Leer: Egresados
Apreté los labios y como pude esbocé aquel final. – Ya es tarde y me tengo que ir – le dije. Él lo intuía, ya no había vuelta atrás.
Lo miré, ya no podía decir nada más definitivo de lo que había dicho, le di un beso, el último, y cerré la puerta detrás de mi. Era hora de alejarme.
El tiempo pasó más rápido de lo que pensé que pudiese pasar y traté de acostumbrarme a hacer una vida sola sin nadie. Me decidí a adoptar una mascota, en unos días iban a hacer una jornada de adopción en el parque central. La compañía de un animalito me haría muy bien.
Habían perritos de todos los tamaños, y de distintos colores, hasta que vi en una jaula uno pequeño, cachorro aún, de color gris con bigotes y cara triste. – ¿Lo puedo alzar? – le digo a la mujer que estaba al lado de la jaula.
– Si, es el único que no se murió de su camada, a su mamá la castramos después – Y cuando lo alcé fue amor a primera vista, me lamió la cara y le dije “ahora vas a tener una familia”. Firmando los papeles de la adopción, bauticé al pequeño como “Jimmy”, por uno de mis actores favoritos de Hollywood, James Dean. En eso siento que me tocan el hombro, me doy vuelta y ahí lo veo, Lucas, mi amor de secundaria, con nuestros casi 30 años, que se me acerca y me da un abrazo que me hace olvidar de todo mientras que dura.
– Lucas! ¿Qué haces? Tanto tiempo! – Le digo.
– Acá vine a dar una camada de gatitos que me encontré, por suerte ya los pude dar – me dice con una sonrisa, la misma que me regaló años atrás.
– Sabía que estabas trabajando en Bolivia, ¿puede ser?
– Si, me fui allá por un trabajo, que devino en un matrimonio que se terminó hace un tiempo y motivó mi vuelta. Me cansé de extrañarte, ehh de extrañar Mendoza – me dijo, al mismo tiempo que se puso colorado.
– Lo siento mucho, aveces cuando las cosas no tienen que ser, no son – le dije, tratando de desviar el tema.
– Si, igual creo que fue para mejor. No te voy a seguir aburriendo linda, ¿te parece, si no es un problema, pasarme tu celular así planeamos salir a tomar algo? Hace mucho que no te veía, estás muy linda.
– Dale – le dije, a mí también me hacía muy bien verlo. Los mejores recuerdos de mi adolescencia eran con él.
Empezamos a charlar. Y se me vinieron aquellos recuerdos, Bariloche, los besos que nos dimos en los sillones del hotel, en como deseaba que permaneciésemos así eternos para siempre. Pero hay cosas que quizá no deben ser y ambos lo sabíamos y aprendimos a hacer nuestra vida.
Me invitó a tomar algo en un bar en la Arístides. Cuando lo vi, estaba hermoso. El pelo corto, una remera manga corta y un jean negro que le combinaba a la perfección. Parecía que los años habían pasado para mejor. – Acá hacen promos de tragos toda la noche – me dijo. Yo me pedí un daikiri de durazno, él se pidió un campari. – Y, ¿como has estado este tiempo? – Me preguntó.
– Bien, tranquila al menos, con esto que adopté al perrito y que te volví a ver estoy de mejor humor – Le respondí.
– ¿Te puedo decir algo?
– Por supuesto – le respondo
– Realmente te extrañé este tiempo. Te quise mucho cuando íbamos a la secundaria y eso no se diluyó, ayer me di cuenta de eso cuando te vi. Quiero que estemos juntos como no pudimos estar cuando teníamos 17 años – Me dijo.
– Yo también te extrañé. Quiero que nos sigamos viendo, que dejemos que las cosas se vayan dando, y…
Sin que pudiese terminar la oración me besó con un beso apasionado, de esos que te dejan desear mucho más, pero sin apurarnos, llevándolo a un tiempo justo.
La pasión aquella estaba, y yo quería estar con él. No dudamos en cómo seguir cuando abrió la puerta del hotel. La noche estaba plena para nosotros, por fin íbamos a hacer lo que en nuestro viaje no nos animamos. Quizá era mejor de esta forma, quizá el tiempo nos había hecho madurar. Nos empezamos a besar de una forma un poco más apasionada, yo le saqué la remera, él me besaba el cuello mientras que con sus manos iba dibujando mi figura. Ésa noche nos entregamos a pleno, ya no éramos dos desconocidos, sino dos conocidos que se habían hecho esperar. Besé su tatuaje oculto en la parte baja de la espalda, él recorrió con su boca todo mi cuerpo. Nos entregamos a pleno, y en la cumbre de nuestros placeres llegamos al orgasmo a la vez. Estos años nos habían mejorado, no era un nuevo comienzo juntos, si no una continuación.
Continuará…