/Los misteriosos “Eternos” de los Altos Limpios lavallinos

Los misteriosos “Eternos” de los Altos Limpios lavallinos

Yo siempre supe que existieron. Cuando era chica estaba segura de que en algún lugar ellos habían existido. No sabía dónde, cuándo, cómo, pero sabía que tenían que estar ahí, esperando a que yo los encontrase.

Nunca le dije nadie. Pero empecé, ya de grande, a buscarlos. Me vino muy a mano empezar estudiar historia en la UNC. Y empecé a indagar cada vez más, y un día así de la nada escuche una leyenda.

Iba caminando sola por unos pasillos solitarios de la facultad y me encontré a un hombre que me dijo que había existido hacían muchísimos años una civilización perdida en el medio de Lavalle. No sabía su nombre, pero me dijo que averiguara con un antiguo guarda parques de la reserva de los bosques Telteca, y como por arte de magia cuando quise preguntarle a quien se refería, éste dio media vuelta y desapareció. Sólo encontré unos rastros de arena que llevaban a ningún lugar. Eso fue lo que me dio la pauta, existían.

Estuve bastante tiempo averiguando en muchos lugares quienes habían trabajado en la reserva Telteca y encontré el dato de un hombre que vivía en el centro de Lavalle que quizá me podría dar una mano. Y allá fui. ¿Viste cuando sentís que tenés que hacer algo sí o sí? Bueno, eso me pasó. Necesitaba saber, sentía que aquello me llamaba.

Tenía una dirección de hacían unos cuantos años, y hacia allá fui. Se llamaba Arturo Lopreste, y tenía alrededor de unos 80 años. No fue fácil que me abriera la puerta, y mucho menos que me hiciese entrar a su casa, pero lo logré. Le conté que quería saber de los que habían habitado la zona de los bosques Telteca, y en cuanto le conté lo de las pisadas arenosas sacó de un estante un libro de lomo ancho, hojas amarillas y mucho polvo.

«Presta mucha atención a lo que te voy a decir, porque no lo voy a repetir nunca» fue lo que me dijo, y empezó a contar.

“Trabajé 40 años como guarda parques. Estuve 25 de esos en el bosque Telteca, y entré como reemplazo de Juan, el guarda parques que se jubilaba. Me dieron una 4×4 todo terreno para patrullar toda la zona incluido los altos limpios. No era anormal encontrar cazadores por esa zona, entonces yo, que ya venía de trabajar en el sur cuidando las áreas naturales, estaba acostumbrado. El último día que vi a Juan, éste me dijo «cuando empiece a anochecer habiendo luna llena, y el viento empiece a correr por los Altos Limpios, ni se te ocurra salir de la casa de guarda parques. No salgas si no te quieres encontrar con los Eternos”.

Los Eternos, querida, son los que estás buscando. Son los dueños originales de toda esta tierra, que lamentablemente se vieron usurpados primero por los indígenas, y después por los criollos. La gente piensa que están muertos, o que ni siquiera han existido. Yo los vi. Solamente en aquellas noches de luna llena en donde corre el viento es cuando se dejan ver. Como algún hechizo extraño gestado por algún chamán, vuelven a aparecer, porque ellos no se han ido nunca del todo. Yo los vi varias veces en esos años, y ya no los quiero ver más. Demasiado es que no me los pueda sacar de la mente, y nunca lo haré. Te deseo suerte si vos realmente querés ir. En este libro hay varias pinturas de como solían ser. Llévatelo, yo ya no lo necesito”.

Y cuando salí de la casa de aquel hombre, me fui a la plaza que no quedaba muy lejos, y me puse a ver todas las fotos del libro. Eran fotos de pinturas muy antiguas que dibujaban una pequeña civilización en medio de las dunas de arena, y de lo que hoy se conocía como Lavalle. No tenía casi texto, pero las imágenes parecían casi fotografías verídicas. Y en una de ellas, así medio escondido, me encontré al hombre que me habló esa noche en la facultad. Y ahí me decidí, tenía que irlos a ver.

La próxima luna llena aparecería en una semana. Fue la semana más complicada para esperar, la espera me mata. Y llegó. El tercer día del comienzo de la luna llena, cuando ésta estaba plena en el cielo fue que me fui a Lavalle. A los Altos Limpios. Más allá de que estábamos en primavera, hacía frío en las dunas de arena. Agarré del baúl una campera de polar muy abrigada que tenía, y dejando el auto en la puerta de entrada a los Altos Limpios me zambullí caminando, esperando a que el viento comenzara a soplar. Y así de a poco, casi de una forma tímida, fue que empezó a soplar.

Para ese entonces me había metido mucho entre las dunas, y éstas de pronto empezaron a descubrir torres de arena y casas más pequeñas, pero todas de arena. Y vi un grupo de gente que ve a poco se acercaron a donde yo estaba. Estaban vestidos con ropas extrañas de telas coloridas. Por alguna razón no sentí miedo. Y uno de ellos, el que parecía comandar todo se acercó a donde yo estaba y me empezó hablar.

“No tenés que tenernos miedo. Somos los verdaderos dueños de esta tierra que los hombres nos han quitado. Cada tanto logramos escapar del olvido, y cuando el viento sopla solo en las noches de luna llena es que nosotros podemos volver a ser lo que fuimos alguna vez. Esta tierra que ves, está llena de sangre, sangre nuestra, sangre de ellos. Esta tierra está manchada, pero sigue siendo nuestra. Y ahora qué sabes que existimos, también es tuya. Todavía existe mucha gente que piensa que sólo somos un mito. Todavía a los niños de los pueblos vecinos se les enseña a portarse bien porque si no en las noches nosotros los vamos a secuestrar. Nada más alejado de la realidad. Somos lo que ves, nada más.”

Y dicho esto, aquel hombre de otros tiempos se dio media vuelta y empezó a caminar. En un momento el viento empezó a cubrir todo de vuelta, y aquella misteriosa civilización desapareció. Hasta la próxima luna llena.

Por alguna razón que no entiendo cuando llegué al auto y me subí me sentía abrumada por una paz que nunca había sentido en mi vida. Sentí que una gran parte de mi vida había cobrado sentido, y así nomas me desplomé dormida sobre el asiento.

Ha pasado bastante tiempo, y hoy estoy acá, en la plaza de Lavalle sabiendo con seguridad que esta noche hay luna llena, y segura de que los voy a poder volver a ver. Por qué necesito verlos aún, no lo sé, pero lo necesito. Su tierra los ve aparecer nuevamente. Y esta es la historia que se entremezcla. Para siempre. Eterno.

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