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Fuego azul

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Lo que comenzó como un sueño aislado parece que no quiere dejarme en paz:

Primer sueño – Jueves: La dirección equivocada
Segundo sueño – Domingo: Un atajo
Tercer sueño – Viernes: Un piano de fondo
Cuarto sueño – Martes: Sin aire
Quinto sueño – Miércoles: Un pasillo perdido en el tiempo

Las hojas caían suavemente, era un otoño de colores, no sólo cobrizo sino con tonos violetas, verdes y algunos rojos. Las hojas por momentos parecían pétalos, suaves amarillos y rosados se entremezclaban los cálidos rayos de luz.

Los contornos se definían, como si las paredes emergieran de pintura cayendo, se completaban y cerraban, las hojas ya no caían se sostenían, flotaban un segundo y se unían por ramas, completando árboles y plantas. Puertas y ventanas, flores y arbustos, en armonía para dar forma a un patio interno.

Tan familiar, ese del principio pero bello, lleno de vida, lleno de un aroma dulce y de música, otra vez música, el piano, Debussy y su “Claro de luna” que llamaba suavemente a la noche, y mientras se oscurecía, entendí que debía entrar.

Vi el portón del primer sueño y al costado la puerta, esa que daba a la pequeña cocina, pero no era esa venida a menos de los sueños anteriores, era la propia de un hogar, ordenada y prolija, una ventana, que antes debía estar tapada, ahora tenía cortinas y dejaba ver las inconfundibles rejas labradas y el lucero, preludio de la noche.

Entré al pasillo, no pude resistir ver el piano otra vez, la curiosidad pudo más que el miedo. Pero no había nadie, tocaba solo sin moverse, como si exudara el sonido, en la habitación vacía, repetía una y otra vez la misma canción, aunque al costado hubiera una pila de partituras.

Algo me dijo que no debía parar ahí, que debía seguir buscando, por el pasillo lleno de puertas, supuse que la clave era la habitación. Estaba iluminada suavemente, la luna era la que le brindaba su luz, una luz azul, azul como el fuego que ahora veía en la cama.

Definitivamente una de las cosas más maravillosas del sueño, era como un fuego frío, que no quemaba, no consumía pero ardía y ardía, no como la pasión sino como un sentimiento más profundo, supuse que así debía verse el amor.

Cuándo las llamas cesaron, los que antes eran jóvenes y felices, se convirtieron en dos sombras, eran Dante y Lucía, dos sombras tristes, tan grises y tristes, caminaron de la mano y se pararon ante un espejo. Dante se reflejaba como el hombre viejo y Lucía… ¿Dónde estaba Lucía?

Eran el principio y fin de un amor, parados uno frente al otro, unidos en un espejo y su reflejo, separados por el dolor. Una enfermedad, la muerte, se llevó a Lucía, antes que Dante pudiera pelean contra algo prohibido, un secreto familiar, algo los separó antes de que pudieran estar realmente juntos.

Y así me desperté desconsoladamente…llorando…

Créanlo o no, este fue mi sueño del lunes, justo antes que llegara la mañana

Siguiente sueño: El despertar (Final)