/Malditos para siempre: el funeral

Malditos para siempre: el funeral

Después de un eterno consuelo con los días, los tres, Nicolás, la madre de Daniela y la abuela Susana partieron a la casa de la espiritista que vivía en un barrio de Tupungato, una mujer muy conocida por sus capacidades sobrenaturales, doña Ledesma, como es conocida comúnmente.

Llegaron, y la casa parecía estar vacía, una cortina roja tapaba la ventana de la puerta donde golpearon, esperaron unos 10 minutos y salió un hombre que les dijo que esperaran un rato, “la señora está trabajando”. Volvieron al auto para esperar, sin decirse nada entre ellos, permanecieron en silencio pero mimetizados en pensamientos.

Tras esperar media hora, salieron de la casa un flaco y una mujer que parecía ser la madre, él iba cabizbajo mientras su mamá le decía que no se preocupara, que se iba a curar rápido, habían invertido bien el dinero con la espiritista. Los tres espiaban desde el auto analizando la reacción de los que salían de la casa.

Llegaron a la puerta, golpearon de nuevo y tras esperar unos minutos, los atendió la señora, doña Ledesma, una mujer de unos 50 años, con lentes gruesos, pelo largo y ondulado, llevaba puesto una bincha de tela roja y un sobretodo largo de muchos colores. “Nancy, viniste. Pensé que el viaje te derrotaría y no querrías venir.” Le dijo la espiritista a la madre de Daniela mientras se sacaba los lentes.

“Pasen, pasen. Límpiense los pies en esa alfombra antes de entrar.” Les dijo señalando un trapo húmedo y sucio del suelo. Entraron al living donde la mujer tenia el espacio dónde hacia sus trabajos, un lugar bastante normal, salvo por los tres aparadores en cada pared, llenos de fotos de gente desconocida y algunos utensilios como velas, inciensos, hojas quemadas; y otros objetos personales como zapatillas, chupetes, anillos, relojes, cadenitas, llaves, y otra gran variedad de cosas. Nancy (madre de Daniela) le susurro a Nicolás que esas fotos y objetos son la de las personas que cura o a las que les debe hacer algún trabajo maligno encargado por otra persona. La mesa estaba con un mantel blanco que tocaba el suelo, lleno de estampitas de Jesús, la Virgen, ángeles y demás santos; cubiertos por otro mantel de plástico.

Doña Ledesma se sentó en la cabecera de la mesa en donde tenía una gran cantidad de hojas en blanco y tres lápices negros, parecían hechos de carbón o de grasa. Los demás se sentaron en los costados nerviosos sin saber qué pensar, tenían miedo de que la médium les leyera la mente o algo por estilo.

“Acá estamos, yo ya te dije porqué estamos acá. Ella es mi suegra Susana y mi ex-yerno Nicolás. Creo que demás está recordar todo lo que supongo ya sabes. Venimos a que nos des una solución a esto, nos esta robando la vida. ¡Ya no podemos seguir así!” Le dijo Nancy sin rodeos dejando caer una que otra lágrima. Nicolás y Susana no decían una sola palabra, parecían mudos.

“Miren, yo sé bien lo que ustedes están viviendo. Lo presiento y se siente en la energía que emanan cada uno. Cuando entraron lo supe al instante, alguien más los acompaña, y créanme que no es nada bueno, por eso les pedí que se limpiaran los pies, así no lo dejaban entrar a la casa; de todos modos acá estamos más protegidos.

En estos casos es muy difícil llegar a una “cura” porque no es como otros asuntos, donde yo los trato como una enfermedad, algo que los ataca sin su voluntad, es más fácil de lidiar; pero con ustedes no les aseguro nada, lo que cargan es algo como una marca de nacimiento, muy difícil de quitar, pero la podemos tapar e ir eliminado progresivamente.” Dijo la mujer mientras consolaba a Nancy. “Pero usted sabe contra quien estamos luchando, digo, no quiero ser pesimista pero necesitamos de todo lo que usted sabe y puede hacer para sacarlo de nuestras vidas.” Le respondió Nicolás, alterado como siempre. “Como les dije, no aseguro nada, pero lo voy a intentar. Obviamente sé muy bien contra quien nos enfrentamos, no son los primeros ni los últimos con problemas similares. Los métodos son poco llevaderos y muy extremos, yo sólo sé trabajar una de las formas, que se las diré después ahora los voy a limpiar para asegurarnos de eliminar todo lo demás y concentrarnos en lo que los condena.” Les indicó doña Ledesma; se levantó prendió una vela en cada esquina de la mesa, se volvió a sentar y en uno de los papeles escribió el nombre completo y la fecha de nacimiento de los cuatro, incluyó a Daniela. Después de escribir, cerró los ojos, hizo la cabeza hacia atrás y empezó a hacer rayones en forma de círculos con uno de los lápices. Nancy, Susana y Nicolás la miraban impresionados y asustados.

La llama de las velas empezaron a moverse para los costados, cambiando de dirección cada segundo. La espiritista empezó a poner cara de dolor por lo que puso su otra mano en la mesa para apoyar su cabeza mientras seguía rayando el papel, cada vez más rápido y los círculos se volvían más pequeños. El mantel de plástico que cubría la mesa se empezó a pegar más al mantel, parecía que se derretía.

Las velas se apagaron y el papel donde rayaba se rompió, pero igual seguía rayando la mesa. En el techo de la sala se escuchaba como si alguien estuviese caminando, iba de un lado a otro, se sentían claramente los pasos largos que marchaban nerviosos. Doña Ledesma empezó a balancear su cabeza hacia los costados, hizo un largo suspiro y abrió los ojos, los tenia blancos que luego de pestañar volvieron a su posición natural.

“Javier, alcanzame un vaso con agua, la que está en la botella, por favor.” Le gritó desganada al señor que nos había atendido la puerta primero. Después de tomar un sorbo dijo “Dios me proteja de todo lo que ustedes llevan en la espalda. Es algo muy poderoso. Y está haciendo lo imposible para seguir cobrándose lo que le corresponde. Mientras mantenía los ojos cerrado lo vi todo y lo que vendrá. El circulo en el papel representa la vida de la persona, en éste caso, la de ustedes. Normalmente cuando hago esto, el círculo nunca se cierra, queda un gran espacio blanco en el medio, pero como ven acá se cerró ¡y hasta se rompió el papel! Eso nunca me había pasado, lo que significa que sus vidas se están quedando sin luz, atravesando la realidad misma.” Les dijo, y se quedaron anonadados, la transpiración les hacia brillar la cara y el miedo tiritar hasta la pestañas. “No nos diga esto señora, no creo que sea tan malo, yo estoy encomendada al Señor, nada puede hacerme mal, y siempre rezo por mi familia, a ellos también los protege…” dijo Susana intentando evadir lo que vio y escuchó. “Mire Susana, Dios está en todos lados, la luz ocupa el lugar de la oscuridad y la oscuridad el lugar de la luz, si su marido hizo un trato con usted ya sabe quién, le dio lugar a la oscuridad en su vida y al no cumplir, se traspasó de persona en persona. Es así, en sus vidas reina la oscuridad, por eso sus rezos no hacen efecto alguno.” Le señalo con paciencia, y les trajo un vaso con agua a cada uno.

“Ahora les voy a pedir que se retiren, yo los voy a llamar para que empecemos con el método de “liberación”, les aviso que no es nada fácil ni llevadero, consiste en organizar un velorio muy disimulado, el alma de cada uno de ustedes debe ser velada durante toda una noche, para simular la muerte y redimirlos…” “¿¡Cómo que un velorio, usted está loca, eso es enfermo?!” Le respondió Susana alterada. “Usted elige señora, es eso o vivir toda su vida con ese martirio.” Susana se quedó callada. Y sin más palabras los tres se retiraron de la casa. En la salida doña Ledesma les dijo que dejaran afuera un balde o botella de agua en el sereno de la noche, le rezaran un Padre Nuestro, y que en la mañana con la primera luz del día la entraran y usaran esa agua para tomar, limpiar el piso o cocinar.

Al llegar a la casa de cada uno hicieron exactamente lo que la espiritista les había encomendado, pusieron el agua afuera durante la noche y al día siguiente la entraron. Susana la uso para lavar el piso, como todas las mañanas se dispuso a limpiar la casa, preparo el balde con el agua, el trapo de piso y el secador; empezó a pasar por cada rincón de la casa, no dejo ningún recoveco sin recorrer, para cuando terminó, empezó a notar que el piso largaba vapor y un horrible olor a podrido, como a huevo podrido. El vapor salía por todo el piso de la casa, Susana sin saber qué hacer comenzó a rezar y a baldear el piso con agua común. Inundo la casa con agua, secó todo pero el olor no se iba y nunca se fue.

Nancy prefirió usar el agua para cocinar, lo de ella no hubiera sido tan dramático si el caldo de la sopa no se hubiese vuelto rojo como la sangre.

Nicolás en cambio, uso el agua para esparcir por toda la casa, como agua bendita, algo que doña Ledesma nunca señalo. Se encargo de salpicar cada esquina, sobre la cama, en los muebles, el televisor y todo lo que tenía en su casa.

Esa noche después de irse a dormir el televisor y los muebles empezaron a crujir, él sabia que eso sucede cuando hay cambio de energía en el ambiente. No le dio importancia y decidió volver al sueño, los objetos seguían crujiendo cada vez más, y de a poco comenzó a escuchar pasos de un animal con pesuñas en el comedor, lo sentía definidamente, el ruido provocaba un eco en la casa. Nicolás permaneció sentado en la cama petrificado; la puerta del patio se abrió lentamente y escuchó como los pasos del animal salían  de la casa, pero sentía cómo las sillas y la mesa se movían rechinando en el suelo.

Esa noche no sabe si durmió, sólo sabe que cerró los ojos y trató de pensar en otra cosa, la mañana llegó como una luz a su vida.

Los días pasaron normalmente, y no ocurrió nada excepto por los ruidos y crujidos que sentían todas las noches en las casas; las sombras en la oscuridad y los reflejos en las ventanas y espejos de una sombra con forma de cabra, eran cosas habituales que vivían a diario los tres.

Por fin recibieron el llamado de doña Ledesma, quien les dijo que fueran a su casa esa noche para iniciar el funeral. Que fueran preparados para todo lo que podían ver. Además les recomendó que llevaran ropa blanca y una vela blanca cada uno.

Esa noche, a eso de las 21hs. partieron a Tupungato. Doña Ledesma los recibió al instante, les pidió que se limpiaran los pies y les dio un vaso con agua. Ya tenía todo preparado, no había cajones ni coronas de flores; solo había tres mesas de madera con sal alrededor y unas cuantas velas en el suelo.

“Lo que vamos a hacer es lo último que se hace, sino funciona lo mejor va a ser ir a la Iglesia a pedir apoyo espiritual, y con eso hago referencia a alguna clase de exorcismo, si es que consiguen pruebas de posesión para convencer a los manda-más.

Yo sé lo que cada uno de ustedes han estado viviendo estos días, y déjenme decirles que eso no es ni la cuarta parte de lo que puede hacer; esto no se los digo para asustarlos, sino para que sepan a qué nos enfrentamos ésta noche. Tienen que entender que si algo se hace presente traten de no dirigirle la palabra, sólo si es necesario lo hacen. Lo demás déjenmelo a mi, yo me encargo del trato.” Una clase de instrucciones que la médium les dio para prepararlos. Ellos sin nada qué decir asentaban todo con la cabeza y trataban de calmarse para no entrar en pánico.

Se subieron cada uno a la mesa, se recostaron boca arriba con la vela encendida cada uno en la mano y doña Ledesma empezó a caminar alrededor de ellos tirando migas de pan en el suelo. El silencio era torturador, solo se escuchaban los pasos de la mujer caminando y la respiración de los tres condenados.

“Ya viene, ya viene. Sigan en silencio, simulen estar dormidos o muertos en lo posible.” Les indicó la espiritista quien seguía caminando tirando migas de pan en el suelo. Cuando de repente debajo de las mesas se escuchaban rasguños, alguien rasguñando la base de la mesa. Susana y Nancy empezaron a llorar y a tiritar; de a poco las mesas empezaron a temblar despacio. “¡Se calman! ¡Les dije que tienen que simular estar muertos, sino no va a funcionar!” Gritó la mujer.

La llama de las velas empezaron a tambalearse hacia los costados como aquella vez. Y un grito de una cabra estremeció la casa, era el grito típico cuando están matando a una cabra, un grito de dolor y sufrimiento fuertísimo. Luego del grito quedó todo en silencio, los pasos de la cabra se acercaban. De la nada se apareció de entre la oscuridad, un animal oscuro de ojos rojos con cuernos largos y pronunciados. Se quedó parado unos segundos en la oscuridad y empezó a dar vueltas alrededor de las mesas comiendo las migas de pan que la señora había tirado. El ruido de las pisadas retumbaba en toda la sala. Susana se desmayó al instante, Nancy lloraba en silencio y tiritaba, Nicolás permanecía en afonía, parecía dormido. Doña Ledesma se sentó en una silla mientras observaba indiferente al animal que caminaba rodeando las mesas. “¿Con que acá estás? ¿Satisfecho con todo lo que te has llevado de más de esta gente inocente?” Le dirigió la palabra. La cabra frenó y empezó a gritar sacando la lengua afuera. “Parece que te divierte todo esto. Ahora estamos acá para sacarte de una vez por todas de la vida de estas personas” Le volvió a decir la mujer al animal. Las mesas comenzaron a moverse golpeando el suelo brutalmente la puerta y las ventanas se abrían y se cerraban despacio, y la cabra seguía gritando alocadamente con la lengua afuera, a lo que la espiritista le respondió: “Tu trato se rompió hace mucho, no es justo que te cobres con la vida de esta gente. Yo sé que no te iras con las manos vacías esta noche, porque conozco estos pactos; por lo que te propongo una tregua.” La cabra dejó de gritar y en silencio se acercó a la señora que le dijo “Vos desaparecé de la vida de estas personas a cambio de que le recuerdes todos los meses de sus vidas el trato que su familia tiene sin cumplir con vos.” La cabra hizo unos pasos hacia atrás golpeando las pesuñas delanteras contra el suelo, se subió a la mesa de cada uno, apagó la vela y se las comió. En silencio y calma se fue por donde vino, por entre las sombras, el ruido de las pesuñas se iba apagando de a poco.

Nicolás, Nancy y Susana abrieron los ojos, y comenzaron a mirar a sus costados veían arañas y hormigas que se les subían al cuerpo. Susana atinó a levantarse pero doña Ledesma desde su silla le gritó que se quedara en su lugar, que todo lo que viera era el precio que tiene que pagar durante la noche de velorio. Por lo que volvió a recostarse para soportar lo que veía y sentía.

La mañana llego rápido. Los tres se levantaron con las manos vacías, las velas no estaban. “¿Y, qué paso?” le dijo Nicolás asustado. “Ya está el trato está cambiado, él no se iba a ir con las manos vacías, no tuve remedio mas que ofrecerle otra cosa a cambio de que desaparezca de sus vidas, y aceptó” le respondió la mujer. “¿Vos estás jugando con nosotros, verdad? Nosotros vinimos para encontrar una cura no una alternativa” Le gritó Nancy algo agresiva. “Yo les dije que no hay cura, lo que ustedes tenían no era un alma en pena o un espíritu más; ustedes saben de lo que hablo… es lo que pude hacer, deberían de estar agradecidos.” Fue lo que la médium les respondió y con eso, todos se calmaron, se quedaron unos minutos sentados; desayunaron con la mujer que les contó lo que había arreglado con “la cabra” esa noche; los tres parecieron estar de acuerdo. Le pagaron el trabajo, que no había salido nada barato, y doña Ledesma les dio algunos consejos para sobrellevar todo y volvieron a sus casas.

Hasta el momento los tres llevan vidas relativamente normales o simulan hacerlo. Nicolás asegura que todos los meses hay un día que cuando sale de noche ve a una mujer anciana que lo persigue y desaparece de la nada. Una noche estaban tomando mates con amigos en la plaza de su barrio y una señora anciana apareció de la nada y empezó a dar vueltas a la manzana: desaparecía por un costado y sorprendentemente aparecía por el otro lado a los segundos, inexplicable. Cuenta que después de dar varias vueltas, la vieja se frena en el umbral de la casa de Nicolás y con una rama comienza a hacer dibujos en el aire sobre la puerta, después desaparece entre la oscuridad. Nicolás les conto a sus amigos por lo que al verla tratan de ignorarla para no entrar en pánico, el problema llega cuando Nicolás está solo en su casa y escucha pasos y ve sombras que atraviesan su habitación.

Susana dice que hay noches que ve a un perro negro y grande que entra a su casa y se recuesta sobre su cama, “Siempre trae algún hueso o animal muerto y se lo come sobre mi cama y después desaparece. Al principio me iba a dormir a lo de mi hermana pero ahora me he acostumbrado y trato de no darle importancia rezando y prendiendo velas a la Virgen.” Es lo que dice Susana.

Nancy con el dolor de la muerte de su hija y las cosas horrorosas que ve en su casa, como caras deformes que se le aparecen de la nada, pasos que la persiguen constantemente o en las noches siente que le rasguñan la madera de la cama; perdió un poco la cordura. Muchos dicen que fue a otra espiritista con más experiencia en el tema porque no soportaba vivir así. Las lenguas indican que se divorció y que vive en Godoy Cruz. Además que de vez en cuando ella publica un clasificado en el diario ofreciendo una suma importante de dinero a la persona que se anime a acompañarla en un velorio armado, pues la médium a la que recurrió le dijo que para liberarse completamente debía permanecer con un alma pura durante el funeral. Obviamente nadie ha respondido al llamado de Nancy de quien no se sabe nada hasta ahora.

La blasfemia de los tres sigue en pie, varias personas cercanas a ellos se han alejado por miedo a ser contagiados de ésta maldición.

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