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La tecnología: tan cerca y tan lejos a la vez

A veces me gusta imaginar qué hubiese pasado si desde el principio de los tiempos hubiera existido un celular en la Tierra… Tal vez si Colon hubiera utilizado Google maps para llegar a la India, nunca hubiese errado el camino y los pobres aborígenes hubieran tenido otros cuantos añitos de paz… En una de esas si San Martin hubiese podido armar un grupo de WhatsApp llamado “Revolución de Mayo” no habría sido necesario juntarse un día frío en el Cabildo y hasta tal vez hubiera podido gestionar la libertad con llamadas y mensajes sin que fuera necesario cruzar la cordillera. Son solo algunas de las cosas que me imagino…

¡Que útil es la tecnología! Pero no puedo evitar pensar también en los estragos que esta causando en la sociedad… tenemos urgencia por las cosas; vivimos en la generación del “¡lo quiero y lo quiero ya!” y estamos educando a nuestros hijos en esa generación.

Mi abuela suele contar cómo se conoció con mi abuelo: el vivía en España y ella en Argentina y se mandaron cartas hasta que mi abuelo vino a nuestro país y se casaron… ¡Cartas que a veces demoraban hasta tres meses en llegar! Eso hizo que la generación anterior a la nuestra fuera mas paciente, sabiendo que todas las cosas bajo el sol tienen su tiempo y su hora… pero hoy en cambio, puedo armar un grupo de WhatsApp e incluir a mi hermano que esta en España y a mi otro hermano que vive en Brasil y al resto de la familia estén donde estén y enviar un mensaje que tarda segundos en llegar y ser respondido… puedo hacer una video llamada vía skype y verlos ¡aunque estén al otro lado del mundo!

Pero hay un trasfondo de otro mensaje que estamos enviando y no lo vemos… un mensaje que no escribimos pero mostramos; el que ven nuestros pequeños… el de la inmediatez de las cosas… el mundo les esta enseñando a no saber esperar.

Hoy veo con mucha tristeza los recreos escolares; donde todos están absortos en sus mundos virtuales con 2562 amigos, pero en la vida real están solos… solos con un teléfono en la mano…

Miro con tristeza las reuniones familiares donde a la hora de poner la mesa colocamos platos, vasos, cubiertos y celular…

Antes, al llegar a una casa, preguntábamos donde estaba el baño y pedíamos un vaso de agua… ahora en cambio preguntamos donde hay un enchufe y pedimos la contraseña del wifi…

Hoy quiero llamarte a la reflexión a vos que estas escuchando o leyendo este mensaje… recorda que las mejores reuniones son aquellas en las que se te olvida sacar una foto para subir a Facebook…Cambia solo por hoy un “me gusta” por un abrazo… un “toque” por un beso… cambia un “comentario” por juntarte un ratito a tomar mates con amigos… ¿¿y si en vez de mirar pantallas nos miramos las caras?? ¿Te acordas del color de los ojos de tu mejor amigo?

La tecnología es muy importante, muy útil, nos acerca a quienes están lejos… pero nos aleja de aquellos a quienes tenemos cerca… hablar con alguien que no suelta el celular para mirarme a los ojos es la experiencia mas parecida a hablarle a una pared que he tenido.

Cuando era chica leí un cuento que siempre suelo contarle a mi familia de un hombre que iba caminando cabizbajo, preocupado por sus problemas y encontró en el piso una moneda de oro con la que pudo dar solución a todos ellos… a partir de ese momento siempre caminó mirando al suelo para ver si podía repetir su suerte… el hombre jamas volvió a encontrar una moneda de oro, pero en su afán por buscarla, nunca mas volvió a levantar la cabeza para ver el sol.

No perdamos el sol por una moneda de oro… no perdamos momentos con nuestra familia por estar pendientes de un celular o una computadora… recuperemos la cena familiar, donde todos contábamos como nos fue en el día… apaguemos un ratito la tele, la compu, el celular para contarles un cuento a nuestros hijos, para escuchar a quien tiene algo para decir en persona… levantemos la vista de la pantalla, miremos el sol, a nuestra familia… implementemos un ratito junto a los que amamos sin aparatos ni redes sociales… desconectémonos… para conectarnos…