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Mi visión sobre la paternidad

Hace algunos años, cuando escuchaba a un adulto decir que no quería tener hijos me parecía incoherente e inmaduro. Hoy que soy el padre feliz de una niña y que estoy por ser nuevamente papá en un par de meses de un pibe, caigo en la cuenta de lo equivocado que estaba y de la madurez de esa persona.

Ser padre es una responsabilidad enorme. Un hijo es como la extensión de una parte de tu cuerpo que pasa a ser la más importante y con vida propia. Recién cuando sos padre entendes la enorme responsabilidad que tenemos como hijos, porque caes en la cuenta de que si a tu hijo le pasa algo, se apaga tu vida para siempre. Harías cualquier cosa por un hijo y, cuando digo cualquier cosa, me refiero a todo, lo que se te ocurra, a nada le dirías que «no» a cambio de su bienestar. Tu vida cambia de manera rotunda, cualquier acto irresponsable o temerario que estés haciendo, siempre antes pensas en tus hijos y bajas un cambio o directamente no lo haces. Pasa a ocupar un lugar en tu cabeza y corazón de manera permanente.

Te sumergís en un mar de dudas, consejos, comentarios, recomendaciones. No sabes si escuchar a los demás o hacer la tuya, si darle bola a tu vieja, a tu suegra, a tus amigos papás o a tus instintos. No hay un manual que te enseñe a criar bien a un hijo y cada uno es distinto al otro, así que tampoco es efectivo repetir fórmulas en la misma familia.

Te descubrís pensando en los consejos que le vas a dar de futuro, en los beneficios que le vas a dar de futuro, en la carrera que le vas a recomendar estudiar a futuro, en las parejas que tendrá a futuro, mientras van pasando los días y esa criatura se va formando por cuenta propia y tomando sus propias decisiones.

En cualquier momento, lugar y circunstancias, haciendo el movimiento más básico y elemental, el bebe se puede caer y lastimar profundamente. Hay muchos virus dando vuelas, tos, fiebre, mocos, diarrea, cólicos, pero nada de esto se compara al virus más letal y peligroso: el de creer que un bebé te modifica los hábitos. No digo que no te cambia la vida, no, tampoco digo que no tenes que reorganizar tus horarios de descanso, ocio y trabajo, sino que me refiero a la idea de creer que un bebe te imposibilita seguir con tu vida habitual. «Con bebes no podes viajar, no podes ir a cenar, no poder ir de mochilero, no pueden andar en moto, no más recitales, no más cine, no podes hacer deporte«. Mentira… todas mentiras. Podes hacer todo y más, lo que pasa es que hay que organizarse un poco mejor y ponerle un toque de logística y esfuerzo a la cuestión,  temas que los pajeros no quieren llevar acabo y prefieren la cómoda… prefieren que el virus los enferme. Aunque es cierto que las mamás se llevan la parte más difícil y que si la pareja no ayuda la cosa se vuelve algo engorrosa.

Los hijos son maravillosos. Para los que deseamos tenerlos es lo mejor que nos puede pasar en la vida. Verlos crecer, verlos reír, verlos siendo atacados por nuestros dedos mediante cosquillas y caricias, sentir sus vocecitas graciosas intentado decir algo. Son cuestiones básicas, elementales, naturales, que te generan la mayor felicidad y plenitud del mundo. Caes de toque en darte cuenta que aquellos que no quieren tener hijos no son para nada inmaduros, pero sentís algo de nostalgia por ellos, porque sin dudas se van a perder una enorme sensación natural, como estar enamorado, por ejemplo.

No podes creer cómo algo tan chiquitito, frágil e inocente ya piense por cuenta propia, tenga sus elecciones, sus gustos, sus «si», sus «no» y sus eternos «¿porqué?». Es impresionante cómo, queriendo o no, vas moldeando en parte su vida, sus costumbres y reacciones. A veces ves reflejos exactos de uno de los papás, respuestas inequívocas, calcadas, típicas.

Sin dudas tienen sentidos diferentes a los nuestros, son mágicos, tienen poderes que nosotros hemos perdido con el tiempo. Es asombrosa la capacidad que tienen de absorber lo que sucede en el ambiente. A veces no saben cómo reaccionar y utilizan el llanto o la risa para transmitir lo que están sintiendo. Es increíble cómo logran imaginarse mundos enteros tan solo con las manos, las palabras, los sonidos y las muecas. Una media puede ser el títere que los entretenga todo un año. Son inocentes y pícaros a la vez, genuinos, auténticos y libres.

Sin darnos cuenta, son ellos que los que nos dan las enseñanzas más grandes de la vida. Otra de las cuestiones que, a mi criterio, quienes no quieren tenerlos también se pierden, desperdician a grandes maestros. Mirándolos crecer nos replanteamos cuestiones elementales, caemos en la cuenta que quizás no estemos más civilizados que los cavernícolas, que la vida no está tan bien ordenada y que los años pasan volando. Es impagable verlos disfrutar de los días, las horas, el tiempo sin pensar en la política, en la religión, en la economía, en el dólar, en los bienes materiales, simplemente obstinados en jugar, jugar y jugar. Es lo único que quieren y necesitan… divertirse y jugar. Es envidiable con la paz que duermen, sin ningún tipo de stress o preocupación, descansan a pierna suelta con el único fin de dormir. Un papá podría pasar horas viendo a sus bebes con los ojitos cerrados descansando.

Dejarlos ser creo que es la mejor manera de educarlos y hacerlos felices. Es la forma que elegí para criar a los míos, dejarlos ser sin pretender que hagan más cosas que las normales, intentando sumarme a sus gustos y no imponerles los míos, buscando con ahínco no proyectar mis frustraciones en ellos. No sé si es la mejor manera de educarlos, pero es la que más me convence.

Tener o no tener hijos es una decisión muy personal, totalmente válida en sus dos opciones, racionales y maduras. Yo, que los tengo, estoy convencido que elegí la que más me gusta.


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