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Hoy en día, todo es sexo

Vivimos en la era del sexo. Hoy en día, todo es sexo. Resuenan débiles, entre las ruidosas campanas del mundo mediático en el que vivimos, las palabras de Cervantes, que dijo:

«Amor y deseo son dos cosas diferentes; que no todo lo que se ama se desea, ni todo lo que se desea se ama»

Por ahí, en mi memoria, quedan los resquicios de una proposición embarazosa que en la soledad le propuse a un futuro amigo. Pues con todas las vergüenzas habidas, le pregunté: «¿quieres ser mi amigo?» Y con toda la sinceridad del mundo me contesto que sí. ¡Oh, que gozo! Ese momento en el que de la soledad sale un amigo.

La amistad era algo inocente, necesario. Recuerdo haber estado perdidamente enamorado de una niña de mi clase. Victoria era su nombre. Cuando la veía aparecer de mano de su madre, se me subían todos los colores que el cuerpo humano pudiera adoptar. La admiraba, la quería cerca de mí, muy cerca, quería que fuese mi amiga, mi mejor amiga. Qué inocente deseo amoroso a esa joven edad; un beso era demasiado, era una travesura impensable que ocurrió una sola vez, una sola.

Recuerdo cuando los amigos se abrazaban, cuando los amigos se amaban como David y Jonatan. Hoy eso no se puede. David y Jonatan no se pueden abrazar, y casi tampoco David y Johana. A no ser, claro, que se confiese o confirme la relación «amorosa». El contacto entre dos personas es demasiado sospechoso en una relación de amistad. Un día me dijo mi padre: «cuando chico (así como se dice Sevilla), los amigos andábamos con el brazo sobre los hombros del otro». No, hoy en día no, hoy eso es de gays. El amor ahora es sexo; ya no se puede amar sin querer tener sexo. Ya no se puede querer sin querer. Por eso uno ya no busca amigos cuando va a una nueva ciudad, uno busca pareja. El vínculo amistoso es sexo. El sexo es la confianza, el sexo es la intimidad.

Me gustaría escuchar las palabras de Neruda hoy en día, cuando dijo:

«Mi casa era llamada

la casa de las flores, porque por todas partes

estallaban geranios: era

una bella casa

con perros y chiquillos.

¿Raúl, te acuerdas?

¿Te acuerdas, Rafael?

¿Federico, te acuerdas

debajo de la tierra,

te acuerdas de mi casa con balcones en donde

la luz de junio ahogaba flores en tu boca?

¡Hermano, hermano!»

Amaba Neruda a su esposa, y con ella dormía, y amaba Neruda a Federico García Lorca, y con él no dormía. Y nadie decía nada, porque el amor era amor, y no significa sexo.

Hoy, me he enterado de unas cosas. En un colegio se ha visto una nueva moda. Los niños de 8 años hacen que algunas chicas pongan su cara en la bragueta del pantalón y rueden su cara a roce; sí, así como la calavera de Pedro Aguiar de Tor rodaba en su almohada de piedra. Según cuenta Valle-Inclán, en su historia El Miedo, rodaba la calavera porque tenía un nido de culebras dentro. Me pregunto qué clase de culebras moran en las mentes de la sociedad contemporánea.

En Inglaterra, ahí donde viví casi dos años, escuché muchas otras desgracias. Una mujer enferma, muy enferma, nos desveló cómo vino a su enfermedad. La pobre, casi sin poder moverse, paralizada por su maldición, nos confesó que fue violada por un grupo de jóvenes, cuando ella era también joven. Alguno de ellos debería tener alguna ETS. Más aún, todos ellos debían tener un nido de culebras venenosas en sus mentes, unas culebras de una ponzoña inmunda. Así, a la enfermedad física se le añadió una enfermedad mental, un trauma de cobras hipnotizadoras.

Ahí mismo, en Inglaterra, me conmovía el pensar en las reglas que como misionero tenía. Entre muchas otras, justificadas todas, había una que me despertaba especial tristeza. No podía jugar con los niños: no podía dejar que se sentarán en mi pierna, no podía tomarlos en mis brazos, no podía dejar que me basarán, no podía mostrarles mi amor ni dejar que me lo mostraran. ¿Por qué? Pues porque hoy en día todo es sexo. Demasiadas madres denunciando por abuso como para arriesgarse a confundir a las madres protectoras.

Ahora, aquí viene la cuestión, una interrogación que se hizo Galinda (del musical Wicked) cuando le preguntaron: «¿Por qué existe el mal?» Ella, sin saber que responder contesta con otra pregunta: ¿Nace la gente malvada o se les empuja a ser malos? 

Hoy en día, ¿quién sabe? Solo sé que hoy en día todo es sexo, se nos empuja a hacer de todo algo sexual; el sexo está en todas partes: implícito y explícito. No sugiero que el sexo sea malo, ni discutiré la moralidad que lo engloba; sólo sugiero que el sexo no lo es todo, no es bueno que esté en todo. Tampoco sugiero que sólo hoy en día pasen estas cosas (me refiero a los asaltos sexuales) y no en el pasado; sugiero que hay culebras en todas partes que intentan buscar nido, y es el nido nuestro cerebro. Sugiero un uso responsable del sexo. Sugiero una niñez de inocencia. Sugiero que somos responsables de qué culebras entran en nuestro cerebro. Y con esto concluyo:

No dejemos que las culebras entren en nuestras mentes y, al hacer nido, tergiversen nuestro concepto del amor y lo conviertan en sinónimo de sexo.

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