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Los macabros asesinatos de Uspallata II

Después de aquella investigación (que me dejó con la sangre helada), por las amenazas recibidas decidí mudarme. Dejé la comodidad del centro mendocino y me instalé en Lavalle, específicamente en La Pega, en un pequeño barrio de no más de dos manzanas que esta a orillas de la ruta que une Lavalle con Guaymallen. Al instalarme encontré gente maravillosa y amable, la paz en ese lugar era única, sin el fastidioso ruido de la ciudad, sin duda alguna un lugar muy acogedor.

Las primeras semanas recibí mucho afecto. Marcela rápidamente me dio una cálida bienvenida, al igual que su esposo Juan. Con el pasar de los días los vecinos cada vez se me acercaban más.  Chelo el «patovica del barrio» me invitaba cada viernes a jugar un partido de fútbol con los demás muchachos, Beto , Jairo, Ema y Matías, un grupo de amigos que al parecer se conocían desde chicos ya que su amistad era admirable. Tipos grandes pero con el alma de un adolescente.

Como dije, recibí muchísimo afecto y rápidamente me incluyeron en ese acogedor círculo vecinal donde no habían peleas y ningún tipo de malentendidos. Todo era perfecto en ese lugar… o eso creí hasta que una mañana decidí salir a correr. Debía hacer algo, estar encerrado escribiendo en mi computadora, sin duda alguna iba a volverme más loco de lo que estaba. Entonces iba trotando y me topé con una calle de tierra, la vi más segura para hacer mis ejercicios ya que no había casi nada de tránsito, al realizar unos dos kilómetros trotando me encontré con esta increíble casa que, según sus grabados, fue construida en 1930.

Su arquitectura era tan exquisita que decidí explorarla, estaba completamente abandonada, sin duda alguna daba miedo e impresión verla por dentro. Las palomas eran dueñas de aquella mansión, revoloteando sus alas al oír mis pasos mientras la recorría habitación por habitación. Estaba atónito, era una pena que estuviese así de abandonada. Ya era casi medio día y debía irme a casa para seguir con mis escritos, en el camino me encontré a Doña Natalí, la mujer más longeva del lugar, que había ido a hacer unas compras. Dejé de trotar y procedí amablemente a cargar con las bolsas, a lo que ella aceptó. Teníamos una linda charla en el camino, preguntas cotidianas, trabajo, familia, etc… No pude evitar preguntarle sobre aquella hermosa mansión.

-Doña Natalí…

-Dime Natalí no soy tan vieja querido -me decía bromeando.

– Jaja ok, Natali , ¿usted conoce esa enorme casa que se encuentra por esta misma calle?

Dejo de sonreír y fijamente me miró a los ojos y enojada me respondió -Claro que conozco esa casa, todos la conocemos pero yo te recomiendo que no preguntes demasiado. Pasaron cosas espantosas en ese lugar.

-¿Qué tipo de cosas?

Sacó sus bolsas de mis manos y algo apurada me contestó -Alejate de ese lugar, «menos averigua Dios y perdona».

Evidentemente algo malo ocurrió en ese sitio, al llegar  a casa encendí la computadora y comencé a Googlear sobre aquella morada. No me costó mucho, al parecer la mansión pertenecía a Don Rodolfo Castellano, esposo de Laura Rivas y padre de Mario Castellano. Encontré más información de la que esperaba e incluso estaba el actual número de teléfono de Mario, hijo de Rodolfo quien puso a la venta la mansión, tomé mi celular y procedí a llamarlo con la excusa de comprar su propiedad…

-Hola ¿Mario?

-Si, ¿quién habla? – Su voz en ese momento me sonó conocida, pero no di importancia, quería saber que sucedió en esa mansión y lo iba a averiguar cómo sea.

-Soy Damián y estoy interesado en comprar la vivienda de Lavalle que publicó en internet.

-Ahhh si si digame señor – me decía mientras oía una pequeña risa malévola.

-Mire Mario cuando podemos vernos y hablar de los números en persona así no es tan confuso.

-Mañana a la mañana puedo, nos encontramos en el café que está justo frente de la plaza céntrica de Lavalle, ¿Le parece Damián? – Me preguntó y aún podía sentir como estaba sonriendo, fue raro pero accedí.

-Si claro que sí, ¿a las 16hs está bien?

-Me parece perfecto.

-Ok a esa hora será, hasta luego.

-Hasta pronto Damián, sonrió una vez más y me colgó.

Al día siguiente, cuando estaba por dirigirme al encuentro con Mario me encontré a Gimena, hija de Marcela y Juan. Me llamó preocupada, me acerqué  y sin más preámbulos me contó la historia de lo que había sucedido en aquella mansión… Mario había realizado una serie de actos satánicos y por eso nadie se atrevía a ir. Me suplicó que no fuese a la reunión.

-Pe… ¿Pero usted que sabe? ¿Y cómo sabe que me voy a encontrar con él?

-Doña Natalí vivió en carne propia uno de esos rituales y teme por tu vida y con respecto a como lo sé, tratá de cerrar tus ventanas cuando hables, pueblo chico infierno gran…

-Jaja si «infierno grande»… no es la primera vez que escucho ese dicho.

-Por favor no vayas, toda persona que quiso comprarla misteriosamente desapareció.

-Tranquila, sé lo que hago a parte llevo protección – levantando mi remera le enseñé mi arma.

-Aún así cuidate….

Sin decir más me dirigí al café, llegue puntual y Mario no se encontraba allí asique me senté a esperarlo, los minutos pasaban y no llegaba, se hicieron las 16:30 hs y decidí llamarlo.

-Hola Mario ¿Donde estas? Estoy esperándote.

-Hola mi viejo amigo, ¡que sorpresa saber que sos vos! llevo rato observándote y aun no puedo creer mi maldita suerte.

-¿Qué? ¿Nos conocemos?

-Más de lo que pensas jajaja.

-Pero ¿Quién … -No alcance a preguntarle qué de atrás alguien tocó mi hombro.

Al levantar la mirada sentí un escalofrío que me recorría todo el cuerpo,  rápidamente tome mi arma y le apunte al rostro. La gente que se encontraba allí comenzó a gritar y a huir.

-¿Co… Como es posible? ¿Cómo me encontraste?  Esto no puede estar pasando – titubeé.

-Jajaja yo no te encontré, vos me buscaste, vaya que suerte la mía jajaja.

-No te acerques o disparo.

-Tranquilo pibe… acá no te voy a hacer nada, muchos testigos, pero te aseguro que me voy a vengar.

-¿Vengarte de que enfermo? Sos un demente.

-Verás Damiancito… en Uspallata me dejaste al descubierto, causaste mucho revuelo con tu «investigación». Tuve que matar a Agustina por hablar más de lo que debía, ella ya está muerta, pero ahora… ahora seguís vos. Tené cuidado ya sé como encontrate, maldito infeliz Jajajajajajaja.

Lentamente se marchó caminando hacia atrás y se retiró del lugar sonriendo de manera macabra. El motivo del cual huí de la ciudad lo traje hacía mi nuevamente por mi impulso de investigar….

No tuve más remedio que tomar mis pertenecías y huir de aquel maravilloso lugar. Los asesinatos de Uspallata no fueron solamente allí, esta secta es más grande de lo que pensaba y ésta es una historia que debería terminar, aparentemente, con mi muerte.

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