/Feminismo 3: “La mujer contra la mujer”

Feminismo 3: “La mujer contra la mujer”

Cautiva 01

Saliendo de alguna reina de cualquier tiempo, de Inglaterra o de Egipto, debajo de la máxima escala de poder la mujer no tenía opciones frente a aquellos soldados poderosos que entre batalla y batalla andaban por las calles aburridos, ni tampoco frente a los desertores, del mismo tamaño y fuerza que los primeros pero al margen de la ley, y menos frente a los jefes militares acostumbrados a tener lo que quisieran.

El único momento de toda la historia en donde la mujer se planteó la posibilidad de estar sin un hombre que la proteja, es en estos últimos siglos, en la modernidad. Nunca antes había pasado. La Civilización creó el marco para que mujeres y hombres, por ejemplo, puedan salir sin recibir un ataque de un pequeño ejército individual entre San Martín y Palmira y que después del suceso los familiares y autoridades digan “¡Tst! Qué macana… Bueno, vamos a ver si podemos recuperar Cautiva 02a los cautivos…”. Y esto viene a colación porque se dice muchas veces que las mujeres sufrieron el sometimiento del hombre durante milenios y esto no es cierto. Ellas procuraron de ellos su protección.

Las mujeres “tenían” un hombre para que las defienda no sólo de los otros hombres, sino también de las otras mujeres.

Las mujeres comunes necesitaban de un marido en su casa para que aplique con su fuerza física pero también para que haga fortuna, porque las mujeres sin protección que podían hacer fortuna eran saqueadas por ladrones y soldados. Eran tiempos muy duros en que una chica de dieciocho años probablemente ya había pasado por el médico para que le saque algunas muelas de una manera muy dolorosa y sangrienta, o habría padecido alguna enfermedad que requirió que le drenen la pus con un cuchillo, o que el padre habría molido a trompadas o violado sin que nadie diga nada, ni lo juzgue. La historia del mundo fue muy dolorosamente cruel antes de que se volviera tan cruelmente solitaria.

Una mujer que tenía un marido que le satisfacía sus necesidades de comida, compras, protección, inclusión social y demás intereses, lo defendía a muerte lo mismo que a su casa o a su huerto. Y una mujer sola, una viuda, era la peor amenaza, peor incluso que los saqueadores. La mujer, la esposa, una vez que conseguía un esposo le suplía en todas sus necesidades, se ocupaba de todas sus cosas hasta hacerse indispensable para él, de esta manera se aseguraba que el hombre no la dejara. No eran tareas sencillas las que hacía una esposa y las mujeres solas de vida licenciosa (lo que hoy las mujeres llamarían “¡Esa arrastrada…!”) no estaban dispuestas a hacerlas. Por eso una de las mayores amenazas eran las viudas, porque tenían toda la experiencia de una Cautiva 13esposa pero necesitaban un marido. Estas generalmente terminaban ayudando en otras casas como sirvientas o ayudantes. Sólo bajo la protección de una casa donde hubiera un hombre una mujer podía dormir tranquila por las noches, incluso aunque el hombre no estuviese físicamente allí.

La naturaleza es sabia, porque la fortaleza de la mujer en toda la historia siempre fue su debilidad. Erich Fromm explica que el hombre fue la especie dominadora en el mundo precisamente porque nace sin instintos de supervivencia. Un recién nacido necesitará del cuidado de su madre o de alguien muchos años antes de poder sobrevivir solo en el mundo, y eso es lo que lo obliga a crear, a pensar, a resolver, a desarrollar los mecanismos que otros animales ya tienen resueltos instintivamente. Su propia debilidad inicial lo hará más apto que todos los animales en su madurez.

Si revisamos la Biblia, muchas de las normas de los sacerdotes judíos son anteriores a ellos, son civilizatorias, o sea, femeninas (con respecto al contexto social, procuraban aminorar la violencia y mejorar la justicia). En los templos antiguos las sacerdotisas eran mujeres: las pitonisas de Delfos o las Sibilas de las grutas, etc, y llevaban al mundo hacia una civilización menos hostil. Los sacerdotes judíos ya traían una norma universal aceptada que es la civilización y que tiene preponderancia femenina, pero la rigidez y las durísimas normas de los judíos para con la mujer son porque su sociedad era un matriarcado matrifocal: el judaísmo se transmite a través de la madre. El padre elegía qué formación quería para sus hijos pero la madre los formaba. Hay un dicho que dice que el hombre más poderoso del mundo es el administrador del hombre más poderoso del mundo, y creo que es así. La mujer nunca suplía al hombre en su lugar de poder porque le faltaba la fuerza física para poder subsistir y porque sabía muy bien manejar el poder desde la sombra. Pero la mujer con poder, lejos de liberar a sus congéneres las mantenía a raya con normas que no les permitían moverse libremente, porque su principal amenaza no era el hombre, era la mujer, la otra mujer.

En las vísperas de los años sesenta el hombre cayó en tal vez su peor decadencia. Sobreviviente de la novedad del desempleo, cosificado en una sociedad globalizada por las guerras donde él era el protagonista tácito, y el trabajo y las Cautiva 15propiedades perdían su valor con una bomba, una hipoteca impaga, u otras situaciones que sus antepasados jamás enfrentaron, y se degradó en un tipo sin motivaciones ni méritos que volvía de las guerras a vivir de una mujer que trabajaba y que había vivido perfectamente bien en su ausencia. El feminismo es un movimiento único en la historia y que cualquier mujer del pasado jamás podría entenderlo. El feminismo es el primer movimiento en que todas las mujeres están de acuerdo en un enemigo ajeno a ellas mismas, y no sólo eso, sino que ese enemigo es el hombre, su antigua protección.

Si el feminismo continúa existiendo hoy en día no es porque las mujeres sigan estando obligadas a convivir con esos zombies masculinos violentos y parásitos, capados por dos guerras que deglutieron la conciencia y la moral de un gran porcentaje de hombres, sino porque perdieron a su antiguo aliado: el hombre. La mujer ya no se siente protegida por un hombre, y el hombre ya sabe que no tiene que ser nada ni nadie para estar con una mujer porque la mujer misma es la que lo sale a buscar hoy, y esa conquista ya no es conquista, no lo hace exigirse, el hombre de hoy no necesita hacer ningún esfuerzo para estar con una mujer porque la mujer levanta la bandera de que no necesita al hombre, y se lo cree. Y el hombre también se lo cree.

Para el hombre la mujer es muy necesaria porque sin ella ni su posibilidad reproductora el trabajo del hombre se vuelve efímero, apenas un gesto arrogante frente a la posibilidad de un fracaso que a nadie preocupa si no lo comparte, y cómo dejó dicho McCandless en su colectivo abandonado, “la felicidad sólo es real cuando es compartida”. Por eso apareció de pronto la necesidad de muchas mujeres de separarse de la idea de feminismo, incluso hasta decirse “Machistas”, porque el feminismo encierra entre su inmenso bagaje de contenidos la idea de ir contra el hombre como un protagonista innecesario en el desarrollo de sus vidas, cuando en realidad el hombre sólo podrá ser como la mujer lo necesite cuando la mujer lo necesite para lo que lo necesite, como pasó siempre en la historia.

Y el hombre de hoy es el hombre que la mujer demuestra estar necesitando.

 Cautiva 12

ETIQUETAS: