/Eterno Atardecer: «Tan infantil como excitante»

Eterno Atardecer: «Tan infantil como excitante»

Los chicos se acercaron, y me invitaron a tomar un café, ¨…algo mas tranqui¨, dijola Pochi. Así que: pim pam pum, tomamos los abrigos y salimos del garito.

Caminamos unos metros, mientras la danza de la bebida empezaba a circular, y cruzamos por el veredín de baldosas azules con detalles blancos dela Plaza Navaldel centro. Me di cuenta que estaba fuera del tarro, que esa luna golpeando tras la montaña había sido alquilada para dos, que estorbaba, que la de violinista nunca había sido mi mejor pieza, y que quizás Sotomayor estuviera precisando una entrevista con Dios, pero cara a cara, sin intermediarios.

–Eh…Chicos. Voy a ir para la casa, mejor, me ha bajado un poco el sueño.

–¡Qué casa ni ocho cuarto! Vos te venís a tomar un cafesito con nosotros –dijo la Pochi, acurrucando sus manos en los bolsillos del tapadito chocolate.

–Mirá,… –y en eso lo miré a Soto, que me hacía señas con la mano sobre su cara, desde atrás de la Pochi, sin que ella lo viera, claro.

–…loooo queee pasa es que en casa… –Sotomayor estiraba sus cejas, hablaba sin voz y sacudía la frente de un lado al otro. Cuando la Pochi lo miraba, disimulaba.

–…tengo un remedio…

–¿Qué remedio? Si vos no tomás remedios –interrumpió Soto.

–Ehh… –no se me venía ninguno sofisticado, más que Certal.

–Rubén, si te sentís incómodo porque estemos los tres solos, es corta. O te la bancas –a lo que le agregó unas sonrisitas en dúo con el marmota de Sotomayor– y si no, le mando un mensajito a mi vecina, que tal vez esté levantada y le convidamos un cafesito, ¿por qué no?

No pude ni madurar la flor de la idea, que me abrazaron ambos, de cada lado, y bajamos por Belgrano, cantando, y matándonos dela risa. Si, los tres doblamos por Rufino Ortega, y así llegamos a 25 de Mayo.

–Es acá, muchachos… –dijo la Pochi subiendo la escalinata del edificio.

La Pochi buscaba las llaves de la puerta, y cuando una mujer da más de tres vueltas en el interior de su cartera buscando algo, indica que hay tiempo. Así que lo encaré a Soto.

–Che, no seas zapato… Si vez que la cosa viene para tirarse pedos de colores, no me hagas quedarm…

–¿Qué están cuchicheando ustedes dos ahí?

–¡Nada! –le contestamos al unísono.

–No quiero que te vayas, Cumpa –dijo entre dientes–, no quiero que me dejes solo… La ¨cosa¨ viene bien, pero no es esa ¨cosa¨ la que me preocupa… Me da ¨cosa¨ que… –Sotomayor se me acercó al oído y me contó por donde venía su ¨cosita¨, ¡digo!, su preocupación.

–¿Me estás jodiendo, Adalmasio Sotomayor? No te creo…

La Pochi abrió la puerta del edificio, entramos y subimos por la escalera hasta el primer piso. Esa entrada…, el espejo en la puerta del ascensor, el nombre del edificio, los cuadros abstractos inentendibles del lobby… Tenía un deyabú caprichoso que no se pasaba, hostigado por el coctel que había sido la noche, pero así y todo, tenía una ficha en la punta de la lengua que no terminaba de caerme.

Dice Eterno Atardecer, que ¨…cuando unos sospecha que vive lo mismo una y otra vez, renegarlo es el facilismo de los que pretenden esconder situaciones incómodas; avocarse demasiado es regalarse a la necesidad de aquello que ocurrió y preferimos olvidar; entonces lo mejor es mantenerse neutral, a la espera del desenlace de la sorpresa.¨

–Le mandé un mensajito a mi vecina. Dice que termina de ver una peli y viene –nos cuenta la Pochi, mientras desensillamos en el interior del departamento.

Sotomayor me hizo una guiñada y le devolví una hermosa cara de trastes. La familia de palabras de los recuerdos se hacía familia numerosa. Todo parecido a algo. Cuando la Pochi se fue para la cocina, lo agarré otra vez.

–´Cuchame, Sotomayor. Yo puedo creerlo de cualquiera de los muchachos, de mi incluso. ¡Si de mí!, no me mires así, soy un hombre sensible, ¿pero de vos…? De vos no lo creo. ¿Cómo que no te animás a estar solo con ella? ¿Qué pretendés viejo? Si no te interesa, no la expongas a esto, menos a mí, es obvio que está hasta las manijas con vos. Reaccioná querido…

–Pero…, no es solo eso. Entendeme, a mi me encanta la mina, pero…, pero…

Soto me miró con una mezcla de culpa, vergüenza y temor, y me dijo lo mismo que antes, pero con agravantes para su causa. Me lo dijo todito, todito.

–Apa…

–¿Apa…? ¿APA? Sos una mierda de tipo, Rubén. ¿Cómo me decís ¨apa¨?

–No, no…, pará. Dejame terminar. Apa…rece que es un temita más complejo, eso quise decir. Pero ¿tan así, che? –en eso apareció la Pochi con la bandeja cargada de tasitas.

Yo no podía procesar, necesitaba aire, cómo puede ser, tanta mala leche, Sotomayor. Pregunté por el baño, me levante, y caminé hasta el fondo a la derecha, exhalando, maldiciendo. Qué feo es cuando sucede eso, ¡quelotiró! Y no es un ¨problemita¨ aunque intentemos minorizarlo, valga la semejanza, y no hay nada que digamos que lo tranquilice al otro.

¨¿A quién no le pasó? ¨ ¨Alguna vez te pasó a vos también, Rubén.¨, me decía el espejo mientras me lavaba las manos.

Un par de veces en la vida, el cuerpo te adelanta que los cartuchos son contables, y que como se puede gatillar apresurado, se puede quedar en el intento… Según ellas, a nosotros nos preocupa más de lo que a ellas les interesa; pero yo no me la creo ni por las tapas. Lo mismo que con el tema del tamaño, con la panza, en fin, agregados para no hacernos sentir peor de lo que la situación nos obliga. Cuando el arma se vuelve de juguete, una bala nos apunta en cada encuentro, hasta que cesa el Estado de Sitio y vuelve a funcionar.

Timbre. Llegó la amiga. Leabrieron. Se saludaron. Soto hizo su chiste malo de ¨ ¿te costó encontrar la casa…?¨ La Pochi le presentó su vecina a Soto, y Soto a la vecina, Dana.

¿QUÉ? No… ¿DANA? No… por favor, no. Apuntalé el oído contra la puerta, y escuché todo lo que pude. ¡Ah! Ahora sí, ¡con razón me parecía conocido el edificio! Era el mismo donde vivíala Dana. Laa Daanaa…, laaaa Flaaaaca…, qué recuerdos.

No, no, no, no… Tal vez no era, no. Pero escuchaba esa voz desde el living. Su sonrisa… Su…

–Rubén, ¿todo en orden? –me golpeóla puerta Soto, y salté del julepe.

–Llegó la amiga, Cuuuuumpa… –Alcanzó a decir mientras lo mandaba pa´ dentro.

Le expliqué en dos minutos la historia completa. La fiesta, el baile, la charla en la cocina, las sensaciones, todo lo que pude. Un seminario me era poco para explicarle de la Dana.

–¿Qué pensás de lo que te digo?

–Papita pal´ loro, Cumpa… –me contestó como si no hubiese escuchado nada de lo que le dije.

–Yo te adoro, Soto, vos lo sabés, pero hoy estás particularmente pelotudo. ¿De qué papita me estás… –Mientras yo le hablaba, Sotomayor revisaba el botiquín, sacaba unos hisopos y los con agua–. ¿Se puede saber qué hacés ahora?

–Shhh… dejá de protestar, te vas a poner viejo, che. Tengo un plan, Rubén. Vamos el todo por el todo.

Sotomayor agarró los dos hisopos empapados, y los metió en el enchufé donde, hasta hace un instante, estaba enchufada la planchita para el pelo. Después del refusilo, el departamento se volvió una cueva, y dos gritos llegaron desde el final del pasillo. Soto sacó un celular prehistórico, con una mini luz en la punta, desajustó un par de vueltas el foco del baño, abrió la puerta e hizo lo mismo con el de la habitación y con la lámpara del pasillo. Rápidamente me contó su idea, y no quedaba otra. Su causa era la mía, la mía era la suya.

Nuevamente me invadió esa sensación de que esto lo había vivido, las cosas que uno llega a hacer con los amigos no se comparan con nada… ¨Las emociones que nos dejan los momentos de la vida, son los recuerdos. Nada sucederá igual dos veces, pero lo que sintamos por las situaciones similares sucederá infinitas veces, si nos entregamos cuando estén sucediendo.¨ Dice Eterno Atardecer. Había que entregarse al momento, y cruzar los dedos.

–¿Están bien, chicos?

–Si…, un susto nomas. –Dijo Soto, mientras caminábamos alumbrados por su linternita.

La Pochi revisaba los tapones de luz, pero como que amagaba a arrancar, y se cortaba otra vez.

–Encima no tengo velas, soy un desastre. Bueno…, no se ven, pero acá al lado está mi amiga, chicos. Dana, a un metro tuyo debe estar el amigo de Adrián que te contaba…

–Tomemos el café que se enfría –interrumpió sin sutilezas, Soto.

La luz apenas alumbraba sus piernas, parte del torso, así que nos saludamos tomados de la mano para no escaparle, sin vernosla cara. Solosombras. No había oscuridad que apagara la luz de sus ojos, no había oscuridad que apagara el olor de esa piel.

La situación era tan infantil como excitante.

Me recosté sobre el silloncito que me tocó, y la observé dibujada en esas sombras, que al son de sus comentarios la pintaban con tiza, sobre el pizarrón oscuro que era el living dela Pochi. Laimaginé como nunca lo había hecho con ella, sus sombras se habían vuelvo el deseo de mi esperanza.

¨Cuando creemos que para sentir es importante ver y comprobar, no hacemos más que delatar la urgencia por lo innecesario, que es lo material para lo sensitivo.¨ E.A.

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