¨Parece que era un corto en el baño, che…¨, decía Soto mientras la luz volvía. Me apoyé con los codos sobre el desayunador y crucé mis manos en la nuca, pensaba que la Dana debía estar acostándose en estos momentos, y me bloqueé, caminé los metros suficientes hasta el balcón, y la imagen se cortaba al medio con una franja roja y amarilla que nacía sobre el Este…, y observé el pasado…, y casi sin mirar, volé.
Volé con la imagen de aquella cena en lo de la Flaca, la que no tendría fecha de vencimiento, y volé… Supe que aquella noche había sido feliz. Supe que había tenido tristezas, deseos, alegrías, nostalgia, intriga, sospechas, confesiones, y volé…
Supe que cuando una persona te hace reír, no te la olvidás jamás…. Volé… y volé.
Pasó un mes y seguí recordando esa madrugada, durante cada uno de los días. Al salir de lo de la Pochi, me pasé contra la puerta de la Flaca alrededor de veinte minutos dudando si tocar timbre…, pero no. ¿Por qué será que el temor al rechazo nos traiciona cuando nos decidimos a actuar? ¿Será que para vencer al rechazo debemos ser impulsivos y aceptar la que se venga?
Pasó un mes, y ni noticias de la Dana.
Las penumbras de aquella noche me había hecho objetivo con la Flaca, y no la había visto linda, la había visto oscura. Con Ella se respiraba vitalidad, y esa noche nos habíamos intoxicado con sus comentarios, con sus visiones sobre el sentido de la vida, en fin… Su pesimismo se había vuelto realidad, y sus signos de esperanzas eran las certezas del abandono a su corazón. Yo lo había sentido mucho. Yo la sentía mucho, aún.
No sé por qué, pero no toqué timbre… Y ese mes que no terminaba de pasar.
Di vueltas como un perro que persigue su propia su cola durante toda esa semana, hasta que la agarré. ¿Cómo le decía que yo había estado en su puerta y no me animé a tocar? Qué yo también pensaba que era un pelotudo bárbaro, pero que se me había pasado bastante durante este tiempo. ¿Cómo le decía que quería domar las pesadillas de su futuro y anestesiar los miedos de su pasado?
¨Resolviendo se avanza de casillero, refutando se aprende a pensar, pero decidiendo se evitan los dilemas… Olvidar es para los cobardes.¨, dice Eterno Atardecer.
No aguanté más y me mandé. Toqué el portero del edificio varias veces, y nada. El conserje me dio una explicación de rutina, que hacía unas semanas que no vivía más ahí, y que se la habían llevado sus padres de golpe y porrazo. Entonces les llamé a los tórtolos del mes, pero ni Sotomayor ni la Pochi tenían noticias de ella. Me contacté con la Patri, su gran amiga, y me adelantó un poco. Así que decidimos juntáramos, y charlarlo cara a cara.
La Patri no encontraba consuelos, yo descreía que éramos la realidad que sucedía. Mis dudas sobre su enojo por evitarla infantilmente esa noche, ya eran una anécdota. Qué linda es la vida, ¿no?, siempre guarda un ejemplo para mostrarnos que se puede ser un poco más estúpido.
–Es tan injusto todo… –decía la Patri, cortando las maldiciones que esbozábamos al cielo, sin pronunciar palabras.
–Pero… quizás… –dije y me llamé al silencio.
Yo no podía dejar de maldecir sin decir.
No tenemos explicaciones para los finales, porque tampoco nos preguntamos lo suficiente sobre los comienzos. Sobre la marcha de la vida nos vivimos indagando, enjuiciando, analizando, cuando en realidad debería ser la parte que mas disfrutemos. ¿De qué importa darle una respuesta a lo que indefectiblemente va a pasar? Que la Vida es un milagro, señalan muchos, que la Muerte es el paso a otra vida, otros; pero quién dice que ni una ni otra, tendrían sentido sin lo que sucede entre ambas.
Hay quienes viven pensando en la muerte, le buscan explicaciones según sus creencias, y se invitan a arriesgar en cómo será el despertar de los que queden, cuando todo haya pasado para uno. ¨Quién no ha pensado alguna vez sobre la muerte, no teme a perder la vida…¨, dice E.A.
Confieso que después de la pérdida de mi mujer, Eterno Atardecer me llegó en la búsqueda de respuestas. Apenas lo leí, descubrí que no era un libro de auto ayuda, sino que era un libro de ayuda mutua, y así comencé a ayudarme de lo que los demás me ofrecían cuando yo me prestaba a ayudarlos. Comencé a abrirme.
El libro dice que ¨…al momento de partir, sucederá lo mismo que con los que lo hicieron antes, y eso es un hecho. Nosotros reviviremos y seguiremos presente, con cada palabra que nos traiga a la vida, con las palabras de los que nos evoquen en recuerdos, y nos sientan al recordarnos… En definitiva, más que preocuparnos por la Muerte, deberíamos ocuparnos de la Vida, que será la que nos haga revivir eternamente en aquellos que nos aman.¨
La sala de espera de la clínica era la estación de un tren fantasma abandonado. ¿Por qué cuando se sufre se crece?, pensaba observando lidiar a tantas familias, que amarran sus esperanzas sobre partes diarios que determinan sus destinos. ¿Alcanzarán las súplicas evocadas durante la espera en este lugar? No lo sé…, de lo que estoy seguro es que para encontrar consuelo, cuando la fe o la ciencia hacen oídos sordos y la naturaleza se lleva lo que considera propio, todo es valedero.
Y ahí estábamos con la Patri, esperando. Y ahí estaba yo, tan ansioso por verla…, tiritando, y sintiendo, y transpirando angustia en la emoción. Unos pasos antes de entrar a su habitación, construí el universo aromático de sus recuerdos… El aroma de su cara, la del primer encuentro; de su voz, la de la noche del baile; de su piel, la del abrazo en el balcón. La puerta se abría…, descansaban sus ojos, y un marinero me ataba un vacío en el estómago. Algunos cables y líquidos la ayudaba a seguir, y se alimentaban de aire artificial sus pulmones. Alguien hacía un registro con sus latidos y un reloj de arena diminuto se daba vuelta… No teníamos mucho tiempo.
Nos golpeamos la mirada con la Patri, mientras un puñado de fresias inquietas, esperaban en mis manos la sonrisa de su mirada.
Ella amanecía. Nosotros respirábamos.
Ella sonreía. Nosotros respirábamos.
Si para tomar valor de lo que somos, tenemos que llegar a los extremos, algo de sabio debe haber en todo esto que no reconozco. Su paz, encerrada tras los barrotes de esa cama, nos impedía pensar que algo terminaría, nos invitaba a creer que la luz de su corazón ,era la esperanza para los que nos sentimos oscuros cuando algo así sucede.
Y ese tal vez sea el consuelo… Poder encontrar la paz que nos dejan los que se van.
Su mano pedía mi acilo, y mi alma se acostaba a su lado. Acariciaba mi cara con esa mirada tan de ella, y bailaban nuestras bocas en la misma sonrisa.
¨Te busqué tantas veces y por fin te encuentro, sensación de felicidad. Te esperé tanto tiempo y por fin llegás, ganas vivir¨, pensaba alguien que caminaba en la sala sin dejarse ver, a quien lo llamaban: el Destino.
–Gracias por las fresias –me dijo, y cerró los ojos es su aroma.
Salí de la habitación un poco después, el tiempo pasaba, y no estaba el lugar en esa sala para dejar tanta sensación de perder.
Dice Eterno que ¨…En la vida, perder no existe. Porque cuando sentimos que ganamos, rara vez nos detenemos sobre los éxitos para indagarnos si se pudo ser mejor, y cometemos el pecado de creer que ganar, dura para siempre. Pero la vida es una rueda. A veces arriba, a veces abajo. Entonces cuando perdemos nos enfrentarnos sin escapatoria, para resolver aquello en que fallamos, si queremos evitarlo en el futuro, y es ahí cuando volvemos a ganar.¨
El tiempo pasó. Casi seis meses de su internación, de idas y venidas en la clínica, de descomposturas y de llantos mechados con pocas alegrías… Ya pasaron seis meses, y si el dolor por sufrir arde, es porque el corazón cuando sufre, se quema.
La mañana me desvela con la cama huérfana de madre, la seda de una cortina blanca se infla por el respirar de un lugar costero, y la brisa llena los espacios de la cabaña. Bajo unas escalinatas de madera hasta encontrar la arena blanca, para hundir mis pies, y camino para empezar soñar. Busco el mar, el horizonte, que siempre tienen un secreto para los que sacan a navegar su mente.
Mis ojos buscan sus ojos, que tal vez me estén mirando desde algún lugar…
¿Será que para ser fuertes hay que tener miedo?
Camino sobre la parte dura de la playa, y el agua provoca a mis pies con su calidez. Un sol amarillo se peina con una ola, y el mar se vacía mientras su cuerpo aparece. Ya somos uno con la mirada. Tantas estrellas como gotas se trepan por sus muslos y el frío…, el frío delata que en sus pechos aún hay aceite.
–¡Todo muy lindo, ¿eh?! Nadas, corres, tomas sol…, incluso mirás chicos mientras yo no estoy, pero… ¿Del almuerzo ni hablamos, Flaca?
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¡Qué hermoso capítulo Don Rubén! Para leerlo una vez más. He aprendido que a la vida hay que disfrutarla lo más que se pueda, buscarle la vuelta, para que nuestro corazón viva.
Es verdad que cuando un ser amado se va nos deja paz, al principio el alma duele cortándonos la respiración, pero esa paz va calmando el dolor y de a poco volvemos a respirar.
¡Excelente Don Rubén, un beso grande!