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Homo Demolición Sapiens

Evidentemente, toda vida es un proceso de demolición
F. S. Fitzgerald

Me quedé estupefacto. No lo podía creer, un acto inadmisible, que rayaba con la insanía.

Esperaba el micro, el expreso, el 155; un poco más lleno de pasajeros seguramente, pero veloz y expeditivo, directo por el Acceso Sur hasta el Centro. No había mucha gente en la calle (el frío es atemorizante para la gente, ésta no soporta las mordidas del hielo en la carne camuflada con ropa). Entonces apareció una chica no mayor de quince años, con sus bártulos de escuela y un maquillaje exuberante a cuestas. Masticaba un chicle, hizo un globo rosado enorme. Sacó delicadamente de su mochila un pañuelo de papel tisú y se limpió la nariz en forma muy femenina; luego, como si nada, arrojó a la acequia el papel usado; éste se fue navegando despacito en el líquido turbio hasta encallar en un montón de botellas de plástico.

Tenía el basurero a dos metros, incluso más cerca que el curso de agua, pero decidió arrojarlo en el lugar indebido.

Increíble.

Si se piensa no es una cuestión de educación, es solamente pura lógica, ya que el mismo nombre contiene el uso: basurero, o sea para guardar basura, para arrojarla en ese sitio. No hace falta adivinar; no es un condicionamiento social; un mandato tiránico o una imposición satánica; es meramente algo práctico: los residuos se dejan en un lugar que no contaminen.

No creo que esa muchacha no tenga conocimiento de que lo que hizo es algo que a la larga juega en su contra también, pero no le importó. No nos importa, ese acto mínimo es un paradigma de la desolación que estamos causando en el planeta, lo hacemos con pleno conocimiento de los hechos.

Sin embargo se me ocurrió que quizás esa forma de actuar, con aparente desidia, es parte de un nuevo desarrollo, del cual no estoy exento. Este neoproceso es la formación de un nuevo tipo de humano, constituido por cambios evolutivos marcados por el desinterés, la pereza, el egocentrismo y la maldad.

Nos espera un mundo apocalíptico. Con pantallas led emitiendo paisajes paradisíacos para engañar a los sentidos de los efectos del smog y el ambiente sórdido (un viaje a la naturaleza pixelada); con Fukushimas a diestra y siniestra, que sólo merecerán la segunda plana de los diarios; con zoológicos holográficos, porque ya no quedará ningún animal para martirizar; mares tóxicos, fosforescentes e hirvientes; el cielo será sólo un vidrio sucio, de día y de noche; la lluvia ácida se comerá vivos a los pocos pájaros en pleno vuelo; las máscaras antigás estarán de moda, disponibles para la dama y el caballero en todos los colores; las computadoras decidirán por nosotros. No es que no lo podamos evitar, tenemos todas las oportunidades para hacerlo, pero no lo vamos a hacer.

Nos lo impide la aparición del nuevo tipo de homínido, constituido por un proceso evolutivo marcado por el desinterés, la pereza, el egocentrismo y la maldad. Somos el que reemplaza al Homo Sapiens, nos hemos convertido en el Homo Demolición Sapiens.

Ésta es una nueva especie que cavila, razona y, además, tiene la tendencia innata de demoler, con gusto y sin razón, todo lo que está a su paso – lo llevamos en nuestro genoma y lo hemos pulido a través de generaciones.

Evolucionamos.

Cada estado de la vida es seguido por un deterioro inexorable, es interrumpido constantemente por pequeñas muertes que lo llevan a una etapa nueva. Entonces el Homo Demolición Sapiens entra en juego y convierte a esas pequeñas muertes y posteriores renacimientos en la metamorfosis de una oruga demente a una mariposa sociópata.

Evolucionamos para destruir mejor.

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