridad y canta la música que sale del celular de la madre.
Cobro algunos cafés, entrego un pedido, y en eso escucho a Barbarita cantar; pero distinto. ¿La mocosa canta en inglés? Dos pasos a la derecha quitan la columna que nos impide vernos, y me hacen el respiro de su voz. Una mariposa aletea en sus cuerdas vocales para vivir más de un día, un registro adictivo imposible de borrar. ¡Canta a dúo con Sinatra ¨Llévame volando a la luna¨!, y volamos en un concierto privado los que estamos adentro del café, escapándonos del cuerpo al escucharla.
Busco cómplices que certifiquen mi pecho inflado y varios la siguen. El BMW espera regulando en boxes al chofer, entre un servilletero y el recipiente de azúcar, pero Agustín nunca va a volver. Él es un potus a punto de secarse si no cierra la boca. ¿La voz de Barbarita sería un sedante para ciertos animales? ¡Esto es increíble!
El concepto de belleza tiene una carga de subjetivismo al que siempre me opuse. Si bien es cierto que sobre gustos no hay nada escrito, creo que hay parámetros sobre los que no hay discusión, y no hablo de los estereotipos esculturales impuestos como lo ¨bello¨. He pensado rigurosamente al respecto, y escucharla cantar y al nene mirándola de tal manera, me devuelve la conclusión de aquella vez.
Hasta hace un rato, para Agustín, la nena era una más; pero como dice Eterno Atardecer la vida cambia en un pestañeo. Ella repite cantando ¨En otras palabras, en otras palabras…¨, y él se vuelve un busto mudo al oírla. ¿Por qué el cambio?
La instancia previa, el avistamiento del otro, se centra en lo que nuestra atención está dispuesta a consumir en ese preciso instante. No más allá del aspecto físico. Luego la Barbi saca a relucir algo inimaginable, fuera de la demanda que tenemos, que Agustín tiene sobre ella, y se despiertan en él otros intereses. No es culpa del pendejo, ¿eh? No, no, no…
Siempre es así. La cabeza trabaja con lo que creemos, y con lo que nos hacen creer también. Agustín cree y asegura que la nena no le agrada, la ignora, la desconoce; pero cuando surge su voz, algo fuera de lo que tenía resuelto lo interroga, poniendo en jaque lo que pensaba.
Si lo que nos hacen creer completa lo que creemos, y lo que creíamos era positivo, alguien se ha vuelto atractivo para nosotros.
Nos pasa siempre cuando interpretamos que tal o cual no es de nuestro gusto con solo mirarlo/a, y apartamos del análisis lo que el otro pueda demostrarnos de cuán lindo/a se sienta. La atracción es la suma, no la división. El concepto maduro de belleza, invita a pensar sobre qué considera el otro de su propia belleza, porque eso será lo que nos sume.
¿Cuántas situaciones nos han hecho caer del árbol al escucharlo/a hablar, desenvolverse, reír, etc.? No tiene que ver con que esa persona de repente dejó de ser lindo/a, sino con que la parte complemento del análisis se opaca con las expectativas iniciales. Lo mismo sucede con alguien que nos parece normal, o lindo, pero no lo suficiente, y en una actitud tan sencilla como certera, nos imanta como si no existiese nadie igual. Nos obsesiona, hasta el punto de criticarnos nosotros mismos el por qué del embelesamiento, si no entra en nuestros ¨gustos¨ preestablecidos.
¨Nunca esperes gustarle a alguien, y mucho menos que alguien te guste, porque eso sucederá más allá de tus propósitos… Las personas bellas son pasajeras, los seres atractivos son imborrables. Solo aquel que pueda gustarse, resultará atractivo para el resto, ya que el gustarse implica libertad y respeto. ¿Cómo podríamos exigir algo tan básico del otro, si ni siquiera nosotros lo sentimos?¨, dice Eterno Atardecer.
Coincido totalmente. Leo nuevamente este párrafo y observo a la Barbarita, y al pendejo, que en su regalada vida olvidará la voz de una nena que le estrujó el estómago y le regaló un arcoíris con la lluvia de su voz. Cada vez que pase por esta cuadra, que venga al café, implorará que esa vocecita le obsequie el sentido del pensar en alguien.
Nada desmedido ha hecho la nena, más que ser como es y quererse tal cual es. Algo tan sencillo que la ruta del los años nos roba, para olvidar lo que solo sucede. Gustarse y enamorarse.
–Hola… –contesto al celular que suena.
–Hola, ¿Rubén?
–Sí, ¿quién habla?
–Mmmm, ya no reconoces mi voz…, qué feo. ¡Habla Dana!
–¿Dana, qué Dana?
–Jajaja…, perdón, habla Dana, la Flaca…
También podes leer:
Eterno Atardecer: “Ni una palabra”