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Finales y cambios

Con el fin de año tan cerca todos nos ponemos melancólicos y empezamos a rebobinar el año que se va para el que viene. Bueno, en mi opinión, más que melancólicos, todos dicen: «Me dan cólicos» por tanto alcohol ingerido una semana atrás en Navidad y para la festividad de turno también. Dichos cólicos se manifiestan en pleno 1 de enero, cuando entre el calor y los restos de comida de la noche anterior, inevitablemente decimos: Ya empecé mal el año.

Pero, ¿cómo llegamos a este intento anual de renovación personal? Bueno, tenemos más o menos el mismo esquema que para la Navidad o una propuesta totalmente distinta. Podemos pasar por la misma tortura de atorarnos de mantecol y pan dulce, quedarnos sordos con los rompeportones que tira el rompebolas del vecino, bancarnos una cena con parientes que animados por el alcohol y por la buena excusa de ser ruidosos, sacan lo mejor y más molesto de su carácter. O te vas a pasarlo por ahí lejos, con los más cercanos, con amigos o como te pinte para romper la rutina.

En el brindis todos se emocionan, se abrazan, se besuquean y piensan cómo el año que entra va a ser diferente. El que no tocó un libro promete tener que dibujarse la raya para cuando termine el año, el que vive amargado promete ponerle la mejor onda, la que se peleó con el novio dice que va a vivir su vida de soltera feliz; absolutamente todos se hacen planes que se elevan con las burbujitas de la copa del brindis.

Después de 12 viene la joda. Los pendejos se van para fiestas donde pagas 100 mangos por un máximo de 2 horas de baile donde tomás el doble de tu peso en alcohol, los más aburridos o rascas también se van a escabiar por ahí, los sociales a saludar a todo el mundo, la familia se queda reunida tomando para irse a dormir todos barriga llena corazón contento.

Se termina la noche, el nuevo año empieza con todos muertos, con resaca, medio muertos y con ganas de dormir todo el día o ir a la primera pileta que se crucen para pasar el calor del pleno verano. La comida que sobró, el alcohol, todo sirve para ese día, sobre todo porque nadie en su sano juicio va a laburar y bueno…hay que acomodarse.

¿Y qué pasó con los propósitos? Nada, con el paso del feriado, volvemos a la mendolotuda rutina de todos los días, el lunes sigue siendo lunes, las vacaciones vacaciones, el estudio sigue siendo molesto y no te sentás hasta que sentís la soga al cuello, tu ex sigue viviendo en la misma galaxia que vos, la gente que tanto jodiste para ver antes de que se termine el año, no la perseguís de esa manera hasta el siguiente fin de año; todo sigue igual, excepto el calendario de la casa.

Conclusión, ¿querés cambiar algo? No esperés hasta fin de año para hacer el teatro de que es el mejor momento, el resto del año también sirve.

Feliz 2013 a todos.

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